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El Buscón

El Buscón, una novela de Francisco de Quevedo

El Buscón, una novela de Francisco de Quevedo

Resumen del libro:

El Buscón nos cuenta las aventuras de Pablos, un pícaro con altos pensamientos de caballero. En el deseo de mejorar su posición social, el protagonista sale de su Segovia natal hacia otras ciudades como Madrid, Toledo y Sevilla, desde donde embarca a las Indias en un desesperado intento de cambiar su suerte. El ingenio y la magistral pluma de Quevedo consiguen que el lector disfrute con estas aventuras y desventuras de Pablos.

INTRODUCCIÓN, BIOGRÁFICA Y CRÍTICA

Francisco de Quevedo (1580-1645)

Francisco de Quevedo fue el segundo hijo varón de una familia de funcionarios palaciegos, bien asentada en los entresijos de la administración y servicios del palacio real, en Madrid, capital y corte de los Austrias. Su abuela era azafata de la infanta; su madre, viuda pronto, desempeñaba una función similar, a su temprana muerte (en 1600) en el mismo palacio real; del resto de su parentela, una venerable dama, su tía, bien conocida en la corte, a la que el escritor envía en 1613 su colección de poemas Heráclito Cristiano. De hecho, Francisco, cuando aún no había iniciado estudios, se convirtió en el primogénito, por la muerte de su hermano mayor Pedro, y debió su formación a una gracia, solicitada por su abuela materna, de la Reina. También le protegió la duquesa de Lerma, cuando el duque había alcanzado la privanza, durante los primeros años del reinado de Felipe III.

Estudió con los jesuítas, en Ocaña, y luego en Alcalá de Henares y Valladolid, en donde reside durante los años de corte (1600-1606) bajo la tutela de Agustín de Villanueva, un alto cargo, padre de Jerónimo de Villanueva, otro de los personajes encumbrados durante la privanza del conde-duque de Olivares. De finales de siglo (1599) y sobre todo de los años vallisoletanos son sus primeros escritos: poemas en los preliminares de obras ajenas, papeles festivos (entre los cuales el primer Sueño), probablemente El Buscón… Pedro de Espinosa recoge dieciocho composiciones suyas en las Flores de poetas ilustres (preliminares de 1603, publicación en 1605), en donde ya se produce algún problema con la censura. A partir de entonces, la biografía de Quevedo se enriquece y complica de modo peculiar, siempre con cierta inclinación hacia la leyenda, lo que indica una personalidad extravagante y compleja.

El autor expresó literariamente los avatares de su vida y sus circunstancias en su compleja obra, como polígrafo. Remitir de la vida a la obra es un ejercicio factible, pero complejo y sinuoso, pues fueron muchas las circunstancias que le llevaron a tomar la pluma y muchos los resortes de su inspiración.

Antes de su viaje a Italia para servir al duque de Osuna, primero en Sicilia y luego en Nápoles, el joven escritor dedica sus esfuerzos a la Filología, traduciendo y adaptando textos clásicos compatibles con su catolicismo ferviente, aunque también se asoma al ensayo político (Discurso de las Privanzas, c. 1607) y a las polémicas humanísticas (España defendida, 1609) sin atreverse o sin conseguir en ninguno de estos casos completar y difundir este tipo de obras. Lo que sí siguió circulando fueron sus papeles festivos, que en algún caso están cobrando consistencia, como es la serie de Sueños. Pero nada de todo esto se publicará, por ahora.

Vuelve de Italia un poco antes de que caiga en desgracia el duque de Osuna, y asiste en Madrid al descalabro del cambio de reinado. Para entonces ya ha adquirido el señorío de un lugar entre andaluz y manchego, La Torre de Juan Abad, cerca de Villanueva de los Infantes, a donde se retira o le destierran cuando su vida o su obra escandaliza demasiado. El cambio de reinado le inspira Grandes anales de quince días, que difunde al mismo tiempo que la primera versión de un denso tratado, Política de Dios. Desde entonces, su tarea como hombre público es extensa, dispersa y compleja. En 1626 aparecen ediciones piratas de algunas de su obras, los Sueños, El Buscón, Política de Dios…, que él combate publicando ediciones corregidas de casi todo (Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, 1631), menos de El Buscón.

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