Trilogía de los Tres Cuerpos

El bosque oscuro

Resumen del libro: "El bosque oscuro" de

Liu Cixin, autor chino de renombre internacional, nos introduce magistralmente en su obra “El bosque oscuro”, segunda entrega de la trilogía “El problema de los Tres Cuerpos”. En esta obra, Cixin nos transporta a un universo donde la Tierra enfrenta una inminente invasión extraterrestre por parte de los Trisolaris. Con un plazo de cuatro siglos para prepararse, la humanidad se ve amenazada por la omnipresencia de los sofones, dispositivos que permiten a los Trisolaris acceder a toda la información del planeta, dejando al descubierto cualquier estrategia defensiva.

Los esfuerzos por parte de la humanidad para contrarrestar esta amenaza se ven obstaculizados por la constante vigilancia de los Trisolaris. Los colaboracionistas humanos, si bien derrotados, dejan tras de sí un legado de infiltración y traición que pone en peligro los intentos de defensa del planeta. Sin embargo, en medio de la incertidumbre y la desesperación, surge una luz de esperanza: la mente humana, aún impenetrable para los sofones, se convierte en el último bastión de resistencia.

El núcleo de la trama se desarrolla alrededor de tres estadistas, un científico y un sociólogo que urden un plan desesperado para salvar a la humanidad de su inminente destrucción. Cixin nos sumerge en un complejo entramado de intrigas políticas, dilemas éticos y avances científicos, manteniendo al lector en vilo a lo largo de toda la narrativa.

“El bosque oscuro” se erige como una obra maestra de la ciencia ficción, donde el autor no solo nos presenta un apasionante relato de lucha y supervivencia, sino que también nos invita a reflexionar sobre el destino de la humanidad en un universo hostil y desconocido. Con una prosa envolvente y una narrativa trepidante, Liu Cixin nos sumerge en un mundo donde el futuro de la Tierra pende de un hilo y donde cada decisión puede significar la diferencia entre la supervivencia y la extinción.

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Prólogo

La hormiga marrón no lo recordaba, pero aquel había sido una vez su hogar. Para aquella extensión de tierra que se sumía en la oscuridad de la noche y para las estrellas que comenzaban a aparecer en el cielo, el tiempo transcurrido era insignificantemente breve, pero, en cambio, para ella suponía una eternidad.

En un día pretérito ya olvidado, su mundo entero había sufrido la mayor de las conmociones: primero, la tierra empezó a volar por los aires y se hizo un abismo ancho y profundo; luego, aquella misma tierra regresó caída del cielo, cubriendo el abismo. En uno de los que fueran los extremos de ese abismo se erigía ahora un oscuro y brillante monolito. En realidad, aquel fenómeno era frecuente en dicha parte del mundo: una vez tras otra la tierra brotaba disparada para luego volver a caer, los abismos se cubrían casi tan pronto como se abrían y, al final, cual recordatorio visible de cada catástrofe, siempre quedaban monolitos como aquel. La hormiga y varios centenares de compañeras habían cargado con su reina y se la habían llevado hacia donde se ponía el sol para fundar un nuevo imperio. Hoy su regreso a ese paraje era casual: sencillamente iba de paso en busca de víveres.

La hormiga llegó al pie del monolito y tanteó con las antenas su imponente estructura. Advirtiendo que su superficie era lisa y resbaladiza pero aun así escalable, comenzó a trepar. Lo hacía sin un propósito concreto, movida solo por el impulso que una turbulencia aleatoria provocaba en su simple red neuronal. Turbulencias como esa estaban por todas partes: detrás de cada brizna de hierba, en cada gota de rocío, en cada nube que pasaba por el cielo y en cada estrella del firmamento. Ninguna de ellas tenía un propósito; este surgía cuando una enorme cantidad de turbulencias se unía sin razón aparente.

Sintió vibraciones en el terreno. Por el modo en que se intensificaban supo que se aproximaba una presencia gigantesca. No hizo caso y continuó ascendiendo. En el ángulo recto que formaban el lado izquierdo del monolito y el suelo había una tela de araña. La hormiga la reconoció como lo que era y rodeó con cuidado cada cabo pegajoso. Al pasar por el lado de la araña —que, expectante y con las patas dobladas, aguardaba en silencio la mínima vibración de su tela—, ambas sintieron la presencia de la otra. Sin embargo, como venía sucediendo desde tiempo inmemorial, no hubo comunicación entre ellas.

Las vibraciones del terreno continuaron creciendo para luego cesar de golpe. El ser gigantesco había alcanzado el monolito, cuya altura superaba con creces, y tapaba la mayor parte del cielo. Para la hormiga, la presencia de esa clase de seres no era nueva: sabía que estaban vivos, que frecuentaban aquella región y que su irrupción estaba estrechamente relacionada con los abismos que aparecían y desaparecían; también con la proliferación de monolitos.

“El bosque oscuro” de Liu Cixin

Liu Cixin. También conocido como Liu Ci Xin en chino, es un renombrado escritor chino de ciencia ficción nacido en Yangquan en 1963. Antes de alcanzar la fama literaria, desempeñó el rol de ingeniero en una central eléctrica en la provincia de Shanxi, una etapa de su vida que marcaría su apreciación por la ciencia y la tecnología. Este contexto es crucial para comprender la singularidad de su obra, que se centra en explorar el papel de China en un mundo futuro, estableciéndolo como uno de los más influyentes escritores de ciencia ficción en China.

La obra de Liu Cixin aborda un tema clásico en la ciencia ficción china, a menudo centrado en el conflicto entre la humanidad y civilizaciones alienígenas. Sus escritos son un llamado a la imaginación, explorando una galaxia poblada por civilizaciones con un esquema de ley de la jungla, donde la distancia entre ellas impide los encuentros no deseados y fomenta la ocultación de ubicaciones. La trilogía de los tres cuerpos, compuesta por "El problema de los tres cuerpos", "El bosque oscuro" y "El fin de la muerte," es un brillante ejemplo de la visión épica y provocadora de Liu.

Entre sus logros, Liu ha sido galardonado en numerosas ocasiones, ganando el premio Galaxy en nueve ocasiones y el prestigioso premio Xingyun (Nébula). Además, su obra "El problema de los tres cuerpos" obtuvo el codiciado Premio Hugo en 2015. Estos reconocimientos subrayan su contribución excepcional al género de la ciencia ficción.

En resumen, Liu Cixin es un pionero literario que ha dejado una huella indeleble en la ciencia ficción china y global. Su habilidad para explorar temas complejos a través de tramas apasionantes lo convierte en una figura esencial en la literatura contemporánea. Su obra trasciende fronteras culturales y se erige como un faro de la creatividad y la imaginación en el mundo de la ciencia ficción.