Resumen del libro:
El libro “El arte de amar”, de Erich Fromm, es una obra icónica que ha guiado a múltiples generaciones en la reflexión sobre el amor y la respuesta a interrogantes aparentemente simples pero profundamente significativas: ¿qué implica amar? ¿Cómo podemos trascender nuestros propios límites para experimentar este sentimiento tan fundamental en la vida humana? Fromm nos conduce a través de un viaje introspectivo donde desentraña que el amor no se limita a una mera conexión personal, sino que representa un atributo de madurez que se manifiesta en una gama de formas: el amor erótico, fraternal, filial y el amor propio.
El autor recalca que el amor no es efímero ni mecánico, desafiando así la percepción superficial que la sociedad contemporánea tiende a inculcar. Por el contrario, sostiene que amar es un arte, un proceso que requiere aprendizaje y dedicación constante. Equipara el cultivo del amor con la maestría en otras disciplinas artísticas como la música, la pintura o la carpintería. Propone desviar nuestra atención de la búsqueda obsesiva del éxito material y el poder, para enfocarnos en nutrir este auténtico arte del amor.
Erich Fromm, psicoanalista y filósofo social de renombre, nacido en Alemania en 1900, se destaca por su enfoque humanista y su profundo análisis de la condición humana. A través de su obra, no solo aborda las complejidades del amor, sino que también explora temas relacionados con la libertad, la alienación y la búsqueda del sentido en la existencia. Su perspectiva multidisciplinaria y su habilidad para comunicar ideas profundas de manera accesible lo consolidan como uno de los pensadores más influyentes del siglo XX en el ámbito de la psicología y la filosofía.
Capítulo 1: ¿ES EL AMOR UN ARTE?
¿Es el amor un arte? En tal caso, requiere conocimiento y esfuerzo. ¿O es el amor una sensación placentera, cuya experiencia es una cuestión de azar, algo con lo que uno «tropieza» si tiene suerte? Este libro se basa en la primera premisa, si bien es indudable que la mayoría de la gente de hoy cree en la segunda.
No se trata de que la gente piense que el amor carece de importancia. En realidad, todos están sedientos de amor; ven innumerables películas basadas en historias de amor felices y desgraciadas, escuchan centenares de canciones triviales que hablan del amor, y, sin embargo, casi nadie piensa que hay algo que aprender acerca del amor.
Esa peculiar actitud se basa en varias premisas que, individualmente o combinadas, tienden a sustentarla. Para la mayoría de la gente, el problema del amor consiste fundamentalmente en ser amado, y no en amar, no en la propia capacidad de amar. De ahí que para ellos el problema sea cómo lograr que se los ame, cómo ser dignos de amor. Para alcanzar ese objetivo, siguen varios caminos. Uno de ellos, utilizado en especial por los hombres, es tener éxito, ser tan poderoso y rico como lo permita el margen social de la propia posición. Otro, usado particularmente por las mujeres, consiste en ser atractivas, por medio del cuidado del cuerpo, la ropa, etc. Existen otras formas de hacerse atractivo, que utilizan tanto los hombres como las mujeres, tales como tener modales agradables y conversación interesante, ser útil, modesto, inofensivo. Muchas de las formas de hacerse querer son iguales a las que se utilizan para alcanzar el éxito, para «ganar amigos e influir sobre la gente». En realidad, lo que para la mayoría de la gente de nuestra cultura equivale a digno de ser amado es, en esencia, una mezcla de popularidad y sex-appeal.
La segunda premisa que sustenta la actitud de que no hay nada que aprender sobre el amor, es la suposición de que el problema del amor es el de un objeto y no de una facultad. La gente cree que amar es sencillo y lo difícil encontrar un objeto apropiado para amar —o para ser amado por él—. Tal actitud tiene varias causas, arraigadas en el desarrollo de la sociedad moderna. Una de ellas es la profunda transformación que se produjo en el siglo veinte con respecto a la elección del «objeto amoroso». En la era victoriana, así como en muchas culturas tradicionales, el amor no era generalmente una experiencia personal espontánea que podía llevar al matrimonio. Por el contrario, el matrimonio se efectuaba por un convenio —entre las respectivas familias o por medio de un agente matrimonial, o también sin la ayuda de tales intermediarios; se realizaba sobre la base de consideraciones sociales, partiendo de la premisa de que el amor surgiría después de concertado el matrimonio—. En las últimas generaciones el concepto de amor romántico se ha hecho casi universal en el mundo occidental. En los Estados Unidos de Norteamérica, si bien no faltan consideraciones de índole convencional, la mayoría de la gente aspira a encontrar un «amor romántico», a tener una experiencia personal del amor que lleve luego al matrimonio. Ese nuevo concepto de la libertad en el amor debe haber acrecentado enormemente la importancia del objeto frente a la de la función.
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