Resumen del libro:
El amor, las mujeres y la muerte es una recopilación de ensayos escritos por el filósofo del s. XIX Arthur Schopenhauer, en el que no sólo se tratan los temas referidos por el título, sino también otros tantos que ocupan aproximadamente la misma cantidad de páginas. Una concepción pesimista y lúdica es la característica del pensamiento de Schopenhauer.
EL AMOR
¡Oh, vosotros los sabios de alta y profunda ciencia, que habéis meditado y sabéis dónde, cuándo y cómo se une todo en la Naturaleza, el por qué de todos esos amores y besos; vosotros, sabios sublimes, decídmelo!
¡Poned en el potro vuestro sutil ingenio y decidme dónde, cuándo y cómo me ocurrió amar, por qué me ocurrió amar!
Burger.
Se está generalmente habituado a ver a los poetas ocuparse en pintar el amor.
La pintura del amor es el principal asunto de todas las obras dramáticas, trágicas o cómicas, románticas o clásicas, en las Indias lo mismo que en Europa. Es también el más fecundo de los asuntos para la poesía lírica, como para la poesía épica.
Esto sin hablar del incontable número de novelas que desde hace siglos se producen cada año en todos los países civilizados de Europa con tanta regularidad como los frutos de las estaciones.
Todas esas obras no son en el fondo sino descripciones variadas y más o menos desarrolladas de esta pasión. Las pinturas más perfectas, Romeo y Julieta, La Nueva Eloísa, Werther, han adquirido una gloria inmortal.
Es un gran error decir con La Rochefoucauld que sucede con el amor apasionado como con los espectros; que todo el mundo habla de él y nadie lo ha visto; o bien, negar con Lichtenberg, en su Ensayo sobre el poder del amor, la realidad de esta pasión y el que esté conforme con la Naturaleza. Porque es imposible concebir que siendo un sentimiento extraño o contrario a la naturaleza humana o un puro capricho, no se cansen de pintarlo los poetas, ni la humanidad de acogerlo con una simpatía inquebrantable, puesto que sin verdad no hay arte cabal.
Rien n’est beau que le vrai; le vrai seult est aimable.
BOILEAU.
Por otra parte, la experiencia general, aunque no se renueva todos los días, prueba que bajo el imperio de ciertas circunstancias, una inclinación viva y aun gobernable puede crecer y superar por su violencia a todas las demás pasiones, echar a un lado todas las consideraciones, vencer todos los obstáculos con una fuerza y una perseverancia increíbles, hasta el punto de arriesgar sin vacilación la vida por satisfacer su deseo, y hasta perderla si ese deseo es sin esperanza. No sólo en las novelas hay Werthers y Jacobo Ortís; todos los años pudieran señalarse en Europa lo menos media docena. Mueren desconocidos, y sus sufrimientos no tienen otro cronista que el empleado que registra las defunciones ni otros anales que la sección de noticias de periódicos.
Las personas que leen los diarios franceses e ingleses certificarán la exactitud de esto que afirmo.
Pero aun es más grande el número de los individuos a quienes esta pasión conduce al manicomio.
Por último, se comprueban cada año diversos casos de doble suicidio, cuando dos amantes desesperados caen víctimas de las circunstancias exteriores que los separan.
En cuanto a mí, nunca he comprendido como dos seres que se aman y creen hallar en ese amor la felicidad suprema, no prefieren romper violentamente con todas las convenciones sociales y sufrir todo género de vergüenzas, antes que abandonar la vida, renunciando a una ventura más allá de la cual no imaginan que existan otras. En cuanto a los grados inferiores, los ligeros ataques de esa pasión, todo el mundo los tiene a diario ante su vista, y a poco joven que sea uno, la mayor parte del tiempo los tiene también en el corazón.
Por tanto, no es licito dudar de la realidad del amor ni de su importancia.
En vez de asombrarse de que un filósofo trate también de apoderarse de esta cuestión, tema eterno para todos los poetas, más bien debiera sorprender que un asunto que representa en la vida humana un papel tan importante haya sido hasta ahora abandonado por los filósofos y se nos presente como materia nueva.
De todos los filósofos es Platón quien se ocupó más del amor, sobre todo en el Banquete y en Fedro.
Lo que dijo acerca de este asunto entra en el dominio de los mitos, fábulas y juegos de ingenio, y sobre todo concierne al amor griego. Lo poco que de él dice Rousseau en el Discurso sobre la desigualdad es falso e insuficiente. Kant, en la tercera parte del Tratado sobre el sentimiento de lo bello y de lo sublime, toca el amor de una manera harto superficial y a veces inexacta, como quien no es muy ducho en él. Platner; en su antropología, no res ofrece sino ideas medianas y corrientes. La definición de Spinoza merece citarse a causa de su extremada sencillez: Amor est titillatio, concomitante idea causœ externœ (Eth. IV, prop. 44 ídem).
No tengo, pues, que servirme de mis predecesores ni refutarlos. No por los libros, sino por la observación de la vida exterior, es como este asunto se ha impuesto a mí y ha ocupado un puesto por sí mismo en el conjunto de mis consideraciones acerca del mundo.
No espero aprobación ni elogio por parte de los enamorados, que naturalmente propenden a expresar con las imágenes más sublimes y más etéreas la intensidad de sus sentimientos. A los tales mi punto de vista les parecerá demasiado físico, harto material, por metafísico y trascendente que sea en el fondo.
Antes de juzgarme, que se den cuenta de que el objeto de su amor, o sea la mujer a la cual exaltan hoy en madrigales y sonetos, apenas hubiera obtenido de ellos una mirada si hubiese nacido diez y ocho años antes.
Toda inclinación tierna, por etérea que afecte ser, sumerge todas sus raíces en el instinto natural de los sexos, y hasta no es otra cosa más que este instinto especializado, determinado, individualizado por completo.
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