Resumen del libro:
Los seis reveladores ensayos recogidos en el presente volumen, compuestos durante el primer tercio del siglo XX, brindan la siempre personalísima visión de su autor sobre cuestiones universales, ya se trate de amar, de vivir la vida con conciencia y plenitud o de conocer y conocerse en el sentido más esencial del término; textos que se adentran sin ambages en el ámbito de la filosofía, la religión y el arte, que a la par plantean su propio abanico de respuestas, iluminan las sendas por las que deambula la confundida humanidad.
El amor
El amor es la felicidad del mundo. Pero la felicidad no es todo lo que nos colma.
El amor es una confluencia. Pero no puede haber confluencia sin la correspondiente separación. En el amor, todas las cosas confluyen en unidad de gozo y alabanza. Pero no se unirían si antes no estuvieran separadas. Y después de cerrarse el círculo completo de su unidad, no pueden ir más allá en el amor. El movimiento del amor, como la marea, se completa de este modo; tiene que haber un flujo y un reflujo.
De tal modo que la confluencia depende de la separación; la sístole depende de la diástole; el flujo depende del reflujo. No puede haber nunca un amor universal e inquebrantable. No puede haber marea alta en todo el planeta al mismo tiempo. No existe ni existirá nunca el reino irrefutable del amor.
Porque el amor es en puridad un viaje. «Mejor viajar que llegar a puerto», dijo alguien. En eso se basa la descreencia. Es una creencia en el amor absoluto, olvidando que el amor es por naturaleza relativo. Es una creencia en los medios, pero no en el fin. Es ésta en realidad una creencia en la fuerza, ya que el amor es una fuerza unificadora.
¿Cómo se puede creer en la fuerza? La fuerza es instrumental y funcional, no es ni un inicio ni un final. Viajamos para llegar a puerto, no viajamos por viajar. Esta forma de viajar es, cuanto menos, pura futilidad. Viajamos para llegar a puerto.
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