El agente secreto
Resumen del libro: "El agente secreto" de Joseph Conrad
Los lectores de esta novela han estado más acordes que los críticos: «El agente secreto» es una obra que gusta. Conrad, que siempre ha parecido un plato fuerte incluso para los lectores más exigentes, en este libro supo bajar a las zonas habitadas por Dickens, sin olvidar por ello los tortuosos pasillos del alma. Alguien afirmó que solo quien hubiera estado en contacto con el mundo que describe podría acertar así en los elementos fundamentales. Este juicio da idea de la solidez y verosimilitud con que está construida esta historia de terrorismo anarquista, y de la seriedad con que el autor se tomaba su tarea de escritor. Por eso ningún lector podrá olvidr fácilmente a Winnie.
Capítulo I
Aquella mañana, cuando el señor Verloc salió de casa, dejó teóricamente a su cuñado a cargo de la tienda, porque apenas había algo que hacer durante todo el día y prácticamente nada en absoluto antes de la caída de la tarde. Además, al señor Verloc no le interesaba gran cosa el negocio, que le servía de tapadera, y su mujer cuidaba de su cuñado.
La tienda era pequeña, como la casa donde estaba ubicada. Era esta uno de esos edificios mugrientos de ladrillo que tanto abundaban antes de que la era de la reconstrucción empezase a hacerse sentir en Londres. La tienda tenía forma de caja cuadrada, y la fachada estaba formada por paneles de cristal. Durante el día la puerta permanecía cerrada, y al atardecer estaba discreta pero sospechosamente entornada.
En el escaparate había fotografías de bailarinas más o menos desnudas, paquetes indescriptibles que parecían cajas de medicinas, sobres amarillos cerrados de un papel muy endeble, con los números dos y seis marcados con gruesos trazos negros; unos cuantos ejemplares antiguos de publicaciones cómicas francesas colgando de una cuerda como si los hubieran puesto a secar, un sucio jarrón de porcelana azul, un arcón de madera negra, frascos de tinta de marcar y sellos de caucho; unos cuantos libros cuyos títulos insinuaban indecencia y unos cuantos ejemplares, que parecían antiguos, de periódicos desconocidos y mal impresos, con nombres tan rimbombantes como La Antorcha y El Gong. Las dos lámparas de gas del escaparate estaban siempre a media luz, por economía o por los clientes.
Los clientes eran, o bien hombres muy jóvenes, que merodeaban un rato alrededor del escaparate antes de deslizarse de pronto en la tienda, o bien hombres más bien maduros, pero por lo general con aspecto de andar muy mal de fondos. Algunos de estos últimos iban con el cuello del abrigo subido hasta el bigote y con restos de barro en los bajos de los pantalones, que parecían muy gastados y de poca calidad. En general, las piernas que cubrían tampoco parecían valer mucho. Se colaban en la tienda de costado, con las manos hundidas en los bolsillos del abrigo y con un hombro por delante, como temiendo hacer sonar la campanilla.
…
Joseph Conrad Escritor británico de origen polaco, nació en Berdyczów el 3 de diciembre de 1857. Debido a la profundidad de su obra, en la que analiza los rincones más débiles y oscuros del alma humana, está considerado uno de los grandes autores en lengua inglesa del S.XIX.
Conrad nació en el seno de una familia noble, muy activa dentro de los movimientos nacionalista polacos, algo que supuso su exilio tras la insurrección polaca sucedida en 1863. Tras quedar huérfano marchó a Marsella donde, a los 17 años, se enroló como marinero en un barco mercante.
De sus experiencias como marino por las costas de Sudamérica, India o África se nutren muchos de sus posteriores relatos, así como de sus vivencias durante las guerras Carlistas en España, donde luchó del lado del Archiduque.
Nacionalizado inglés tras varios años enrolado en la Royal Navy decidió retirarse a los 38 años para dedicarse de manera íntegra a la escritura. Comenzó a escribir en inglés, cuya escritura no dominaba al principio en favor de idiomas como el polaco o el francés.
Es importante su visita al Congo Belga en 1888, donde constató las atrocidades cometidas con la población indígena, algo que sentaría las bases de una de sus novelas más famosas, El corazón de las tinieblas. Conrad también escribió algunos de los clásicos más memorables de la novela de aventuras, como Lord Jim o Un vagabundo en las islas.
Su estilo, a medio camino entre la tradición clásica y el nuevo modernismo que más tarde reinaría en Europa, está también influenciado por el romanticismo pese a tratar sus relatos con una gran dosis de realismo.
Joseph Conrad murió en Bishopsbourne el 3 de agosto de 1924.