Resumen del libro:
Transcurre durante los 46 minutos que dura la ejecución de la «Sinfonía Heroica» de Beethoven en un teatro de La Habana donde se ha refugiado un joven que ha pasado del combate político a la acción terrorista y, mediante la tortura, a la traición. Sus antiguos camaradas, convertidos ahora en sus perseguidores, lo aguardan en las filas de atrás.
Prólogo
Julio Travieso Serrano
Hacia 1956, Alejo Carpentier es ya un escritor de renombre en las letras latinoamericanas con una conocida obra literaria. En 1949 ha publicado, en México, El reino de este mundo, importante novela, tanto por ella misma como por el prólogo que la acompaña, en el cual explica su concepción de lo que él llamó lo real maravilloso americano. Luego, en 1953, edita, también en México, otra obra fundacional de la novelística latinoamericana: Los pasos perdidos.
Ambas obras (unidas a dos relatos publicados anteriormente, “Viaje a la semilla”, en 1944 y “Semejante a la noche”, en 1946) transitan por los caminos de lo real maravilloso. Mientras los recorren, se adentran en el frondoso bosque de lo barroco, de lo fastuoso americano que, en palabras de otro gran escritor cubano, José Lezama Lima, es una “manera del saboreo y del tratamiento de los manjares que exhalan un vivir completo, refinado y misterioso”.
En aquellos años, quizá los más importantes de su creación intelectual, Carpentier, viajero incansable, radica en Caracas, no entregado precisamente a la literatura, sino al periodismo y a actividades publicitarias, porque la literatura, por lo menos en estas tierras, nunca ha dado para vivir enteramente de ella, a no ser que te llames García Márquez o Isabel Allende. En esos tiempos el cubano, con todo y sus buenas novelas anteriores, era sólo Alejo Carpentier Valmont, hijo de un emigrado francés y una emigrada rusa que se habían asentado en la gran isla del Caribe, y no don Alejo Carpentier, Premio Cervantes de las letras, unos cuantos premios internacionales más, y posible candidato al Nobel, que finalmente no le otorgaron con toda injusticia, al igual que no se lo dieron a Rulfo.
Antes de Caracas ha vivido en su ciudad natal, La Habana, y antes en París y ha estado en España, Haití y en otras muchas partes, lo que, unido a su gran cultura, le da a su literatura, independientemente de los temas latinoamericanos, un marcado carácter cosmopolita que se refleja en sus referencias y en sus entornos.
Con ese bagaje a cuestas, Carpentier publica, en 1956, El acoso, un año después que Rulfo su Pedro Páramo, y casi al mismo tiempo que Guimaraes Rosa nos entregara Gran Sertón Veredas, otra de las grandes obras de las letras iberoamericanas.
El acoso, novela muy diferente a las suyas anteriores, rompe con una de las reglas de oro del éxito comercial: “No te apartes de lo que ya ha gustado”. Por supuesto, Carpentier no era un mercachifle ni un comerciante, sino todo un señor intelectual que se respetaba a sí mismo, a su obra, a la literatura, y no creía en reglas comerciales. Por desgracia, en la actualidad, muchos no son como él y, día tras día, nos abruman con sus mismos temas de siempre, trillados y más que trillados, en el más puro estilo de Corín Tellado.
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