Dos mujeres
Resumen del libro: "Dos mujeres" de Gertrudis Gómez de Avellaneda
Dos mujeres gira alrededor del típico matrimonio burgués entre dos jóvenes provincianos, Luisa y Carlos, concertado por sus padres desde la niñez. Un viaje de Carlos a Madrid lo pone en contacto con la hermosa y cultivada Catalina, con quien inicia unos amores que descubren, por contraste, la sosa ingenuidad de su legítima esposa. Mas Luisa sigue a Carlos a Madrid y al saber que va a marcharse del país con su amante, decide tener una confrontación directa con esta. Sorpresivamente, la dramática entrevista termina con un acuerdo entre ambas mujeres: la esposa le deja el camino libre a la amante, e incluso cuidará todas las apariencias para evitar el escándalo. Catalina, a última hora, siente escrúpulos de conciencia y se suicida. Luisa se marcha con su esposo al extranjero, pero en el epílogo de la novela nos enteramos del completo fracaso de aquel matrimonio. Y la autora, al final, reflexiona sobre el inexorable vínculo conyugal burgués, que ha hecho igualmente infelices a “la culpable” y a “la virtuosa”, ambas, “acaso también igualmente nobles y generosas”.
Capítulo I
-Te repito por centésima vez, hermana, que es absolutamente preciso que mi hijo conozca un poco del mundo antes de contraer empeños tan solemnes como los del matrimonio.
-Sí, porque arrojar a un pobre muchacho de veinte años, que sale de un colegio, en esa Babilonia de Madrid, para que le perviertan y corrompan, es el mejor medio de prepararle a ser un buen marido. ¡A la verdad, hermano, que discurres con acierto!
-Leonor, tú interpretas mis palabras con una arbitrariedad que me pasma. ¿Quién trata de arrojar a Carlos, como dices tú, para que le perviertan y le corrompan? No pude mi hijo ir a la corte recomendando a sujetos apreciables y prudentes, que le sirvan de guía en ésa que tú llamas Babilonia? Además, en Madrid como en Sevilla hay bueno y malo: no sé por qué se ha de suponer que todo el que vaya, habrá de pervertirse forzosamente. ¡Tienes unas preocupaciones tan injustas y tan tenaces!
-¡Y tú unos caprichos tan inconcebibles!… Conque, en fin, Francisco, estás resuelto a pesar de las repetidas reflexiones que te hago, a enviar al chico a Madrid apenas llegue a Sevilla.
-No digo yo que sea precisamente apenas llegue a Sevilla, no por cierto. Hace ocho años que no veo a Carlos y…
-Gracias a la loca manía que tuviste de querer hacer a tu hijo un revolucionario, un hereje, un francés. No fue ciertamente mi dictamen el que seguiste cuando enviaste a Carlos a tomar lo que tú llamas una brillante educación, a un colegio de Francia: de esa Nínive, de ese centro de corrupción, de herejías, de…
-Por el amor de Dios, hermana, suspende tus calificaciones y déjame concluir lo que iba diciendo. Repito que hace ocho años no veo a mi hijo, y que es natural desee tenerlo a mi lado algunos meses antes de volver a separarme de él. Pero después, es cosa decidida, después irá a Madrid, irá a tomar ese bañito de corte que sienta tan bien a un joven de su clase, y que en nada, así lo espero, podrá perjudicar a sus sentimientos y buenas costumbres. ¡Hermana Leonor! Ningún Silva ha sido pícaro ni libertino, y yo juro, vive Dios, que no será Carlos el primero.
-Pero ¿qué necesidad tiene Carlos de ese bañito de corte, como tú dices? Porque se quede tranquilo en su patria al lado de su padre y de su esposa, cuidando sus intereses, que a Dios gracias son considerables, será menos caballero, menos estimado de sus compatriotas? ¿Pierde algo con no ir a Madrid?
-Sí, señora, porque este paseo, que por otra parte no será largo, le proporcionará revivir útiles relaciones, que yo tengo muy descuidadas: podrá, por medio de ellas, vestir el distinguido hábito de Carlos III que yo obtuve a su edad, pues mi hijo no ha de ser menos que yo; se dará a conocer y cultivará la amistad su primo que es capellán de la Reina, anciano valetudinario y poderosos, que no tiene parientes más próximos… en fin, suponte que ninguna ventaja resulte de este viaje, yo lo quiero y esto basta.
-Ésa es la razón que tú acostumbras oponer a todas las que yo te presento para apartarte de alguno de los proyectos desatinados que formas cada día. A la verdad, hermano, que a los cincuenta y cuatro años eres más loco que fuiste a los veinte.
-Y tú más tenaz y dominante a los cincuenta que a los diez y ocho, cuando te casate con aquel pobre hombre a quien echaste a la sepultura a fuerza de impertinencias. Estas beatas o devotas son más temibles que una legión de demonios.
-¡Hermano Francisco!
-¡Hermana Leonor!
-Tú te excedes.
-Tú me precipitas.
…
Gertrudis Gómez de Avellaneda. Fue una de las escritoras más destacadas del romanticismo hispanoamericano. Nació en Cuba el 23 de marzo de 1814, en una familia acomodada de ascendencia española. Desde niña mostró su talento literario y su rebeldía ante las convenciones sociales de la época. Huérfana de padre a los nueve años, se opuso al matrimonio que le habían concertado con un pariente rico y mayor que ella, y se enamoró de un joven llamado Loynaz, con quien protagonizó un escándalo al fugarse de su casa.
En 1836, viajó a España con su madre y su hermano Manuel, con quien mantenía una estrecha relación. Allí se instaló primero en La Coruña, donde conoció a Francisco Ricafort, otro amor frustrado que le inspiró varios poemas. Luego se trasladó a Sevilla, donde vivió en la casa de los Gómez de Avellaneda y empezó a publicar bajo el seudónimo de La Peregrina. En 1839, se mudó a Madrid, donde se consagró como escritora y dramaturga, y donde también vivió intensas pasiones amorosas con Ignacio de Cepeda y Gabriel García Tassara, entre otros.
Su obra abarca diversos géneros, como la poesía, la novela y el teatro. Se caracteriza por su originalidad, su fuerza expresiva y su compromiso social. Entre sus obras más famosas se encuentran Sab (1841), considerada la primera novela antiesclavista de la literatura hispanoamericana; Guatimozín, último emperador de México (1846), una novela histórica sobre la conquista española; Saúl (1849) y Baltasar (1858), dos dramas bíblicos de gran éxito; y Alfonso Munio (1869), una novela autobiográfica sobre su relación con Cepeda.
Gertrudis Gómez de Avellaneda fue una mujer adelantada a su tiempo, que defendió los derechos de las mujeres y los esclavos, y que se enfrentó al machismo y al racismo de la sociedad decimonónica. Fue candidata a ocupar un sillón en la Real Academia Española, pero no lo consiguió por el rechazo de los académicos. Murió en Madrid el 1 de febrero de 1873, dejando una obra extensa e influyente que la sitúa entre las grandes figuras de las letras hispanas.