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Doctor Zhivago

Doctor Zhivago - Borís Pasternak

Doctor Zhivago - Borís Pasternak

Resumen del libro:

No es una novela contrarrevolucionaria ni tergiversa las ideas de la revolución. Describe en ella Pasternak, sin abiertas intenciones polémicas, la vida de un testigo de una de las épocas más trágicas de la historia rusa. Sólo a comienzos de 1988 esta novela fue publicada en Rusia. Dr. Zhivago, la novela de Pasternak galardonada con el Premio Nobel en 1958, es sin duda el best-seller mundial numero uno de las ultimas decadas. Pero ha sido ademas reconocida por toda la crítica como una obra maestra. La tragedia del protagonista es la tragedia del intelectual revolucionario romántico golpeado por acontecimiento frente a los que nada puede hacer el hombre solo. El Dr. Zhivago es tambien la historia de un grande y desesperado amor.

I – EL RÁPIDO DE LAS CINCO

Andaban, y al andar cantaban Eterna memoria. Los pies, los caballos y el soplo del viento parecían continuar el cántico cuando se detenían. Los transeúntes abrían paso al cortejo, contaban las coronas y se santiguaban. Los curiosos, metiéndose entre las filas, preguntaban:

—¿Quién es el muerto?

Y les respondían:

—Zhivago.

–¡Ah! Entonces se comprende.

—Pero no él. Ella.

—Lo mismo da. ¡Dios la haya perdonado! Lujoso entierro.

Transcurrieron los últimos minutos, contados e irreversibles.

El sacerdote, con el ademán de la bendición, arrojó un puñado de tierra sobre María Nikoláievna. Se entonó Por el alma de los justos. Después comenzó una terrible carrera. Cerraron el ataúd, lo clavaron y lo bajaron a la fosa. Tamborileó sobre la caja la lluvia de las paletadas de tierra arrojada apresuradamente con cuatro palas, hasta que se formó un pequeño túmulo. Sobre él se encaramó un niño de diez años.

Sólo en ese estado de necia insensibilidad que suele producirse en los entierros solemnes puede parecer plausible que un chiquillo quiera pronunciar unas palabras sobre la tumba de su propia madre.

Levantó la cabeza y desde el túmulo abarcó con mirada ausente los desiertos campos otoñales y las cúpulas del monasterio. Contrajo levemente el achatado rostro y alargó el cuello. Si hubiese sido un lobezno el que levantara la cabeza con aquel ceño, hubiérase dicho que estaba a punto de aullar. El chiquillo se tapó la cara con las manos y prorrumpió en sollozos. Una nube que acudía hacia él comenzó a golpearlo sobre las manos y la cara con los líquidos azotes de un helado chubasco. Un hombre se acercó a la tumba; vestía de negro, y las mangas estrechas y ceñidas formaban pliegues en sus brazos. Era el hermano de la difunta y tío del chiquillo que lloraba, el sacerdote Nikolái Nikoláevich Vedeniapin, fuera de su ministerio a petición propia. Se acercó al chiquillo y se lo llevó.

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