Discurso del método
Resumen del libro: "Discurso del método" de René Descartes
El Discurso, texto eminentemente filosófico, marca el punto de ruptura con el mundo conceptual del medievo, dominado por la escolástica. Al mismo tiempo, y junto a su valor fundamental, es también una crónica del pensamiento, un libro de memorias, una elaboración científica en la que el investigador pasa a primer plano, a la primera persona. Así reconocemos, a la par que la obra que funda los cimientos del mundo moderno, un minucioso retrato de su creador: René Descartes.
Prólogo
Vitam impendere vero*
[*Consagrar la vida a la búsqueda de la verdad]
El Discurso del método y las Meditaciones metafísicas son obras de plenitud mental. Exceptuando algunos diálogos de Platón, no hay libro alguno que las supere en profundidad y en variedad de intereses y sugestiones. Inauguran la filosofía moderna; abren nuevos cauces a la ciencia; iluminan los rasgos esenciales de la literatura y del carácter francés; en suma, son la autobiografía espiritual de un ingenio superior, que representa, en grado máximo, las más nobles cualidades de una raza nobilísima.
No podemos aspirar, en este breve prólogo, a presentar el pensamiento de Descartes en la riquísima diversidad de sus matices filosóficos, literarios, científicos, artísticos, políticos y aun técnicos. Nos limitaremos, pues, a la filosofía; y aun dentro de este terreno expondremos sólo los temas generales de mayor virtualidad histórica. El pensamiento cartesiano es como el pórtico de la filosofía moderna. Los rasgos característicos de su arquitectura se encuentran reproducidos, en líneas generales, en la estructura y economía ideológica de los sistemas posteriores. Descartes inaugura la actitud filosófica que, en su raíz, recibe el nombre de idealismo. Desde entonces el idealismo domina sobre todo el pensamiento moderno. El grupo de problemas que, derivados de esa actitud, propone Descartes a la reflexión filosófica ocupará los espíritus durante más de un siglo. El nuevo conjunto de cuestiones con que Kant sustituye a los problemas propiamente cartesianos se deriva —aunque en otra modalidad— de la actitud idealista fundamental. Puede decirse, por consiguiente, que el impulso y la dirección dados por Descartes a la filosofía llenan tres siglos de pensar humano. Sólo hoy comienza la filosofía a vivir la posibilidad, la necesidad y el esfuerzo de superar el punto de vista del idealismo. La historia de la filosofía no es, como muchos creen, una confusa y desconcertante sucesión de doctrinas u opiniones heterogéneas, sino una continuidad real de superaciones históricas necesarias.
1 – Antecedentes: El Renacimiento
La gran dificultad que se le presenta al historiador del cartesianismo es la de encontrar el entronque de Descartes con la filosofía precedente. No es bastante, claro está, señalar literales coincidencias entre Descartes y San Anselmo, ni hacer notar minuciosamente que ha habido en los siglos XV y XVI tales o cuales filósofos que han dudado, y hasta elogiado la duda, o que han hecho de la razón natural el criterio de la verdad, o que han escrito sobre el método, o que han encomiado las matemáticas. Nada de eso es antecedente histórico profundo, sino a lo sumo concordancias de poca monta, superficiales, externas, verbales. En realidad, Descartes, como dice Hamelin, «parece venir inmediatamente después de los antiguos».
Pero entre Descartes y la escolástica hay un hecho cultural —no sólo científico— de importancia incalculable: el Renacimiento. Ahora bien, el Renacimiento está en todas partes más y mejor representado que en la filosofía. Está eminentemente expreso en los artistas, en los poetas, en los científicos, en los teólogos, en Leonardo da Vinci, en Ronsard, en Galileo, en Lutero, en el espíritu, en suma, que orea con un nuevo aliento las fuerzas todas de la producción humana. A este espíritu renacentista hay que referir inmediatamente la filosofía cartesiana. Descartes es el primer filósofo del Renacimiento.
La Edad Media no ha sido, como muchos creen, una época bárbara y oscura. En el juicio vulgar sobre ese período hay un error de perspectiva o, mejor dicho, un error de visión, que proviene de la gran fogata del Renacimiento que ciega y deslumbra, impidiendo ver bien lo que queda allende la llamarada. El Renacimiento es una época de crisis; es decir, época en que las convicciones vitales de los siglos anteriores se resquebrajan, cesan de regir, dejan de ser creídas. El quebrantamiento de la unidad religiosa, el descubrimiento de la Tierra, la nueva concepción del sistema solar, la admiración por el arte, la vida y la filosofía de los antiguos, los intentos reiterados de desenvolver una sensibilidad nueva en la producción artística, poética, científica, son otros tantos síntomas inequívocos de la gran crisis por que atraviesa la cultura europea. El Renacimiento se presenta, pues, primer como un acto de negación; es la ruptura con el pasado, es la crítica implacable de las creencias sobre las que la humanidad venía viviendo. El realismo aristotélico, que servía de base a ese conjunto de convicciones, perece también con ellas. Recibe día tras día durísimos certeros golpes. El hombre del Renacimiento se queda entonces sin filosofía. Mas el hombre no puede vivir sin filosofía; porque cuando le falta una convicción básica en que apoyar las plantas, siéntese perdido y como náufrago en el piélago de la incertidumbre. Esta angustia intolerable de la duda ha sido magistralmente descrita por Descartes en las primeras líneas de la segunda meditación metafísica:
René Descartes. Filósofo francés, fue uno de los grandes pensadores de la Edad Moderna, siendo conocido por sus grandes avances en terrenos como la geometría o la filosofía, sentando las bases del método científico. Descartes comenzó su educación en La Flèche, donde estudió a los clásicos, y los fundamentos científicos que luego le servirían en la Universidad de Poitiers para estudiar Derecho y Medicina. Tras un breve paso por la vida militar, Descartes inicia una serie de viajes por Europa, poniéndose en contacto con otros eruditos de la época, eligiendo finalmente a los Países Bajos como su lugar de residencia.
Descartes escribió sobre filosofía, geometría, matemáticas y física, realizando aportaciones muy importantes en todos estos campos. Se le considera como el padre de la filosofía moderna gracias al tratamiento que realizó sobre los problemas epistemológicos, siendo fundamental en la filosofía cartesiana su tratado sobre el Discurso del método, donde se plasman las bases que servirían para la posterior revolución científica.
Además, es importante conocer sus reflexiones sobre la metafísica, con especial atención a la teoría de las dos sustancias, que llevó a Descartes a una de sus más conocidas afirmaciones, Cogito, ergo sum, Pienso, luego existo, base también del racionalismo.
René Descartes murió de neumonía en Estocolmo el 11 de febrero de 1650 mientras atendía la llamada de la Reina Cristina de Suecia.