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Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura

Resumen del libro:

En el relato que da título al volumen, que supuso la consagración de Kenzaburō Oé, el gran autor japonés, galardonado con el Nobel, así como en «Agüí, el monstruo del cielo», vuelve sobre el tema del hijo retrasado para elevarlo a una categoría mítica y alegórica, que, sin embargo, no pierde la ternura y la violencia de la irrefutable proximidad de lo real. En Oé afloran a un tiempo la pérdida y la culpa, el desenmascaramiento de un sistema de mentiras oficiales que intenta esconder bajo el victimismo del vencido las propias miserias morales y los infames y nada casuales errores políticos. Es allí donde los grandes escritores demuestran que la más genuina diversión literaria trasciende hacia el ámbito de la reflexión y del testimonio del valor histórico y social. Un libro que supone una espléndida puerta de acceso a una de las obras más modernas, originales y sugestivas que haya dado Oriente durante el presente siglo.

Introducción

El pasado es una mímica inabordable: de convenciones rituales, de sufrimientos autoinfligidos, de actos desesperados que se sumergen en los silencios extrahumanos de la locura, del harakiri (Kawabata, Mishima, los kamikazes estrellándose contra los portaaviones norteamericanos en nombre del emperador). El futuro, desde el vemos, una promesa incumplida: en el hijo deficiente o condenado, en el cáncer que se extiende inexorable, en la imposibilidad metafísica de producir un cambio y situarse en ese otro lugar que no es ahora.

Escritura entre abismos, la obra de Kenzaburō Ōe (Ose, Japón, 1935) da a ese presente al que se confina —inmóvil como el pasado mítico de las fábulas— un sentido muy distinto del mero abandonarse a lo que depare el día. Al igual que en el tiempo ahistórico del sueño posmoderno, sus personajes son prisioneros de una experiencia a la que les están negados, en primera instancia, tanto la esperanza redentora del futuro como el consuelo del ciclo de conjeturas genealógicas y explicaciones míticas del pasado. Pero a diferencia de aquél, su literatura insiste en interrogar ese presente inescapable en busca de las constantes del destino del hombre. En sus personajes cautivos, siempre al borde de lo autobiográfico, la locura quiere descifrarse a sí misma y reponer al hombre en su relato discontinuo, en la pista de su sentido extraviado. Desde la aparición de sus primeros cuentos en la década del sesenta, Oé ha ocupado un lugar principal en la literatura japonesa posterior a la segunda guerra mundial. Formado en la tradición francesa, profesor en el Colegio de México durante los años setenta, conocedor de la literatura hispanoamericana —que lee en su lengua original—, fluido interlocutor de escritores como Octavio Paz o Günter Grass, Oé alcanzó notoriedad en Occidente, a partir de los ochenta, con libros como La presa, Una cuestión personal y El grito silencioso, que contribuyeron a abrir las fronteras literarias de su país. Yukio Mishima, de quien Oé puede considerarse el polo opuesto, dejó en una frase un testamento atendible: «La cúspide de la literatura japonesa actual hay que buscarla en Kenzaburō Ōe». Henry Miller, para quien el autor de Crimen y castigo, El idiota y Los hermanos Karamazov representa la mayor gloria literaria, no escatimó en el elogio: «Kenzaburō Ōe es un legítimo heredero de Dostoievski». En 1994 ese reconocimiento mundial hizo cuerpo en el premio Nobel de literatura.

Kenzaburō Ōe, escritor dotado de un intenso sentido musical, de una prosa precisa y aparentemente simple cuyas resonancias se paladean en muchos niveles de lectura, y de una penetración humana cálida y desesperada, ha sabido, en todo caso, como Dostoievski, fundir la tragedia singular de los personajes con la tragedia colectiva de sus tiempos históricos. Seguidor de Dante, de Erasmo y Rabelais, de los grandes humanistas del Renacimiento, apasionado lector del Quijote, Oé manifestó siempre su adhesión al personaje de Sancho Panza: la locura se desdobla en su propio escudero, que la secundará como una sombra para suplicarle desde el fondo de la propia alienación, igual que el hombre gordo del relato que presentamos aquí: «¡Oh, te lo suplico, dime cómo sobreviviremos todos a nuestra locura!». A pesar de haberse reconocido a sí mismo como un pesimista en el brevísimo plazo de una vida humana, o en el de unas cuantas generaciones, Kenzaburō Ōe ha defendido en su literatura y en su vida la necesidad de refundar el humanismo, que sólo puede surgir, según el escritor, de nuestros fantasmas más oscuros, del vértigo capital de los horrores de este siglo: Nankín, Auschwitz, Dresden, Hiroshima.

Dinos cómo sobrevivir a nuestra locura – Kenzaburō Ōe

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