Resumen del libro:
Diario de Moscú narra las vivencias de Walter Benjamin de su viaje a Rusia entre diciembre de 1926 y febrero de 1927 para tomar la decisión de afiliarse o no al Partido Comunista ruso. Es el único documento íntimo que dejó este gran filósofo, e incluye narraciones de vida cotidiana, desencuentros amorosos, problemas con amistades y reflexiones sobre la historia y la política rusas.
9 de diciembre
Llegué el 6 de diciembre. En el tren, había tomado nota mental del nombre del hotel y de la dirección, por si acaso no hubiera nadie esperándome en la estación. En la frontera me habían hecho pagar un extra por viajar en primera clase, bajo pretexto de que no quedaban asientos en segunda. Fue un alivio ver que no había nadie en el andén viéndome bajar del coche-cama. Tampoco había nadie en la estación, siquiera; pero no fue algo que me desilusionara demasiado. Luego, cuando ya dejaba la estación Bielorrusa-Báltico, apareció Reich. El tren había llegado a horario, ni un segundo más tarde. Nos subimos a un trineo, con las dos maletas; era un día de deshielo, estaba cálido. Apenas habíamos recorrido unos minutos por la amplia Tverskaya, con su mezcla de nieve y barro, cuando vimos a Asja saludándonos del otro lado de la calle. Reich se bajó y caminó la poca distancia que quedaba hasta el hotel, nosotros seguimos en el trineo. Asja no se veía muy linda, hundida en su gorro de piel ruso y con la cara todavía hinchada, después de haber pasado varios días en cama.
Tuvimos una breve parada en el hotel y luego fuimos a tomar el té a una confitería que quedaba cerca del sanatorio. Allí la puse al día acerca de Brecht y luego Asja, que se había escabullido del sanatorio durante la hora de descanso, decidió regresar por una puerta lateral para evitar ser vista, mientras Reich y yo ingresamos por las escaleras principales. Allí, por segunda vez, accedimos a la costumbre local de sacarse las botas. La primera había sido en el hotel, pese a que solamente pasamos para que nos recibieran el equipaje y nos prometieran una habitación para la noche. La compañera de habitación de Asja, una robusta obrera textil, no se encontraba allí, y la vería por primera vez el día siguiente. Ahí estábamos, juntos y solos durante unos minutos bajo el mismo techo por primera vez. Asja me miró muy afectuosamente e hizo alusión a aquella decisiva conversación que tuvimos en Riga. Después Reich me acompañó de regreso al hotel, donde comimos algo en mi habitación para luego ir al teatro Meyerhold, donde veríamos el primer ensayo general de El revisor. A pesar de los esfuerzos de Asja, no pude conseguir un ticket. Así que deambulé por Tverskaya en dirección al Kremlin durante media hora, y otro tanto de regreso, leyendo atentamente los carteles de los negocios mientras caminaba con cuidado sobre la vereda congelada. Luego, muy cansado, e imaginablemente triste, volví a mi habitación.
7 de diciembre
Por la mañana, me pasó a buscar Reich. Recorrido: Petrovka (para registrar mi visita en la policía), luego fuimos al Instituto Kameneva (para gestionar un asiento de 1,5 rublos en el Instituto de Cultura. También hablé allí con su representante alemán, un auténtico imbécil). Después tomamos la calle Herzen rumbo al Kremlin para pasar por el Mausoleo de Lenin, completamente venido abajo, y para tener una vista panorámica de la catedral de San Isaac. Regresamos por Tverskaya, tomamos el Boulevard Tverskoi rumbo a Dom Herzena, sede de la Asociación Soviética de Escritores Proletarios, la VAPP. Buena comida, que apenas pude disfrutar a causa del esfuerzo que había representado esa caminata en el frío. Me presentaron a Kogan, quien me habló largamente de su gramática rumana y de su diccionario ruso-rumano. Las historias que contó Reich, que en nuestras largas caminatas suelen terminar cansándome, sonaron ahora infinitamente vivaces, repletas de anécdotas y detalles, clarísimas y entretenidas. Contó una sobre un burócrata del Palacio de Hacienda que en sus vacaciones de Pascua dio misa, oficiando de Papa. Y luego otra sobre la modista condenada a prisión por matar a su esposo alcohólico; otra sobre el hooligan que atacó a una pareja de estudiantes en plena calle. Y también otra sobre cuando Stanislavski quiso llevar a escena una obra sobre la Guardia Blanca: de cómo ésta llega a manos de la censura, donde apenas uno de los censores toma nota de ella y la devuelve con algunas modificaciones sugeridas. Meses después, luego de hacer las modificaciones necesarias, Stanislavski hace una función especial para los censores que deviene en la prohibición de la obra. Stanislavski va a ver a Stalin: le dice que está arruinado, pues ha invertido en la obra todo su capital.
Stalin entiende que la obra «no es peligrosa», por lo cual finalmente se estrena, pese a la oposición de los comunistas, que son controlados por la policía durante el estreno. Otra de las historias de Reich es acerca de la novela en clave que trata sobre el «caso Frunze», aparentemente orquestado por orden de Stalin… y siguió Reich, con las novedades políticas: removieron de importantes cargos a miembros de la oposición. Y en una línea de acción similar, también cesaron de cargos intermedios a una gran cantidad de judíos. Antisemitismo en Ucrania. Dejé la VAPP completamente agotado, y me fui solo hasta lo de Asja. La habitación no tardó en llenarse de gente. Una mujer letona llegó y se sentó en la cama contigua a la de Asja, luego llegaron Chestakov y su esposa, quienes de un momento a otro se trenzaron en una fuerte discusión en ruso con Reich y Asja acerca de la producción de Meyerhold de El revisor. Los puntos de mayor discordia son el uso de terciopelo y de seda y los catorce vestidos para su mujer; además, la duración total de la obra es de cinco horas y media. Después de comer, Asja entró a mi cuarto, donde también se encontraba Reich. Antes de irse, Asja nos contó la historia de su enfermedad; luego Reich la acompañó de regreso al sanatorio y volvió al hotel. Yo me quedé acostado mientras él tenía intenciones de ponerse a trabajar. Sin embargo, cortó rápidamente sus tareas para conversar conmigo acerca de la situación de los intelectuales aquí y en Alemania; y de las técnicas literarias contemporáneas en ambos países.
Esto nos lleva a hablar de la reticencia de Reich a la hora de unirse al Partido. Reich hizo hincapié en las inclinaciones reaccionarias del Partido en materia cultural. Los movimientos de izquierda, que tan útiles habían resultado a lo largo del comunismo en tiempos de guerra, pasaron a ser absolutamente dejados de lado. Recién ahora los escritores proletarios adquirieron estatus oficial (excepto Trotsky), e incluso recibieron claras instrucciones acerca de que no serían apoyados de forma alguna por el gobierno. Pienso también en el caso Lelevich, que incluye medidas en contra del frente cultural de los sectores de izquierda (Lelevich había escrito un tratado sobre el método de crítica literaria marxista). En Rusia se da muchísima importancia a una toma de postura política rigurosamente matizada. En cuanto a las técnicas literarias, en Alemania, alcanza con tener un contexto político vago, generalizado, que de todas formas se considera indispensable. La técnica rusa consiste en realizar una amplia exposición de la idea y, de ser posible, no más que eso. El nivel de formación del público ruso es tan bajo que cualquier desarrollo posterior sería inevitablemente incomprendido. En Alemania, en cambio, lo único que se pretende es obtener resultados, sin que a nadie le importe cómo se llega a lograrlos. Esto explica por qué los periódicos alemanes dedican tan poco espacio a disposición de sus periodistas; aquí en Rusia es habitual encontrar artículos de 500 a 600 palabras. Esta charla se prolonga durante un buen rato más. Mi habitación está bien calefaccionada y es espaciosa, se puede considerar un lugar agradable en donde estar.
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