Del vino y del hachís

Resumen del libro: "Del vino y del hachís" de

“Del vino y del hachís” de Charles Baudelaire es un ensayo publicado en 1860 que explora los efectos de estas dos sustancias sobre la mente y la creatividad del poeta. Baudelaire, considerado el padre de la poesía moderna y uno de los poetas malditos del siglo XIX, fue un consumidor habitual de opio, alcohol y derivados del cannabis. En su obra, refleja su visión del mal, la belleza, el goce de la vida y las pasiones.

En este ensayo, Baudelaire compara los beneficios y los riesgos del vino y del hachís, basándose en su experiencia personal y en la de otros escritores, como Thomas de Quincey, a quien traduce. El autor afirma que el vino es una bebida noble que exalta la voluntad, el trabajo, la sociabilidad y la bondad del hombre, mientras que el hachís es un veneno que destruye la voluntad, aísla, induce a la pereza y al suicidio.

No obstante, Baudelaire no idealiza el consumo de drogas, sino que lo presenta como una forma de buscar los paraísos artificiales, es decir, estados alterados de conciencia que permiten acceder a una realidad superior o diferente. Sin embargo, advierte que estos paraísos son ilusorios y efímeros, y que pueden tener consecuencias nefastas para la salud física y mental.

“Del vino y del hachís” es una reflexión profunda y lúcida sobre el papel de las sustancias psicoactivas en la creación artística y en la vida humana. Baudelaire no se limita a describir los efectos del vino y del hachís, sino que los analiza desde una perspectiva filosófica, moral, estética e histórica. Así, ofrece un testimonio valioso y original sobre un tema que sigue siendo actual y controvertido en la actualidad.

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EL VINO

I

Un hombre muy célebre que era al mismo tiempo bastante estúpido, cosas que suelen ir de la mano según parece —tendré más de una vez sin duda el doloroso placer de demostrar esto—, se ha atrevido en un libro sobre gastronomía, escrito desde el doble punto de vista del placer y la higiene, a consignar lo siguiente en el capítulo sobre el Vino: «El patriarca Noé es considerado el inventor del vino; es un licor que se hace con el fruto de la vid». ¿Y después? Después, nada. Será inútil hojear el libro, recorrerlo en todos los sentidos, leerlo del derecho o del revés, nada más se encontrará sobre el vino en la «Fisiología del Gusto» del muy ilustre y respetado Brillat-Savarin: «El patriarca Noé» y «es un licor».

Me imagino que un habitante de la Luna o de algún planeta lejano viaja por nuestro mundo y, cansado por sus largas escalas, desea refrescarse el paladar y calentarse el estómago. Tiene que actualizarse sobre los placeres y costumbres de nuestra Tierra. Ha oído hablar vagamente de deliciosos licores con los que los ciudadanos de este globo se procuran a voluntad; alegría y coraje. Para estar más seguro de su elección, el habitante de la Luna recurre al oráculo del buen gusto, el célebre e infalible Brillat-Savarin, y encuentra en el artículo sobre el vino esta información preciosa: «El patriarca Noé…» y «este licor se hace…». Es algo muy digestivo y muy explicativo. Después de haber leído esta frase es imposible no tener una idea exacta y clara sobre todos los vinos, sus diferentes cualidades, sus inconvenientes y el efecto que ejercen en el estómago y el cerebro.

¡Oh, queridos amigos, no lean a Brillat-Savarin! Dios evita a los que ama las lecturas inútiles. Tal es la primera máxima de un librito de Lavater, filósofo que amó a los hombres más que a todos los jueces del mundo antiguo y moderno. No se ha bautizado postre alguno con el nombre de Lavater, pero el recuerdo de ese hombre angélico seguirá viviendo entre los cristianos cuando los buenos burgueses hayan olvidado ya a Brillat-Savarin, bizcocho insípido cuyo menor defecto consiste en servir de pretexto para un derroche de máximas totalmente pedantes tomadas de la famosa obra maestra. Si una nueva edición de aquella falsa obra maestra se atreve a afrontar la cordura de la humanidad moderna, bebedores melancólicos o bebedores alegres, los que buscan en el vino el recuerdo o el olvido y, al no encontrarlo nunca lo suficientemente a su gusto, no contemplen ya el cielo sino a través del fondo de la botella, bebedores olvidados y desconocidos, ¿comprarán un ejemplar de este libro y cambiarán el bien por el mal, el beneficio por la indiferencia?

Abro la Kreisleriana del divino Hoffmann y leo en ella una recomendación curiosa: «El músico concienzudo debe emplear el Champagne para componer una ópera cómica. En él encontrará la alegría espumante y liviana que el género reclama. La música religiosa exige vino del Rhin o del Jurançon. Como en el fondo de las ideas profundas, en ellos hay una amargura embriagadora; pero la música heroica no puede prescindir del vino de Borgoña; posee el ímpetu severo y la seducción del patriotismo». Esto es mejor ciertamente y, además del sentimiento apasionado de un bebedor, encuentro en ello una imparcialidad que hace el mayor honor a un alemán.

Hoffmann había armado un raro barómetro psicológico destinado a mostrar las diferentes temperaturas y los fenómenos atmosféricos de su alma. En él se encuentran divisiones tales como: «Tendencia ligeramente irónica atemperada por la indulgencia; amor a la soledad con profunda satisfacción de mí mismo; júbilo musical, entusiasmo musical, tempestad musical, alegría sarcástica insoportable para mí mismo, aspiración a salir de mi yo, objetividad excesiva y fusión de mi ser con la naturaleza». No es necesario decir que las divisiones del barómetro moral de Hoffmann estaban acotadas de acuerdo al orden de su generación como en los barómetros corrientes. Me parece que entre ese barómetro psicológico y la explicación de las cualidades musicales de los vinos existe una fraternidad obvia.

Hoffmann comenzaba a ganar dinero cuando se lo llevó la muerte. La fortuna le sonreía. Como nuestro querido y gran Balzac, sólo en los últimos tiempos vio brillar la aurora boreal de sus esperanzas más antiguas. En esa época los editores, —que se disputaban sus cuentos para los almanaques— tenían la costumbre, para obtener su favor, de acompañar sus envíos de dinero con un cajón de vinos franceses.

Del vino y del hachís: Charles Baudelaire

Charles Baudelaire. Poeta francés, uno de los más grandes autores franceses del siglo XIX y está considerado como una de las figuras claves del simbolismo, así como ejemplo del malditismo y la bohemia. Tras la muerte de su padre, su madre contrajo nuevas nupcias con un militar y la educación de Baudelaire se hizo rígida y puritana, algo a lo que el joven autor siempre se resistió. Tras estudiar en varios centros con numerosos problemas de disciplina, Baudelaire comienza estudios de derecho en París, donde se une a tertulias y grupos literarios.

Es en esta época en la que Baudelaire se inicia en el mundo de las drogas, el alcohol y el sexo, provocando numerosos altercados con su familia hasta que accede a entrar en el cuerpo diplomático, algo que, finalmente, decide no hacer continuando con sus costumbres licenciosas.

Baudelaire trabaja cercano al mundo del arte como crítico, siendo muy bien considerado, al mismo tiempo que se gana la vida como traductor de autores como E.T.A. Hoffmann y Edgar Allan Poe, una de sus mayores influencias.

Es la publicación de su obra más conocida, Las flores del mal (1857) el momento en que es acusado en diversos foros de inmoralidad y su fama comienza a extenderse. Pese a las críticas y censuras, Baudelaire ampliaría Las flores del mal y verían la luz otras de sus grandes obras, como Los paraísos artificiales.

En 1864 abandona París cansado de la presión ejercida desde los sectores más rígidos de la sociedad y se establece en Bruselas, donde apenas gana suficiente como para vivir. Su salud empeora, afectado de sífilis sufre varios ataques que minan su capacidad para el habla. Muerto en 1867, Baudelaire sería aclamado por generaciones posteriores como uno de los más grandes autores de poesía de todos los tiempos, autor en el que se conjuga el romanticismo con el simbolismo de una manera única, incomprendida en su época, algo que le hizo ganarse, junto con su actitud frente a la vida, el sobrenombre de poeta maldito.

De entre su obra, además de los grandes títulos ya mencionados, habría que destacar algunas como Spleen de París o Los despojos. La obra crítica de Baudelaire, como Curiosidades estéticas o El arte romántico, también es de gran importancia para los estudiosos del siglo XIX.