Cuatro caminos hacia el perdón

Cuatro caminos hacia el perdón - Ursula K. Le Guin

Resumen del libro: "Cuatro caminos hacia el perdón" de

En un mundo donde toda la humanidad está dividida en bienes y propietarios, donde tradición y liberación se entienden como términos contrapuestos y las mujeres son esclavas de esclavos, la libertad toma muchas formas: conocimiento, amor, compasión o coraje.
Los planetas Werel y Yeowe, en los extremos del universo, albergan una sociedad compleja y perturbadora, en la que unos pocos e inolvidables personajes luchan por llegar a ser plenamente humanos. En esos mundos remotos –que se parecen mucho al nuestro– no hay preguntas insignificantes ni tampoco fáciles respuestas.

Libro Impreso

Traiciones

«En el planeta O no ha habido guerra desde hace cinco milenios —leyó—, y en Gueden no ha habido guerra nunca.» Interrumpió la lectura para descansar la vista y porque intentaba aprender a leer despacio, en vez de engullir las palabras como hacía Tikuli con su comida. «No ha habido guerra nunca»; las palabras se le formaron en la mente, nítidas y luminosas, envueltas en una incredulidad infinita, sombría y confusa. ¿Cómo sería un mundo así, un mundo sin guerra? Sería, un mundo verdadero. La paz era la verdadera vida, una vida de trabajo y aprendizaje, era educar a los niños en el trabajo y el aprendizaje. La guerra, que devoraba obras, enseñanza y niños, era la negación de la realidad. Pero mi pueblo, pensó ella, sólo sabe negar. Nacidos bajo la oscura sombra del abuso de poder, hemos expulsado la paz de nuestro mundo, y ahora es una luz inalcanzable ante nosotros. Sólo sabemos luchar. La poca paz que cada cual puede poner en su vida es sólo una negación de la guerra que continúa, la sombra de una sombra, doblemente increíble.

Las sombras de las nubes se arrastraron sobre los marjales y sobre la página del libro abierto en su regazo, y ella suspiró y cerró los ojos, pensando: «soy una mentirosa». Luego abrió los ojos y continuó leyendo sobre aquellos otros mundos, aquellas realidades lejanas.

Tikuli, que dormía hecho un ovillo bajo la pálida luz del sol, suspiró como si la imitara y se rascó una pulga soñada. Gubu estaba en los cañaverales, de caza: ella no lo veía, pero de tanto en tanto el penacho de un junco se agitaba y una vez una polla de agua echó a volar con un cacareo indignado.

Absorta en la descripción de las peculiares costumbres sociales de los ith, no advirtió a Wada hasta que éste abrió la portezuela del jardín y entró.

—Oh, ya estás aquí —dijo, sorprendida y sintiéndose desprevenida, incompetente, vieja, como siempre que estaba con otros. Sola, únicamente se sentía vieja cuando estaba agotada o enferma. Quizá vivir sola era lo mejor que podía hacer después de todo—. Entra, entra —dijo, levantándose y dejando caer el libro; lo recogió y al hacerlo sintió que se le aflojaba el nudo que le sujetaba el pelo a la espalda—. Ahora mismo voy a buscar mi bolsa y me marcho.

—No hay prisa —dijo el joven con su voz suave—. Eyid todavía tardará un rato en venir.

Muy amable de tu parte decirme que no necesito apresurarme a dejar mi propia casa, pensó Yoss, pero no dijo nada, dócil al insufrible y adorable egoísmo de los jóvenes. Entró en la casa y tomó su bolsa, volvió a recogerse el pelo, se puso un pañuelo en la cabeza y salió al pequeño porche abierto. Wada estaba sentado en la silla que ella había ocupado; cuando ella salió, se levantó de un salto. Era un muchacho tímido, el más gentil de los dos amantes, pensó Yoss.

Cuatro caminos hacia el perdón – Ursula K. Le Guin

Ursula K. Le Guin. Fue una arquitecta de mundos, una narradora cuya capacidad para trazar universos ficticios solo se iguala con la profundidad filosófica que los sustenta. Nacida en Berkeley, California, el 21 de octubre de 1929, su vida y obra siempre estuvieron impregnadas por el contexto académico y cultural en el que creció. Hija del antropólogo Alfred Kroeber y de la escritora Theodora Kroeber, desde temprana edad absorbió el conocimiento y las perspectivas sobre la humanidad y sus formas de organización, que más tarde serían ejes centrales en sus obras de ciencia ficción y fantasía.

Le Guin debutó en la literatura en 1959, pero su reconocimiento masivo llegó con la publicación de Un mago de Terramar en 1968. Esta obra, parte de la serie de Terramar, no solo redefinió el género fantástico al dotarlo de una profundidad moral y filosófica pocas veces vista, sino que también marcó el inicio de una carrera que cambiaría para siempre los paradigmas de la ficción especulativa. Un año después, con La mano izquierda de la oscuridad (1969), desafió las normas de género y sexualidad en la ciencia ficción, explorando el concepto de una sociedad sin género fijo. Esta novela, aclamada como una de sus grandes obras maestras, le otorgó los prestigiosos premios Hugo y Nébula, consolidando a Le Guin como una pionera en un ámbito predominantemente masculino.

Su obra es un prisma que refleja influencias tan diversas como el taoísmo, el feminismo y el anarquismo. A menudo, sus protagonistas eran antropólogos u observadores culturales, figuras que Le Guin utilizaba para trazar puentes entre lo conocido y lo desconocido, entre lo humano y lo alienígena. En novelas como Los desposeídos (1974), explora utopías y distopías, siempre cuestionando la naturaleza del poder y las estructuras sociales. Le Guin no solo imaginaba mundos, sino que, a través de ellos, proponía nuevas maneras de entender el nuestro.

Le Guin subvertía con elegancia las convenciones de la literatura fantástica, otorgando protagonismo a personajes de piel oscura en un tiempo en que la normatividad blanca dominaba el género. Y en obras como El eterno regreso a casa (1985), jugó con la forma y la estructura, creando textos que desafiaban las expectativas del lector. Sus cuentos, como la parábola Los que se alejan de Omelas (1973), son meditados ejercicios de crítica social, que dejan al lector en un estado de reflexión incómoda.

La crítica literaria la ha consagrado como una de las figuras más importantes de la literatura contemporánea. Con más de veinte novelas, cien relatos cortos y múltiples ensayos y poemas, Le Guin ha influido en generaciones de escritores, desde Neil Gaiman hasta Salman Rushdie. A lo largo de su carrera recibió incontables premios, incluido el título de Gran Maestra de la Asociación de Escritores de Ciencia Ficción y Fantasía de Estados Unidos, siendo solo la segunda mujer en obtener tal honor.

Su muerte en 2018 no marcó el fin de su influencia. Como dijo el crítico John Clute, Le Guin presidió la ciencia ficción durante casi medio siglo. No fue solo una escritora de fantasía o de ciencia ficción; fue, en palabras de Michael Chabon, “la escritora estadounidense más importante de su generación”.