Resumen del libro:
Cuadros de la Naturaleza ofrece la visión humboldtiana de la ciencia geográfica, cuyo objeto de estudio son los fenómenos terrestres, incluyendo al hombre, al tratar de descubrir el orden existente en las apariencias caóticas de la Naturaleza y las conexiones que se dan entre fenómenos distantes pero que obedecen a una misma causa. Humboldt utiliza un método empírico de observación sistemática que, por medio del raciocinio, debe conducir a la explicación causal de dichos fenómenos y a su comparación con otros similares. Pero su método no es la simple observación neutra; para él, al igual que para los grandes románticos prusianos, como Schiller y Goethe, la contemplación de la Naturaleza es fuente de placer estético y un camino para su comprensión. En Cuadros de la Naturaleza se enfatiza el goce que embarga al viajero cuando mira, con ojos admirativos, los grandes paisajes de las cordilleras americanas, sus selvas, sus ríos y los restos de las civilizaciones antiguas, sin que por ello se deje llevar por construcciones ideales basadas en la especulación.
Capítulo I. Aspecto general
Al pie de las altas montañas de granito que desafiaron la irrupción de las aguas, al formarse en la época de la juventud de la Tierra el mar de las Antillas, comienza una vasta llanura que se extiende hasta perderse en lontananza. Si después de traspasar los valles de Caracas y el lago Tacarigua, sembrado de numerosas islas, y en el cual se reflejan los plátanos que sombrean sus orillas, se atraviesan las praderas en que brilla el suave y claro verdor de las cañas de azúcar de Tahití, o se deja atrás la densa sombra de los bosquecillos de cacao, tiéndese y reposa la vista hacia el sur sobre estepas que parecen irse levantando por grados y desvanecerse con el horizonte.
Súbitamente arrebatado a todas las riquezas de la vida orgánica, sorpréndese el viajero al penetrar en estos espacios sin árboles, que apenas le ofrecen huellas de vegetación. Ni una colina, ni una roca siquiera que se destaque como isla del fondo de esta llanura sin límite. Solo algunas capas horizontales se levantan rotas aquí y allá sobre el suelo que las rodea y cubren superficies de quinientas leguas cuadradas. Los naturales llaman a estas capas «bancos» expresando así, por acaso o por resentimiento, el antiguo estado de cosas en aquel tiempo en que estas estepas constituían el lecho de un vasto mar interior cuyos bajíos venían a ser tales eminencias.
Hoy todavía, al llegar la noche, una ilusión del sentido hace recordar estas imágenes de un tiempo que pasó. Al iluminarse la extremidad de la planicie con el rápido nacer o ponerse de brillantes astros, o reflejarse su temblorosa luz sobre las capas inferiores de los vapores ondulosos, créese tener ante los ojos un océano inmenso. Como este, llenan también las estepas el alma del sentimiento de lo infinito; desátanla de las impresiones materiales que producen los espacios limitados y la elevan a las más altas aspiraciones. Pero todo lo dulce que es contemplar el claro espejo del mar, rizado por las inquietas y espumosas olas, lo tiene de frío y muerto la perspectiva del desierto, semejante a la que mostraría la desnuda corteza de un planeta devastado.
En todas las zonas presenta la Naturaleza el fenómeno de estas llanuras sin fin, pero en cada región ofrecen un carácter peculiar, una fisonomía propia determinada por la constitución del suelo, las diferencias del clima y la elevación sobre el nivel del mar.
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