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Cosmópolis

Cosmópolis - Don DeLillo

Cosmópolis - Don DeLillo

Resumen del libro:

A sus veintiocho años, Eric Packer es multimillonario y asesor de inversiones. Un día de abril de 2000 se enfrenta a dos desafíos: apostar su fortuna contra la subida del yen… y ganar, y cruzar la ciudad en su limusina para cortarse el pelo… y llegar con vida. Durante su viaje, una odisea contemporánea fascinante, queda atrapado en un atasco producido por diversos acontecimientos: la llegada del Presidente a la ciudad, el funeral de un ídolo de la música, el rodaje de una película y una violenta manifestación política.

Cosmópolis transcurre en un solo día, el último de una época, símbolo del intervalo entre el final de la guerra fría y la actual era de terror, de los años 90, cuando el mercado financiero se desploma y la «nueva economía» inicia su agonía. La última novela de Don DeLillo es una historia intensa que surca los temas capitales de su obra: la alienación, la paranoia, el sexo, la muerte, el mercado global, el terrorismo y la relación entre poder y tecnología.

UN DÍA DE ABRIL

El sueño se abstenía de visitarlo ahora más a menudo que antes, no ya una o dos veces por semana, sino cuatro, cinco incluso. ¿Cómo lo remediaba cuando le sucedía? No salía a dar largos paseos mientras se desplegaba el amanecer. No había un amigo o amiga a los que tanto quisiera como para angustiarlos con una llamada a tales horas. ¿Qué le quedaba en firme? Era cuestión de silencios, no de palabras.

Trataba de leer hasta que le venciera el sueño, pero leyendo sólo conseguía estar más despierto. Leía ciencia y poesía. Le gustaban los poemas escuetos, asentados minuciosamente sobre el espacio en blanco, hileras de trazos alfabéticos e inscritos a hierro y fuego en el papel. Los poemas le daban mayor conciencia de su respiración. Un poema despojaba el momento, lo dejaba reducido a cosas que por lo normal no estaba dispuesto a percibir. Ése era el matiz de cada poema, al menos en su caso, de noche, durante tan largas semanas, una respiración tras otra, en la sala rotatoria, en lo alto del tríplex.

Una noche trató de dormirse en pie, en su celda de meditación, pero no estaba aún tan avezado en esas técnicas, aún no era tan monje como para lograrlo. Puenteaba el sueño y lo redondeaba en forma de contrapeso, una calma en completa inmovilidad, dentro de la cual cada vector de fuerza se equilibra con otro. Le suponía un brevísimo reposo, una mínima pausa en la agitación de las identidades inquietas.

No existía respuesta a la pregunta. Probó con sedantes e hipnóticos, pero le causaban dependencia, lo proyectaban hacia su interior en tensas espirales. El más pálido de los pensamientos portaba una sombra de angustia. ¿Qué hizo? No fue a consultar con un analista encaramado en un alto taburete de cuero. Freud está acabado, ahora toca Einstein. Esta noche había decidido leer la Teoría Especial, en inglés y en alemán, pero al final dejó el libro a un lado y se tendió en completa inmovilidad, tratando de hacer acopio de la voluntad necesaria para pronunciar la sola palabra que le valdría para apagar las luces. Nada existía a su alrededor. Sólo el ruido dentro de la cabeza, la mente suspensa en el tiempo.

Cuando muriese, no sería su fin. Sería el fin del mundo.

Cosmópolis – Don DeLillo

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