Resumen del libro:
“Confesión Sexual de un Anónimo Ruso” es una obra que se adentra audazmente en la mente de un autor desconocido que nos guía a través de los laberintos de sus recuerdos más íntimos. Este anónimo ruso, con un talento narrativo excepcional, comparte de manera minuciosa y veraz su experiencia como voyeur y sus aventuras sexuales con jovencitas. La obra no solo es un testimonio intrigante de su atracción peculiar, sino que también ofrece una fascinante ventana a la Rusia de principios del siglo XX, caracterizada por una sorprendente libertad en cuanto a las costumbres sexuales y una tolerancia que supera ampliamente los estándares europeos de la época.
El autor, cuyo nombre permanece en el anonimato, se revela como un observador detallista y un narrador diestro. A lo largo de sus confesiones, desentraña no solo sus deseos y aventuras, sino también los matices culturales y sociales de una Rusia que desafía las convenciones de su tiempo. Su habilidad para pintar un retrato vivo y evocador de esta sociedad es el testimonio de su aguda percepción y su capacidad para destilar la esencia de una época en constante evolución.
“Confesión Sexual de un Anónimo Ruso” es una obra que, más allá de su provocador contenido, se destaca por su narración envolvente y su capacidad para transportar al lector a un mundo diferente y enigmático. A través de sus páginas, el autor anónimo nos desafía a explorar no solo los aspectos más oscuros de la sexualidad humana, sino también a cuestionar las normas sociales y morales de su época. Esta obra es un testimonio inolvidable que arroja luz sobre la intersección entre la intimidad, la cultura y la historia, y sin duda, continuará suscitando el interés de los lectores por generaciones venideras.
Sabiendo, por sus obras, que estima provechoso para la ciencia el conocimiento de los rasgos biográficos relativos al desarrollo del instinto en los diferentes individuos, tanto normales como anormales, he pensado en hacerle llegar la historia pormenorizada de mi propia vida sexual. Mi historia tal vez no sea muy interesante desde el punto de vista científico (carezco de los conocimientos necesarios para opinar), pero tendrá el mérito de una exactitud y veracidad absolutas; además, será muy completa. Trataré de recordar los menores detalles sobre este tema. Creo que, por pudor, la mayor parte de la gente instruida oculta a todo el mundo esta parte de su biografía; yo no seguiré su ejemplo y creo que mi experiencia, desgraciadamente muy precoz en este terreno, confirma y completa muchas observaciones que he encontrado diseminadas en sus libros. Puede hacer de mis notas el uso que desee, naturalmente, y como es su costumbre, sin mencionar mi nombre.
Soy de raza rusa (fruto del cruce entre grandes rusos y pequeños rusos). No conozco ningún caso de morbosidad característica entre mis antepasados y parientes. Mis abuelos, de la rama paterna y materna, eran personas de buena salud, muy equilibrados físicamente, y tuvieron una larga vida. Mis tíos y tías también gozaron de una fuerte constitución y vivieron muchos años. Mi padre y mi madre eran hijos de propietarios rurales bastante ricos: fueron criados en el campo. Los dos tuvieron una vida intelectual absorbente. Mi padre era director de un banco y presidente de un consejo provincial electivo (zemstvo) donde conducía una lucha ardiente en favor de las ideas avanzadas. Como mi madre, tenía opiniones muy radicales y escribía artículos de economía política o de sociología en los periódicos y revistas. Mi madre hacía libros de divulgación científica para el pueblo y para los niños. Absorbidos por sus luchas sociales (que entonces existían en Rusia bajo una forma distinta de la que tienen hoy), por los libros y las discusiones, creo que mis padres descuidaron un poco la educación y la vigilancia de sus hijos. De los ocho hijos que tuvieron, cinco murieron en edad temprana; dos, a la edad de siete y ocho años; yo soy el único de todos sus hijos que llegó a la edad adulta. Mis padres gozaron siempre de buena salud, su muerte se debió a causas fortuitas. Mi madre era muy impetuosa, casi violenta de carácter; mi padre era nervioso, pero sabía contenerse. Sus temperamentos, probablemente, no eran eróticos, ya que, como pude saber al alcanzar la edad adulta, su matrimonio había sido una unión modélica; en su vida no hubo la menor sombra de romance amoroso (salvo el que les llevó a casarse), hubo fidelidad absoluta por ambas partes, fidelidad que sorprendía mucho a la sociedad que les rodeaba, donde esta virtud es difícil de encontrar (la moral de los «intelectuales» rusos era muy libre en el terreno sexual, incluso relajada). Nunca les oí hablar de temas escabrosos. El mismo espíritu se respiraba en las familias de mis demás parientes: tíos y tías. Austeridad en las costumbres y en las conversaciones, intereses intelectuales y políticos. En contradicción con las ideas avanzadas que tenían todos mis parientes, había en algunos una cierta vanidad nobiliaria inocente y sin altanería podríamos decir: ya que eran «nobles» en el sentido que tiene esa palabra en Rusia (es una «nobleza» mucho menos aristocrática que la de Europa occidental).
Pasé mi infancia en varias ciudades de la Rusia meridional (sobre todo en Kiev); en verano íbamos al campo o a orillas del mar. Recuerdo que, hasta los seis o siete años, pese a dormir en la misma habitación que mis dos hermanas (una tenía dos años menos que yo, la otra tres) y bañarme con ellas, no reparé en que sus órganos sexuales tenían una configuración distinta de los míos. ¡Lo que demuestra que sólo vemos lo que nos interesa! (En el niño, muy próximo al animal, el utilitarismo de la percepción quizás esté especialmente marcado; el niño ciertamente es curioso, pero ¿lo es en virtud de una curiosidad desinteresada? Lo dudo).
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