Carnacki, el cazador de fantasmas

Carnacki, el cazador de fantasmas, relatos de William Hope Hodgson

Resumen del libro: "Carnacki, el cazador de fantasmas" de

Carnacki, el cazador de fantasmas es una obra que sumerge al lector en un universo de misterio y terror, donde lo inexplicable se enfrenta a la razón. La narrativa combina elementos del género detective con el horror gótico, llevando a los lectores a adentrarse en investigaciones paranormales que desdibujan la línea entre lo natural y lo sobrenatural.

El protagonista, Carnacki, es un investigador de lo oculto que aplica métodos tanto científicos como intuitivos para enfrentarse a entidades y sucesos perturbadores. Cada relato invita a cuestionar la verosimilitud de lo paranormal, a la vez que se desarrolla una atmósfera cargada de suspenso y tensión. La obra destaca por su habilidad para transmitir inquietud mediante descripciones evocadoras y una trama que mantiene en vilo hasta el último momento.

La colección se inscribe en la tradición iniciada por autores como Sheridan Le Fanu, pionero en la ghost story, y se enmarca en el contexto literario en el que surgieron personajes como Sherlock Holmes, reinterpretados en un ámbito donde lo oculto y lo sobrenatural tienen cabida. Con palabras clave como investigación paranormal, horror gótico, misterio sobrenatural y detective de lo oculto, la obra se convierte en un referente para los aficionados del género.

William Hope Hodgson, autor de Carnacki, el cazador de fantasmas, fue un escritor británico cuya imaginación y capacidad para mezclar elementos de terror, aventura y ciencia lo han posicionado como uno de los pioneros del género. Su prosa, marcada por un estilo directo y evocador, ha influido en múltiples generaciones de narradores, dejando un legado imborrable en la literatura de misterio y lo paranormal.

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1. La puerta del monstruo

En respuesta a la acostumbrada postal de Carnacki que me invitaba a cenar y a escuchar una historia, me dirigí a Cheyne Walk, encontrándome con que las otras tres personas que siempre eran convocadas a aquellas entrañables tertulias habían llegado poco antes. Cinco minutos más tarde, Carnacki, Jessop, Taylor y yo nos entregábamos a esa «amable ocupación» de cenar.

—Esta vez no has estado fuera mucho tiempo —comenté, dirigiéndome a Carnacki, a punto ya de terminarme la sopa, olvidando, por un momento, que no le gustaba que se abordasen, siquiera, los aspectos colaterales de su historia hasta que no hubiera llegado el instante que consideraba oportuno. Entonces, él se convertiría en todo un torrente de palabras.

—No —respondió lacónicamente, por lo que cambié de tema, haciendo la observación de que me había comprado un nuevo fusil.

Acogió la noticia con un inteligente asentimiento y una sonrisa, lo que me hizo pensar que mi intencionado cambio de conversación había sido aceptado por su parte con genuino buen humor.

Más tarde, acabada la cena, Carnacki se instaló confortablemente en su gran sillón, encendió su pipa, y comenzó a contar su historia, prescindiendo casi de los preliminares:

Como Dodgson observaba hace unos momentos, he estado fuera muy poco tiempo, y por una buena razón… La verdad es que me encontraba muy cerca de este lugar. No voy a revelaros su localización exacta, aunque sí puedo deciros que dista de aquí menos de veinte millas; por eso no creo que un simple cambio de nombre vaya a estropear la historia. ¡Y vaya historia! Es una de las cosas más extraordinarias que jamás me habían ocurrido.

Hace unos quince días recibí una carta de un hombre, a quien daré el nombre de Anderson, solicitándome una entrevista. Acepté recibirle y, cuando llegó, comprendí que lo que quería era que examinara, e incluso que resolviese, un caso antiguo y bien documentado de lo que él llamaba «embrujamiento». Me abrumó con tantos detalles que acepté ocuparme de él, ya que el asunto me parecía sin parangón con ningún caso conocido hasta entonces.

Dos días después, al atardecer, llegué a la casa en cuestión, descubriendo que se trataba de una vieja mansión que se erguía solitaria en medio de sus dominios.

Anderson le había dejado una carta al mayordomo, en la que me rogaba que disculpara su ausencia, y ponía a mi disposición toda la casa para lo que precisase en mis investigaciones.

Era evidente que el mayordomo conocía el objeto de mi visita, así que en el transcurso de la cena, demasiado solitaria para mi gusto, le interrogué a fondo. Era un antiguo sirviente de la casa y sin duda gozaba en ella de privilegios, pues conocía con todo lujo de detalles la leyenda de la Habitación Gris. Por él me enteré de los particulares concernientes a dos cosas que Anderson sólo había mencionado de manera casual. La primera, que a medianoche se podía oír la puerta de la Habitación Gris, abriéndose y cerrándose violentamente, por más que el propio mayordomo se encargara de cerrarla con llave y de que ésta permaneciera con las demás en el manojo que se guardaba en la despensa. La segunda, que la ropa de la cama que había en ella siempre se encontraba amontonada en uno de los rincones de la habitación.

Pero era el batir de la puerta lo que más alteraba al viejo mayordomo. En más de una ocasión, según me confesó, había permanecido despierto, escuchándola y temblando de miedo, pues había momentos en que la puerta no dejaba de abrirse y de cerrarse, ¡plam! ¡plam! ¡plam!, de suerte que resultaba imposible dormir.

“Carnacki, el cazador de fantasmas” de William Hope Hodgson

William Hope Hodgson. (Blackmore End, Reino Unido, 15-11-1877 – Ypres, Bélgica, 17-4-1918), escritor inglés considerado como uno de los precursores de la literatura de terror y fantástica contemporánea. Sus cuentos, relatos cortos y ensayos fueron muy influyentes en autores posteriores como H. P. Lovecraft. Con 13 años se enroló en la marina mercante, lo cual le permitió navegar por todo el mundo. Ocho años más tarde decide volver a tierra, cansado del mar y de la mala vida llevada por los marineros.

En Inglaterra trabajó como fotógrafo y como profesor de gimnasia en una escuela de Blackburn. Al mismo tiempo comenzó su carrera como escritor, sin mucho éxito aparente. Su primer trabajo publicado fue el cuento Un horror tropical (1905). En 1907, saldría Los náufragos de las tinieblas, su primera novela.

Posteriormente publicó La casa en el confín de la Tierra (1908), Los piratas fantasmas (1909) y El reino de la noche, su obra más extensa, en 1912. También escribió numerosos relatos cortos en diferentes revistas pulps, relatos que serían recogidos en varias antologías.

Por desgracia, su prematura muerte durante la I Guerra Mundial por una granada alemana truncó una prometedora carrera literaria.