Capítulos de mi autobiografía

Resumen del libro: "Capítulos de mi autobiografía" de

“Capítulos de mi autobiografía” de Mark Twain es una obra fascinante y profundamente humana que nos ofrece una ventana al espíritu inquieto y polifacético de Samuel Clemens, el hombre detrás del famoso seudónimo. A través de una narrativa libre y sin estructura fija, Twain nos invita a un viaje íntimo por su vida y su tiempo, entrelazando recuerdos personales con agudas observaciones sobre la sociedad y los personajes que la conformaban.

Mark Twain, nacido como Samuel Clemens, es una figura esencial de la literatura estadounidense, conocido por su habilidad para capturar la esencia de la vida en el siglo XIX con humor y crítica social. Sus obras más famosas, como “Las aventuras de Tom Sawyer” y “Las aventuras de Huckleberry Finn”, no solo han entretenido a generaciones de lectores, sino que también han ofrecido comentarios incisivos sobre temas como la esclavitud y la moralidad. En “Capítulos de mi autobiografía”, Twain despliega toda su maestría narrativa para compartir anécdotas personales y reflexiones que revelan tanto su genialidad literaria como su compleja personalidad.

Durante los últimos veinte años de su vida, Twain dictó miles de palabras desde su cama con la intención de capturar la verdad de su época y sus contemporáneos. Sin embargo, reconoció la imposibilidad de decir toda la verdad, un conflicto que se refleja en la naturaleza fragmentaria y errática de su autobiografía. Publicada entre 1906 y 1907 en el “North American Review”, esta selección de memorias es un caleidoscopio de historias y pensamientos que fluctúan entre lo dramático y lo humorístico.

Twain nos lleva desde su infancia en el Mississippi, un tiempo lleno de aventuras y descubrimientos, hasta sus primeros pasos en la imprenta y la escritura. Nos relata con detalle los duelos de honor, la vida en los barcos de vapor y la profunda influencia de su esposa e hijas, cuyas vidas y muertes marcaron profundamente su existencia. Con ternura y humor, también describe su amor por los gatos que adoptó y los variados personajes que conoció en sus viajes, incluyendo su memorable lectura pública ante el emperador de Alemania.

Lo más cautivador de esta autobiografía es la manera en que Twain esboza una diversidad de personajes que parecen sacados de sus propias novelas. Estos retratos no solo enriquecen su narrativa sino que también permiten al lector vislumbrar las fuentes de inspiración detrás de algunas de sus obras más queridas. A través de “Capítulos de mi autobiografía”, Twain no solo nos cuenta su historia, sino que también nos ofrece un retrato vivo y vibrante de una América en transición.

En resumen, “Capítulos de mi autobiografía” es una obra esencial para cualquier amante de la literatura que desee comprender mejor al hombre detrás del mito de Mark Twain. Con su estilo inimitable y su capacidad para mezclar lo cómico con lo trágico, Twain nos deja una obra que es tanto un documento histórico como una pieza literaria de gran valor.

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Algo que el lector debería saber antes de leer este libro

Prólogo de Fernando Correa-Navarro

El libro que usted tiene en sus manos llegó a las mías de manera muy extraña. Me encontraba traduciendo a Ludlow en ese momento (libro que quizás ya leyó, o que debería ponerse a buscarlo si no lo hizo: El comedor de hachís), cuando me entró la duda de si existía una biografía de Mark Twain. Las razones de esta digresión sólo puedo atribuírselas a esas inmensas y gloriosas ensoñaciones de Ludlow y porque hace un par de días había visto un «nuevo» libro de Twain, de ensayos, que había aparecido en una edición local. De pronto recordé que Mark Twain tenía una biografía escrita por su hija. Esto último no me pareció raro porque sabía que su hija Clara había guardado sus cuadernos de notas, además de una cantidad de recortes de diario y fotografías como para llenar un búnker. Pero también me encontré con otra cosa: una autobiografía suya.

Sí. Después de investigar un poco, descubrí que los estudiosos de Mark Twain dicen que era muy fanático de este tipo de libros. Entre sus favoritos estaban las memorias de Casanova y las confesiones de Rousseau. Lo que más había llamado su atención era la franqueza, honestidad y vileza que leyó ahí y el modo como estos dos escritores habían enfrentado la historia de un hombre que está perfectamente consciente de la naturaleza vergonzosa de sus actos o de sus errores y cobardías. Se exponen, como si fuera una especie de desafío a la hora de escribir.

Tratando de emularlos, entre 1870 y 1905 Twain intentó varias veces escribir (o dictar) su autobiografía. Siempre guardando el manuscrito antes de dar por terminado cualquier intento. Porque la interrogante que ataviaba a Twain, y que lo tenía comenzando una y otra vez el proyecto, era si sería capaz de contar la verdad sobre sí mismo, y especialmente hasta dónde podría llegar con ella, con una mirada capaz de desnudar hasta la situación más trivial y mostrar su corazón. Para 1905 había acumulado unos treinta o cuarenta de estos falsos comienzos: manuscritos que esencialmente eran experimentos, borradores de episodios y capítulos; algunos de los cuales se encuentran en esta edición.

Un proyecto que había resistido a completarse por más de treinta y cinco años por fin encontró una hábil taquígrafa en Nueva York, Josephine S. Hobby, quien además de ser una escucha sensible envalentonó a Twain para que se entregara al dictado como método de composición, algo que ya venía experimentado desde 1885. Dictar los textos hizo que le fuera más sencillo seguir un estilo de composición al que había estado dándole vueltas por lo menos durante veinte años. Como dice en junio de 1906, finalmente había visto que «la ley de este sistema es que hablaré del asunto que por el momento me interese, después lo dejaré de lado, y hablaré de otra cosa hasta que se me agote el interés. Es un sistema que no sigue una hoja de ruta y no va a seguir ninguna clase de ruta».

Combinar el dictado y el discurso le resultó inesperadamente liberador, en gran parte no porque produjo una narrativa no convencional para la época, sino más bien una serie de recuerdos y comentarios espontáneos tanto del presente como del pasado, ordenados simplemente en el orden de su creación.

En enero de 1906, decidió que estos textos autobiográficos que ya había dictado formarían el cuerpo de lo que más tarde se llamaría «Autobiografía de Mark Twain». En pocos meses revisó los tantos comienzos en falso y decidió incorporarlos a una serie de dictados nuevos y ver cuáles dejar inéditos. Para ese momento ya había creado más de doscientos cincuenta capítulos (y escrito uno último en diciembre de 1909, tras la reciente muerte de su hija Jean), compilando más de medio millón de palabras. Decía que su trabajo estaba terminado, pero como era un escritor que veía más allá de su tiempo y pensaba en la posteridad inminente, le dijo a su editor que la obra no debería ser publicada en su totalidad sino hasta un siglo después de su muerte.

Como su ambición era contar toda la verdad, sin reservas, a rajatabla, en una entrevista de 1899 le explicó a un entrevistador: «Un libro que no será publicado dentro de cien años le da al escritor una libertad que no puede asegurar de otra manera. Bajo estas condiciones puedes moldear a un hombre sin el prejuicio de cómo lo conociste, y por ello no tener miedo a herir sus sentimientos o los de sus hijos o de sus nietos». Retrasar la publicación lo convierte en alguien libre para expresar sus pensamientos no convencionales sobre la religión, la política y la raza humana, para él siempre maldita, sin temor a represalias.

Siete meses después, tras ver que su proyecto iba viento en popa, permitió —⁠y de hecho, buscó⁠— la publicación de una selección de lo que había acumulado hasta el momento, y preparó unos veinticinco extractos de sus manuscritos y dictados autobiográficos para que fueran publicados quincenalmente en North American Review bajo el título de «Capítulos de mi autobiografía». Cada publicación estaría debidamente «domesticada» para ese momento, y cada una con una nota al comienzo: «Ninguna parte de esta autobiografía será publicada en libro durante la vida del escritor». Pero no mucho tiempo después de que Clemens muriera, sus instrucciones de retrasar cien años la publicación fueron ignoradas, primero en 1924 por Albert Bigelow Paine, biógrafo oficial de Twain y primer ejecutor; luego en 1940 por el sucesor de Paine, Bernard DeVoto; y por último por Charles Neider en 1959.

«Mi plan era simple: tomar los hechos de mi vida y decir nada más que la verdad, sin adornos ni embelecos, tal como ocurrieron, con esta diferencia: tomaré cada acto de valor (si alguna vez hice alguno) y lo transformaré en uno cobarde, y cada éxito en una derrota. Puedes hacer esto, pero sólo de una manera; debes desvanecer la idea de público —⁠pocos hombres pueden confesar cosas vergonzosas ante los demás⁠—, debes contarte la historia a ti mismo y a nadie más. No debes usar tu nombre, así evitarás que te cuentes cosas vergonzosas».

Introducción

7 de septiembre de 1906

Tengo la intención de que esta autobiografía se convierta en un modelo para todas las futuras autobiografías cuando sea publicada, después de mi muerte, y también tengo la intención de que sea leída y admirada una buena cantidad de siglos debido a su forma y método —⁠una forma y método donde el pasado y el presente están constantemente enfrentados, resultando contrastes que novedosamente encienden el interés del lector, como el contacto de un pedernal con el hierro⁠—. Es más, esta autobiografía mía no toma en cuenta sus episodios más vistosos, sino que se las verá, mayormente, con las experiencias comunes y corrientes que van armando la vida del ser humano promedio, porque estos episodios son de una especie que es familiar con su propia vida, y donde ve su vida reflejada y luego impresa. Los típicos autobiógrafos, los convencionales, parecen buscar particularmente esas ocasiones en su carrera cuando conocieron a personas famosas, mientras que sus encuentros con desconocidos les fueron menos interesantes, y lo serán para su lector, y mucho más numerosos que su colisión con famosos.

Howells estuvo aquí ayer por la tarde y le conté todo el esquema de esta autobiografía y su poco aparente sistema sin sistema —⁠sólo aparentemente sin sistema, pues no es realmente así⁠—. Es un sistema deliberado. Y la ley del sistema es que hablaré del asunto que por el momento me interese, después lo dejaré de lado, y hablaré de otra cosa hasta que se me agote el interés. Es un sistema que no sigue una hoja de ruta y no va a seguir ninguna clase de ruta. El sistema es un completo y deliberado desorden —⁠un camino que no comienza en ninguna parte, no sigue ninguna ruta específica y nunca podrá alcanzar un final mientras siga vivo⁠—, pues si tuviera que dictarle al taquígrafo dos horas al día durante cien años, incluso así, nunca sería capaz de fijar una décima parte de las cosas que me han interesado en la vida. Le dije a Howells que esta autobiografía mía viviría un par de cientos de años sin esfuerzo alguno y que después retomaría un nuevo comienzo y sobreviviría al paso del tiempo.

Dijo que creía que sería así. Y me preguntó si tenía intenciones de hacer una biblioteca.

Le dije que era mi idea; pero que, si vivía lo suficiente, la cantidad de volúmenes no podrían caber en una ciudad, requerirían de un Estado, y no habría ningún multibillonario vivo, quizás, en cualquier momento durante su existencia capaz de comprar todo el pack, excepto con un plan de suscripción.

Howells aplaudió la idea, y se llenó de alabanzas y apoyo, lo que fue sabio de parte de él, y juicioso. Si hubiera manifestado un espíritu diferente, lo habría lanzado por la ventana. Me gusta la crítica, pero debe ser a mi manera.

“Capítulos de mi autobiografía” de Mark Twain

Mark Twain. (Florida, Estados Unidos, 1835 - Redding, 1910). Escritor, orador y humorista estadounidense. Se educó en la ribera del Mississippi. Fue aprendiz de impresor, tipógrafo itinerante, piloto de un barco de vapor, soldado del ejército confederado, minero, inventor, periodista, empresario arruinado, doctor en Letras por las universidades de Yale y Oxford, conferenciante en cinco continentes y finalmente una de las mayores celebridades de su tiempo. En 1876 publicó Tom Sawyer y en 1884 su secuela, Huckleberry Finn, vértice de toda la literatura norteamericana moderna según Hemingway. Los Diarios de Adán y Eva, aparecidos entre 1893 y 1905, derivan de su preocupación por la Biblia, «esa vieja galería de curiosidades». A lo largo de su vida, Mark Twain pasó gradualmente de la ironía al pesimismo, luego a la amargura y a la misantropía; el humor y la lucidez nunca lo abandonaron. En 1909 comentó: «Yo nací con el cometa Halley en 1835. El próximo año volverá y espero fervorosamente irme con él. Si así no fuera, sería la mayor desilusión de mi vida. Estoy convencido de que el Todopoderoso lo ha pensando: “Estos dos monstruos han llegado juntos, que se vayan juntos”».