Esta obra pertenece a la primera etapa de su producción —fase romántica— donde recogía la tradición y el folclore noruego, a la vez que retrataba lo que él consideraba defectos del carácter noruego. Es un drama en cinco actos. Simbólicamente expone la falta de solidaridad de Escandinavia frente a la invasión prusiana de Dinamarca. Su protagonista, el sacerdote Brand, sufre una tragedia familiar por mantener sus principios. El idealismo místico y personal se contrapone a una contundente realidad.
ACTO PRIMERO
La escena en la meseta noruega. Niebla espesa con lluvia. Medio, a obscuras: Brand, vestido de negro, con un bastón y un saco a la espalda, marcha con dificultad por la nieve en dirección occidental. Le siguen a alguna distancia un campesino y su hijo.
EL CAMPESINO (Gritándole a Brand).— ¡No vayas tan lejos, forastero! ¿Dónde estás?
BRAND.— Aquí.
EL CAMPESINO.— ¡Detente, que te pierdes! La niebla es cada vez más espesa. Apenas si puedo ver mi bastón.
EL MUCHACHO.— ¡Salta aquí, padre!
EL CAMPESINO.— ¡Aquí hay una cortadura!
BRAND.— ¡No se descubre una huella en esta niebla fría!
EL CAMPESINO (Gritando).— ¡Detente, hombre! ¡Por Dios! ¡El hielo está hueco y se romperá!
BRAND (Escuchando).— Se oye el ruido de un salto de agua…
EL CAMPESINO.— Es un río que se precipita en un abismo de una hondura sin fondo y que nos puede tragar fácilmente a los tres.
BRAND.— Pues yo tengo que seguir adelante, sea lo que sea.
EL CAMPESINO.— No hay hombre bastante fuerte para conseguirlo. ¡El suelo está hueco, arriesgas la cabeza! ¡Detente, hombre! ¡Es cosa de vida o muerte!
BRAND.— Tengo que seguir; quién está más alto que yo, lo ha ordenado.
EL CAMPESINO.— ¿Quién es?
BRAND.— Dios mismo. Él me eligió como débil instrumento suyo.
EL CAMPESINO.— ¿Y tú quién eres?
BRAND.— Yo soy un sacerdote.
EL CAMPESINO.— ¡Bien! Pero eso no impide que, aunque, fueses un arcipreste o incluso un obispo, pierdas hoy la vida si sigues persistiendo en querer avanzar locamente. (Acercándose a él con precaución para convencerle.) Sin duda que sois un sabio; pero no por eso podréis lo que nadie puede. ¡Volveos! No seáis tan necio, no os empeñéis en vano, que no se tiene más que una vida, y si ésta pasa, todo se acabó… ¡La niebla es tan espesa que se podría cortar con un cuchillo! ¡Venid con nosotros!
…
Sobre el autor:
Henrik Ibsen. Dramaturgo y poeta noruego. Nació el 20 de marzo de 1828 en Skien, una ciudad costera de Noruega. Su padre era un comerciante que se arruinó cuando Henrik tenía ocho años, lo que provocó una crisis familiar y el traslado a una granja en las afueras. Henrik tuvo una infancia difícil, marcada por la pobreza, la religiosidad de su madre y el aislamiento social. A los 15 años abandonó los estudios y se fue a trabajar como aprendiz de farmacéutico en Grimstad, donde empezó a interesarse por la literatura y a escribir sus primeros poemas y dramas.
En 1850 se mudó a Cristianía (hoy Oslo), la capital del país, con la intención de estudiar medicina, pero pronto se dedicó por completo a su vocación literaria. Publicó su primera obra, Catilina, bajo el seudónimo de Brynjolf Bjarme, pero no tuvo éxito ni crítica ni público. En 1851 consiguió un trabajo como director y dramaturgo del Teatro Nacional de Bergen, donde adquirió experiencia y prestigio. Allí escribió varias obras de tema histórico y nacionalista, como Los pretendientes de la corona o La fiesta en Solhaug.
En 1857 regresó a Cristianía para dirigir el Teatro Noruego, donde continuó su labor teatral y se casó con Suzannah Thoresen, con quien tuvo un hijo, Sigurd. Sin embargo, en 1862 el teatro cerró por problemas económicos y Ibsen decidió marcharse al extranjero. Inició así un largo exilio de 27 años por Italia y Alemania, donde escribió sus obras más famosas y revolucionarias.
En este período, Ibsen abandonó el romanticismo y el nacionalismo de sus primeras obras y se convirtió en el padre del realismo y el naturalismo teatral. Sus dramas reflejaban los conflictos sociales y morales de su época, cuestionando los valores victorianos, la hipocresía burguesa, el papel de la mujer y la libertad individual. Algunas de sus obras más representativas de esta etapa son Brand (1866), Peer Gynt (1867), Casa de muñecas (1879), Espectros (1881), Un enemigo del pueblo (1882), El pato silvestre (1884), Hedda Gabler (1890) o La casa de Rosmer (1886).
En 1891 Ibsen regresó a Noruega, ya consagrado como uno de los grandes maestros del teatro universal. Allí escribió sus últimas obras, que tienen un carácter más simbólico y poético que las anteriores. Entre ellas destacan El maestro constructor (1892), Pequeño Eyolf (1894), Juan Gabriel Borkman (1896) o Cuando despertemos los muertos (1899).
Ibsen murió el 23 de mayo de 1906 en Cristianía, a causa de un derrame cerebral. Fue enterrado con honores de jefe de Estado y su legado sigue vigente hoy en día. Sus obras han sido traducidas a numerosos idiomas y representadas en todo el mundo, influyendo en generaciones de dramaturgos posteriores. Ibsen es considerado el precursor del teatro moderno y un referente de la cultura noruega y universal.