Resumen del libro:
En el año 1963, en las profundidades de Cuba, se produjo un encuentro excepcional entre el escritor Miguel Barnet y Esteban Montejo, el último cimarrón sobreviviente de América. Esteban, un exesclavo que logró escapar a las montañas de Las Villas, tenía 103 años y una vida marcada por la esclavitud, la lucha por la libertad y el tejido cultural afrocubano. Durante más de tres años, Barnet se dedicó a capturar y plasmar meticulosamente la historia de Esteban, una narrativa enriquecida por su carácter documental y literario, que captura la autenticidad del lenguaje y la experiencia de su protagonista.
En “Biografía de un cimarrón,” Miguel Barnet se embarca en un viaje literario que entrelaza la historia individual de Esteban Montejo con los eventos históricos trascendentales de Cuba. La vida cotidiana del anciano cobra vida a medida que se funde con la opresión en los ingenios azucareros, la huida de los cimarrones hacia la seguridad de los montes, la abolición de la esclavitud y la épica Guerra de Independencia. En un país donde la revolución se erige sobre el ideal de recuperar “la historia de la gente sin historia,” la voz de Esteban se convierte en un puente entre el pasado silenciado y el presente cambiante.
El diálogo entre Esteban y Miguel Barnet revela más que solo una biografía individual; se convierte en un mural viviente que representa las voces y experiencias de innumerables hombres y mujeres anónimos que tejieron el tejido de la identidad cubana. La intersección entre lo personal y lo colectivo, entre la memoria individual y la historia compartida, adquiere un matiz poético que desafía los confines de la creación literaria convencional. Este es, como expresó Alejo Carpentier, un caso sin precedentes en la literatura cubana, donde un monólogo rebasa los límites de la estructura literaria y se eleva gracias a sus resonancias poéticas.
La obra, publicada en 1966, desencadenó un éxito internacional inmediato y dejó una huella indeleble en la literatura. Su resonancia trasciende el tiempo y las fronteras, uniendo la vida de un cimarrón con los corazones de los lectores en todas partes. “Biografía de un cimarrón” es un viaje literario que atraviesa siglos, una voz ancestral que resurge del olvido y que nos recuerda que la memoria colectiva es la piedra angular de la identidad cultural y la lucha por la libertad.
Introducción
A mediados de 1963 apareció en la prensa cubana una página dedicada a varios ancianos, mujeres y hombres, que sobrepasaban los 100 años. Página que contenta una serie de entrevistas orientadas hacia temas insustanciales, anecdóticos. Dos de los entrevistados nos llamaron la atención. Uno era una mujer de 100 años; el otro, un hombre de 104. La mujer había sido esclava. Era además santera y espiritista. El hombre, aunque no se refería directamente a tópicos religiosos, reflejaba en sus palabras una inclinación a las supersticiones y a las creencias populares. Su vida era interesante. Contaba aspectos de la esclavitud y de la Guerra de Independencia. Pero lo que más nos impresionó fue su declaración de haber sido esclavo fugitivo, cimarrón, en los montes de la provincia de Las Villas.
Olvidamos a la anciana y a los pocos días nos dirigimos al Hogar del Veterano, donde estaba albergado Esteban Montejo. Hallamos un hombre muy serio, sano y de cabello completamente blanco. Le conversamos largamente en aquella primera ocasión.
Como nuestro interés primordial radicaba en aspectos generales de las religiones de origen africano que se conservan en Cuba, tratamos al principio de indagar sobre ciertas particularidades. No fue difícil lograr un diálogo vivo, utilizando, desde luego, los recursos habituales de la investigación etnológica. Al principio nos habló de sus problemas personales; pensión, mujeres, salud. Procuramos resolver algunos de éstos. Le hicimos obsequios sencillos: tabacos, distintivos, fotografías, etcétera. Nos contaba de una manera deshilvanada y sin orden cronológico momentos importantes de su vida. El tema religioso no afloraba fácilmente. De este aspecto sólo más tarde recogimos datos sobre ritos, dioses, adivinación y otros pormenores. Después de haber conversado alrededor de seis veces con él —nuestras entrevistas duraban hasta cinco horas— fuimos ampliando la temática con preguntas sobre la esclavitud, la vida en los barracones y la vida en el monte, de cimarrón.
Una vez obtenido el panorama de su vida, decidimos contemplar los aspectos más sobresalientes, cuya riqueza nos hizo pensar en la posibilidad de confeccionar un libro donde fuera apareciendo en el orden cronológico en que ocurrieron en la vida del informante. Preferimos que el libro fuese un relato en primera persona, de manera que no perdiera su espontaneidad, pudiendo así insertar vocablos y giros idiomáticos propios del habla de Esteban.
Con este fin formulamos un esquema que nos permitiera dividir las etapas que íbamos a abarcar en el trabajo. Una vez realizado este esquema comenzamos a desarrollar las preguntas. Como los temas surgían de las propias preguntas, no nos resultó difícil mantener la secuencia de los diálogos. Al principio Esteban se mostró algo arisco. Más tarde, al identificarse con nosotros, se percató del interés del trabajo, y con su colaboración personal, pudimos lograr un ritmo de conversación normal, sin las anteriores interrupciones banales.
Con frecuencia, una palabra, una idea, despertaban en Esteban recuerdos que a veces lo alejaban del tema. Estas digresiones resultaron muy valiosas porque traían a la conversación elementos que quizá no hubiéramos descubierto.
Podemos decir que aunque elaboramos las preguntas básicas con la consulta de algunos libros y cuestionarios etnológicos, fue en la práctica como surgieron las más directamente vinculadas a la vida del informante.
Nos preocupaban problemas específicos como el ambiente social de los barracones y la vida célibe de cimarrón.
En Cuba son escasos los documentos que reconstruyan estos aspectos de la vida en la esclavitud. De ahí que más que una descripción detallada de la arquitectura de los barracones, nos llamara la atención la vida social dentro de estas viviendas-cárceles. También quisimos describir los recursos empleados por el informante para subsistir en medio de la más absoluta soledad de los montes, las técnicas para obtener fuego, para cazar, etc. Así como su relación anímica con los elementos de la naturaleza, plantas y animales, especialmente las aves.
A las pocas semanas de continuados encuentros, Esteban comenzó a demostrar una afabilidad poco usual entre las gentes de su edad. Hablaba con fluidez y él mismo en muchos casos escogía el tema que consideraba de más importancia. No pocas veces coincidimos. En una ocasión ríos señaló, sorprendido, nuestra omisión al no preguntarle sobre los chinos en Sagua la Grande.
Miraba insistentemente hacia nuestra libreta de apuntes y casi nos obligaba a recoger todo lo que decía. En una entrevista con el capitán Antonio Núñez Jiménez surgió un tema que nosotros no habíamos abordado; la vida en las cuevas. Esteban informó a su interlocutor, experto espeleólogo, todos los medios de que se valió para subsistir en una de ellas.
Muchas de nuestras sesiones fueron grabadas en cintas magnetofónicas. Esto nos permitió familiarizarnos más con formas de lenguaje, giros, sintaxis, arcaísmos y modismos de su habla. La necesidad de verificar datos, fechas, u otros pormenores, nos llevó a sostener conversaciones con veteranos más o menos coetáneos con él. Sin embargo, ninguno de ellos era de tan avanzada edad como para haber vivido etapas o hechos de los relatados por Esteban.
Acudimos a libros de consulta, a biografías de los municipios de Cienfuegos y de Remedios, y revisamos toda la época con el propósito de no caer en imprecisiones históricas al hacer nuestras preguntas. Aunque por supuesto nuestro trabajo no es histórico. La historia aparece porque es la vida de un hombre que pasa por ella.
En todo el relato se podrá apreciar que hemos tenido que parafrasear mucho de lo que él nos contaba. De haber copiado fielmente los giros de su lenguaje, el libro se habría hecho difícil de comprender y en exceso reiterante. Sin embargo, fuimos cuidadosos en extremo al conservar la sintaxis cuando no se repetía en cada página.
Sabemos que poner a hablar a un informante es, en cierta medida, hacer literatura. Pero no intentamos nosotros crear un documento literario, una novela.
Encuadramos nuestro relato en una época fijada. De esta época no pretendimos reconstruir sus detalles mínimos con fidelidad en cuanto a tiempo o espacio. Preferimos conocer técnicas de cultivo, ceremonias, fiestas, comidas, bebidas; aunque nuestro informante no pudiera aclarar con exactitud los años en que se relacionó con ellas. Algunos temas, los que creímos más importantes: los acontecimientos de la Guerra de Independencia, la batalla de Cienfuegos contra los norteamericanos y otros, los hemos corroborado y acompañamos notas ilustrativas. La vida en el monte queda en el recuerdo como una época muy remota y confusa.
Indudablemente muchos de sus argumentos no son rigurosamente fieles a los hechos. De cada situación él nos ofrece su versión personal. Cómo él ha visto las cosas. Nos da una imagen de la vida en los barracones, de la vida en el monte, de la guerra, que es la imagen suya. En ésta, por ejemplo, narra la batalla de Mal Tiempo contando anecdóticamente lo que vivió de ella. Su visión es subjetiva en la apreciación de figuras tan destacadas como Máximo Gómez, a quien analiza desde un punto de vista muy personal. Análisis que nos interesa porque más que la vida de Máximo Gómez, de quien todos sabemos algo, refleja la manera de nuestro informante de acercarse a las cosas, de tratar a los hombres, su actitud de grupo, parcial a su raza.
Algunos rasgos que caracterizan su personalidad básica se reflejan en distintas situaciones del relato. Los más agudizados son:
Un firme sentimiento individualista que le dirige a vivir aislado o más bien despegado de sus semejantes, pero que no ha sido obstáculo para su integración a hechos colectivos como la Guerra de Independencia. Sentimiento que ha contribuido a confirmar una personalidad voluntariosa y rebelde. Que ha hecho de Esteban un hombre desconfiado, muy reservado, aunque no insolente ni huraño. Por el contrario es alegre y jocoso. Seguramente los años de vida célibe en los montes, huyendo de todos los seres que le rodeaban, agregaron fuerza a este sentimiento.
Un criterio parcial, favorable a los hombres negros, en el enjuiciamiento de algunos hechos como la guerra. Este criterio parcial está perfectamente justificado en él y en todos los negros viejos que han vivido la abominable historia de esclavismo y yugo de la que participó nuestro informante. Esteban es casi incondicional en la estimación hacia los negros que lucharon por la libertad de Cuba. Ensalza a muchas figuras y otras las sitúa correctamente. Los casos de Antonio Maceo y Quintín Banderas, por ejemplo. No deja de criticar duramente a los negros guerrilleros, a quienes considera deleznables.
Un grado de honestidad y espíritu revolucionario admirables. La honestidad de su actuación en la vida se expresa en distintos momentos del relato, en la Guerra de Independencia sobre todo.
Este libro no hace más que narrar vivencias comunes a muchos hombres de su misma nacionalidad. La etnología las recoge para los estudiosos del medio social, historiadores y folkloristas.
Nuestra satisfacción mayor es la de reflejarlas a través de un legítimo actor del proceso histórico cubano.
Miguel Barnet