Resumen del libro:
“Berserker: El Inicio” despliega la genialidad de Fred Saberhagen, arquitecto maestro de mundos futuristas. En este épico cóctel de ciencia ficción, la trama gira en torno a los berserkers, letales naves autónomas diseñadas para aniquilar la vida en la galaxia. Surgidos de una guerra intergaláctica olvidada, estos “asesinos mecánicos” persisten en su misión destructiva.
A lo largo de milenios, los berserkers han sembrado la galaxia con caos y muerte, desafiando a la humanidad en una lucha desesperada. Saberhagen, hábil narrador, conjuga ingenio e inteligencia en estas máquinas sin vida que solo albergan odio hacia la existencia. El relato se despliega con la objetividad del Tercer Historiador Carmpan, testigo agradecido del heroísmo humano en la galaxia.
Fred Saberhagen, forjador de leyendas, catapultó la serie Berserker a la cúspide de la ciencia ficción desde 1967. Esta antología, que abarca relatos de 1967 a 1979, se erige como la esencia máxima de la epopeya. Un hito que fusiona la maestría narrativa de Saberhagen con la atemporalidad de la lucha entre humanidad y máquinas. Una obra maestra que consolida el legado del autor en el panteón de la ciencia ficción.
Introducción
Yo, Tercer Historiador de la especie Carmpan, como muestra de gratitud a la especie descendiente de la Tierra por su defensa de mi mundo, fijo aquí para sus miembros mi visión fragmentaria de su gran guerra contra nuestro enemigo común.
La visión se ha ido conformando fragmento a fragmento por medio de mis contactos en el pasado y el presente con las mentes de hombres y máquinas. En esas mentes alienígenas para mí, a menudo he percibido lo que no puedo comprender pero que aprecio como cierto. Y, por tanto, con sinceridad, he establecido los actos de hombres descendientes de la Tierra —grandiosos, minúsculos y normales—, las palabras e incluso los pensamientos secretos de vuestros héroes y traidores.
Mirando al pasado he comprendido cómo en el siglo veinte de vuestro calendario cristiano vuestros antepasados en la Tierra construyeron los primeros detectores de radio capaces de sondear las profundidades del espacio interestelar. El día en que se detectaron por primera vez los susurros de nuestras voces alienígenas, perdidas en esa inmensidad, el universo de las estrellas se volvió real para todas las naciones y tribus de la Tierra.
Fueron conscientes del mundo que les rodeaba, un universo extraño e inmenso, inimaginable, posiblemente hostil, que rodeaba y empequeñecía a todos los terrícolas por igual. Así como salvajes que de pronto fuesen conscientes de los grandes poderes existentes más allá de sus océanos, vuestras naciones comenzaron —hoscas, desconfiadas, casi contra su voluntad— a dejar de lado sus riñas mutuas.
Durante el mismo siglo los hombres de la vieja Tierra dieron sus primeros pasos en el espacio. Estudiaron nuestras voces alienígenas siempre que podían escucharnos. Y, cuando los hombres de la Tierra empezaron a viajar más rápido que la luz, siguieron nuestras voces para encontrarnos.
Vuestra especie y la mía se estudiaron mutuamente con deseo científico y con gran cautela y cortesía. Nosotros los carmpan y nuestros viejos amigos somos más pasivos que vosotros. Vivimos en ambientes diferentes y en general pensamos de forma distinta. No éramos ninguna amenaza para la Tierra. Nos aseguramos de que los terrestres no se sintiesen agobiados por nuestra presencia; física y mentalmente tenían que hacer un esfuerzo para tocarnos. Nuestro era todo el talento para mantener la paz. ¡Ay, porque llegaría un día impensable, el día en que desearíamos ser guerreros!
Vosotros los de la Tierra encontrasteis planetas no habitados, donde podíais prosperar bajo el calor de soles muy similares al vuestro. Os dispersasteis en colonias grandes y pequeñas por un segmento de un brazo de nuestra galaxia lentamente giratoria. A vuestros pobladores y colonizadores la galaxia comenzó a antojárseles un lugar amistoso, rico en mundos listos para vuestra pacífica ocupación.
Después de todo, la inmensidad alienígena que os rodeaba no parecía tan hostil. Las amenazas imaginadas comenzaron a perderse tras horizontes de silencio y vastedad. Y, por tanto, una vez más os permitisteis el lujo de mantener conflictos peligrosos en el seno de vuestra especie, con la amenaza de la violencia suicida.
No existía ninguna ley que se pudiese hacer cumplir entre los planetas. En cada una de vuestras colonias dispersas los líderes individuales maniobraban para ganar poder personal, distrayendo a sus gentes con peligros reales o imaginados representados por otros hombres descendientes de la Tierra.
Se retrasaron todas las exploraciones posteriores, los primeros días en que se oyeron las nuevas e inexplicables voces de radio penetrando desde más allá de vuestras fronteras, las voces extrañas que pronto se tornarían terribles y que sólo hablaban en matemática. La Tierra y las colonias de la Tierra quedaron divididas por la sospecha, y sintiendo miedo mutuo se entrenaron y se armaron rápidamente para la guerra.
En ese punto la disposición para la violencia, que en ocasiones casi os había destruido, resultó ser el medio para la supervivencia de la vida. Para nosotros, los observadores carmpan, los retraídos videntes y palpadores de mentes, parecía como si hubieseis soportado el peso aplastante de la guerra durante toda vuestra historia sabiendo que finalmente sería necesaria, que llegaría la hora en que ninguna otra opción sería efectiva.
Cuando llegó la hora y nuestros enemigos aparecieron sin aviso, vosotros estabais listos con grandes flotas de batalla. Estabais dispersos y atrincherados en veintenas de planetas, y muy bien armados. Por esa razón, algunos de vosotros y de nosotros seguimos ahora con vida.
Nuestra psicología, lógica, visión y sabiduría carmpan, no nos hubiesen servido para nada. Las habilidades de la paz y la tolerancia eran inútiles, porque nuestro enemigo no estaba vivo.
¿Qué es el pensamiento, ese mecanismo parece producirlo?
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