Resumen del libro:
A principios de 1895 Oscar Wilde estaba en la cumbre de su carrera y gozaba de un reconocimiento envidiable. Escribía obras de teatro sin pausa y sin demasiado esfuerzo, y se mezclaba con la flor y nata de Londres. Asimismo, mantenía una relación con el joven y ambicioso lord Alfred Douglas, a quien había conocido cuatro años atrás. Pero en mayo de ese mismo año entró en prisión, con su reputación arruinada, para sufrir una condena cuya severidad estaba más allá de su imaginación.
Tras ser el protagonista de un escándalo por conducta indecente y soportar la vergüenza de un terrible proceso, Wilde alumbró en la cárcel una obra maestra: La balada de la cárcel de Reading, un maravilloso poema donde el ahorcamiento de un compañero le sirve de excusa para plasmar su aguda visión del mundo carcelario y los sentimientos que le despierta.
NOTA EDITORIAL
La balada de la cárcel de Reading es uno de los principales testamentos vitales y literarios de Oscar Wilde, escrito tras pasar dos años en prisión. El ahorcamiento de un compañero le sirvió para plasmar en este poema su desesperación ante una condena que le truncó la vida. En 1895, el autor estaba en la cumbre de su carrera cuando fue condenado por indecencia bajo la ley que criminalizaba la homosexualidad. Wilde mantenía una relación con lord Alfred Douglas, una historia que el padre del joven se empeñó en dinamitar. Tras soportar la vergüenza de un terrible proceso, con su reputación arruinada y traicionado por aquellos en quienes había confiado, se negó a abandonar el país e hizo frente a una condena cuya severidad escapaba a su imaginación.
Antes de entrar en prisión, escribió tres últimas cartas a Douglas, que reproducimos en esta edición, testimonio de la devoción que sentía por su amante. Nunca recibiría respuesta del joven, a quien acabó culpando de su caída en desgracia. La prisión fulminó la esperanza que impregna estas misivas y ya no hay rastro de esa vitalidad en sus dos últimos textos: De Profundis, dirigido a Douglas, y esta, La balada de la cárcel de Reading, su última obra antes de morir en el exilio.
A LORD ALFRED DOUGLAS
Cárcel de Su Majestad, Holloway,
lunes por la noche [29 de abril de 1895]
Mi queridísimo muchacho:
Quiero asegurarte mi amor inmortal y eterno por ti. Mañana todo se habrá acabado. Si la cárcel y el deshonor son mi destino, piensa que mi amor por ti y la idea, la creencia aún más divina, de que tú me amas a tu vez me sostendrán en mi desdicha y me volverán capaz, espero, de soportar mi dolor con más paciencia. Como la meta y el aliento de mi vida presente es la esperanza, más que la certeza, de volver a encontrarte en algún mundo, ¡ah!, por eso debo continuar viviendo en este mundo.
Mi querido _____ ha venido a visitarme hoy. Le he dado varios mensajes para ti. Me ha contado una cosa que me ha apaciguado: que mi madre jamás necesitará nada. Siempre le he procurado la subsistencia, y pensar que pudiera sufrir privaciones me desasosegaba. En cuanto a ti (gracioso muchacho con un corazón como el de Cristo), en cuanto a ti, te suplico que, una vez que hayas hecho todo lo que puedas, te marches a Italia y recobres la calma, y escribas esos maravillosos poemas que haces con una gracia tan extraña. No te expongas a Inglaterra por ninguna razón en absoluto. Si un día, en Corfú o en alguna isla encantada, hubiera una casita en la que pudiéramos vivir juntos, ¡oh!, la vida sería más dulce de lo que ha sido jamás. Tu amor tiene vastas alas y es fuerte, tu amor me llega a través de los barrotes de la cárcel y me consuela, tu amor es la luz de todas mis horas. Aquellos que no saben qué es el amor escribirán, lo sé, si la suerte está en contra nuestra, que he ejercido una mala influencia en tu vida. Si lo hacen, tienes que escribir, tienes que decir a tu vez que no es verdad. Nuestro amor siempre ha sido hermoso y noble, y si he sido el blanco de una terrible tragedia es porque la naturaleza de ese amor no se ha entendido. En tu carta de esta mañana decías algo que me da valor. Debo recordarlo. Escribías que mi deber contigo y conmigo mismo es vivir a pesar de todo. Creo que es verdad. Voy a intentarlo y hacerlo. Quiero que mantengas al corriente de tus movimientos al señor Humphreys, de modo que cuando venga pueda decirme qué haces. Creo que a los abogados se les permite ver a los presos bastante a menudo. Así podré comunicarme contigo.
¡Estoy tan contento de que te hayas marchado! Sé lo que debe de haberte costado. Hubiera sido una agonía para mí pensar que estabas en Inglaterra cuando tu nombre se mencionó en el juicio. Espero que tengas ejemplares de todos mis libros. Todos los míos se han vendido. ¡Ojalá viva para tocar tu cabello y tus manos! Creo que tu amor cuidará de mi vida. Si yo muriera, quiero que vivas una plácida y sosegada existencia en algún lugar, con flores, cuadros, libros, y mucho trabajo. Intenta hacerme saber qué es de ti pronto. Te escribo esta carta en medio de un gran sufrimiento; el largo día de hoy en el juzgado me ha agotado. Queridísimo muchacho, el más dulce de todos los jóvenes, el más amado y el más amable. ¡Oh!, ¡espérame!, ¡espérame! Sigo siendo, como siempre desde el día que nos conocimos, tu fervoroso y con un amor inmortal
OSCAR
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