Autobiografía
Resumen del libro: "Autobiografía" de Rubén Darío
Esta autobiografía, de la que hoy no se encuentran ediciones, destaca por su sinceridad y simpatía. Darío, el padre del modernismo, es casi coloquial, sarcástico, franco a la hora de mostrar las fronteras entre sus compromisos políticos con unas repúblicas endebles (Nicaragua entre ellas) y su vehemencia literaria; no duda en contarnos anécdotas hilarantes sobre políticos y artista.
Tuttí gli uomini d’ogni sorte, che hanno fatto qualque cosa che sia virtuosa, o si veramente che le virtu somigli, dovrebbero, essendo veritieri e da bene, di lor propria mano descrivere la lora vita; ma non si dovrebbe comincíare una tal bella impresa prima que passato l’etá de quarant’anni.
(LA VITA DE BENVENUTO DE
M.º CELLINI, FLORENTINO).
I
TENGO más años, desde hace cuatro, que los que exige Benvenuto para la empresa. Así doy comienzo a estos apuntamientos que más tarde han de desenvolverse mayor y más detalladamente.
En la catedral de León, de Nicaragua, en la América Central, se encuentra la fe de bautismo de Félix Rubén, hijo legítimo de Manuel García y Rosa Sarmiento. En realidad, mi nombre debía ser Félix Rubén García Sarmiento. ¿Cómo llegó a usarse en mi familia el apellido Darío? Según lo que algunos ancianos de aquella ciudad de mi infancia me han referido, un mi tatarabuelo tenía por nombre Darío. En la pequeña población conocíale todo el mundo por Don Darío; a sus hijos e hijas por los Daríos, las Daríos. Fue así desapareciendo el primer apellido, a punto de que mi bisabuela paterna firmaba ya Rita Darío; y ello, convertido en patronímico llegó a adquirir valor legal, pues mi padre, que era comerciante, realizó todos sus negocios ya con el nombre de Manuel Darío, y en la catedral a que me he referido, en los cuadros donados por mi tía Doña Rita Darío de Alvarado, se ve escrito su nombre de tal manera.
El matrimonio de Manuel García —diré mejor de Manuel Darío— y Rosa Sarmiento, fue un matrimonio de conveniencia, hecho por la familia. Así no es de extrañar que a los ocho meses más o menos de esa unión forzada y sin afecto, viniese la separación. Un mes después nacía yo en un pueblecito, o más bien aldea, de la provincia, o, como allá se dice, departamento, de la Nueva Segovia, llamado antaño Chocoyos y hoy Metapa.
…
Rubén Darío. Nacido como Félix Rubén García Sarmiento el 18 de enero de 1867 en Metapa, Nicaragua, y fallecido el 6 de febrero de 1916 en León, Nicaragua, es considerado el máximo exponente del modernismo literario en lengua española. Conocido como el "príncipe de las letras castellanas", Darío revolucionó la poesía con su estilo innovador, lleno de musicalidad, simbolismo y una riqueza métrica sin precedentes.
Desde joven, Rubén Darío mostró un talento innato para la poesía. Su precocidad literaria lo llevó a ser conocido como el "niño poeta" y, a los catorce años, ya había publicado sus primeros poemas. A lo largo de su vida, viajó extensamente por América Latina y Europa, desarrollando una carrera periodística y diplomática que le permitió interactuar con importantes figuras literarias de su tiempo.
En 1888 publicó su obra más emblemática, Azul..., que marcó el inicio del modernismo literario hispanoamericano. Su poesía, caracterizada por la búsqueda de la perfección formal, la incorporación de elementos exóticos y el uso de temas universales, reflejaba una profunda sensibilidad y un deseo constante de renovar la expresión poética. Obras como Prosas profanas (1896) y Cantos de vida y esperanza (1905) consolidaron su fama y su influencia.
La vida de Darío no estuvo exenta de dificultades. Sus luchas personales con el alcoholismo, la inestabilidad económica y los conflictos amorosos marcaron su existencia y se reflejaron en su obra, impregnada de melancolía y un anhelo de trascendencia. A pesar de estos desafíos, su legado literario es incuestionable, y su influencia se extiende a generaciones de poetas y escritores.
Rubén Darío murió en 1916, dejando un legado que redefinió la poesía en lengua española y un estandarte de modernidad y renovación literaria. Su voz poética, con su inconfundible cadencia y riqueza simbólica, sigue resonando como una de las más grandes de la literatura universal.