Antología poética

Resumen del libro: "Antología poética" de

Luis de Góngora y Argote es uno de los poetas más destacados del Siglo de Oro español, y su obra ha dejado una profunda huella en la literatura. Nacido en 1561 en Córdoba, se destacó por su aguda capacidad para transformar el lenguaje en algo más elevado y complejo. A través de su estilo único, el «culteranismo», Góngora fue capaz de revolucionar la poesía de su tiempo, creando versos cargados de simbolismo y belleza formal. Sus poemas exploran temas tan diversos como el amor, la naturaleza, el paso del tiempo y la mitología, siempre desde una perspectiva culta y llena de refinamientos literarios.

La «Antología poética» de Góngora recoge una cuidadosa selección de sus mejores obras, donde el lector puede apreciar su maestría en el manejo del lenguaje. Góngora, con su instinto poético impecable, logra construir una atmósfera sonora y semántica que refuerza el sentido profundo de sus versos. Sus composiciones, llenas de metáforas elaboradas y juegos de palabras, invitan al lector a una experiencia sensorial y reflexiva al mismo tiempo. El poeta combina de manera precisa el ritmo, la métrica y el significado, logrando que cada palabra encaje con exactitud en el conjunto.

Uno de los aspectos más sobresalientes de su poesía es la musicalidad de sus versos. Góngora no solo busca transmitir ideas, sino también crear un efecto auditivo que envuelve al lector. En muchos de sus poemas, es notable la precisión con la que selecciona las palabras, en una suerte de armonía entre sonido y sentido. Este trabajo meticuloso sobre el lenguaje es lo que le permite construir una obra donde cada elemento contribuye a un todo unificado y poderoso.

Su poesía no está exenta de complejidad, lo que puede representar un reto para muchos lectores. Sin embargo, es precisamente esta dificultad la que ha asegurado su lugar en el canon literario, pues Góngora obliga al lector a involucrarse activamente en el texto, a desentrañar sus significados ocultos. La densidad de sus metáforas y la riqueza de sus alusiones culturales hacen de su obra un terreno fértil para la interpretación.

En definitiva, la «Antología poética» de Góngora es una muestra del genio del poeta. A través de sus versos, el lector es testigo de la capacidad de Góngora para elevar el lenguaje a alturas insospechadas. Es una obra que desafía y deleita a partes iguales, invitando a una lectura atenta y a una reflexión profunda sobre el poder de las palabras.

Libro Impreso

INTRODUCCIÓN

1. PERFILES DE LA ÉPOCA

1.1. DEL SUEÑO IMPERIAL A LA DECADENCIA POLÍTICO-MILITAR

España, desde 1556, estaba gobernada por Felipe II, el monarca que había heredado el mayor imperio conocido, en el que «no se ponía el sol». Precisamente en 1561 trasladó la Corte a Madrid, hecho que convertirá a la capital española en «corte del Universo» y símbolo de la hegemonía del país. Sin embargo, y a pesar de haber reunido en su corona territorios de todos los continentes y de haber logrado la unidad ibérica al ser coronado rey de Portugal en 1581, su decidida vocación por defender el catolicismo frente a la Reforma luterana le llevó a entablar constantes guerras con las consiguientes mermas económicas y sacrificios para el país. Si a las ocho guerras contra los hugonotes, mantenidas entre 1562 y 1594, más el desastre de la Armada Invencible en 1588 contra Inglaterra por apoyar a los protestantes holandeses, se añaden los conflictos que desde todos los territorios iban surgiendo, tanto desde el interior (moriscos, en las Alpujarras, motín de Zaragoza en defensa del ex secretario del rey, Antonio Pérez, acusado de espionaje, y las graves crisis económicas derivadas del considerable descenso de la población, diezmada por las guerras), como del exterior (el problema de los turcos, en el Mediterráneo, y las sublevaciones de los Países Bajos, en donde la dura represión del duque de Alba, entre los años 1567 y 1573, dio lugar a la leyenda negra sobre España), se comprenderá que a su muerte, ocurrida en 1598, comenzase el desmoronamiento de ese imperio cuya grandeza hacía insostenible mantener su equilibrio y unidad. La fecha de su muerte resulta asimismo un anticipado símbolo de lo que será tres siglos después (en 1898) la definitiva pérdida de las últimas colonias españolas en América.

El espíritu político e imperialista de Felipe II no se vio continuado por su sucesor Felipe III, quien delegó sus responsabilidades en hombres de confianza, favoritos, como el duque de Lerma, primero y el de Uceda, después, políticos de gran ambición personal que permitieron toda clase de abusos y privilegios para favorecer sus propios intereses. Durante su reinado (1598-1621) se consiguió mantener la paz con Francia, rival permanente de España, y con los Países Bajos, desde 1604, en que se firmó la paz de Londres, con Jacobo I de Inglaterra. Asimismo, desde 1609 se estableció la tregua de los Doce Años con los holandeses, lo que puso fin a un conflicto iniciado en 1566. A partir de 1610, España, al igual que toda Europa, conoció un período de paz (Pax Hispanica), basado más en las necesidades diplomáticas que en las conveniencias auténticas de una política exterior justa. Por ello, pese a las protestas de muchos nobles que consideraban un signo de debilidad española la firma de treguas, el reinado de Felipe III continuó manteniendo de cara al exterior la hegemonía española. La habilidad diplomática, el poder militar español, la estrategia de conciertos matrimoniales entre las diversas monarquías europeas, y el apoyo incondicional prestado por la Iglesia y el Papa, en justa respuesta a la gran ayuda proporcionada anteriormente por su padre, Felipe II, permitieron un gobierno de tranquilidad aparente, que se empezó a desmoronar a partir de 1618, desde Italia, Bohemia y los Países Bajos. Sus consecuencias se dejaron sentir en el reinado de su sucesor. En el interior los conflictos económicos se multiplicaron, especialmente tras la expulsión de los moriscos, decretada en 1609, lo que provocó la pérdida de 400 000 personas de un censo ya suficientemente mermado por las guerras, y el grave perjuicio económico consiguiente puesto que los musulmanes expulsados eran, en su mayoría, artesanos y campesinos.

Su heredero, Felipe IV (1621-1665) continuó con la nefasta política de los validos y dejó en manos del conde duque de Olivares (hasta 1645) los destinos de España. Su política centralista y su imposición absolutista provocaron constantes conflictos en todas las regiones, siendo el más negativo el producido en Cataluña en 1640 (el Corpus de sangre) que duró doce años, hasta concluir con la rendición de Barcelona. En el mismo año se sublevó también Portugal y diferentes intentos de secesión se produjeron en Andalucía (1641), Navarra, Aragón, Nápoles y Sicilia. No menos desastrosa fue la política exterior, cuyas consecuencias soportó el pueblo español. Al reanudarse la guerra con los Países Bajos y con Francia, la economía, ya muy reducida, se vio sumida en una grave depresión que se tradujo en constantes revueltas a causa del aumento de los impuestos. Sólo un éxito se pudo contabilizar en su reinado: la toma de Breda en los Países Bajos (en 1625), motivo inmortalizado por Velázquez. El resto de los acontecimientos puso de manifiesto el fracaso de la política del conde duque de Olivares y la decadencia naval (derrota en las Dunas, en 1639) y militar (derrota de los tercios en Rocroi, en 1643), como preámbulos de la evidente y definitiva decadencia española y la consiguiente pérdida de su hegemonía.

«Antología poética» de Luis de Góngora

Luis de Góngora. (1561-1627) fue un destacado poeta y dramaturgo español, considerado uno de los máximos exponentes del Barroco literario. Su obra, marcada por su estilo intrincado y elaborado, se distingue por su uso elaborado de la lengua y su habilidad para crear imágenes vívidas y complejas.

Nacido en Córdoba, España, Góngora provenía de una familia de la nobleza empobrecida. Estudió leyes en la Universidad de Salamanca, pero su verdadera pasión era la literatura. Durante su juventud, Góngora se unió al círculo literario conocido como los "poetas jóvenes" en Madrid, donde comenzó a desarrollar su estilo poético característico. Su poesía temprana exhibía influencias renacentistas, pero pronto evolucionó hacia una forma más elaborada y barroca.

Góngora es conocido principalmente por su participación en la célebre polémica literaria conocida como "La querella de los cultos". Esta disputa enfrentó a los defensores de Góngora, que abogaban por una poesía más compleja y rica en metáforas, contra los seguidores de su contemporáneo, Francisco de Quevedo, que preferían un estilo más claro y directo. A pesar de la controversia, Góngora consolidó su posición como uno de los precursores del estilo barroco, que se caracterizaba por su uso extravagante de la metáfora y la alusión cultural.

Sus obras más conocidas incluyen "Fábula de Polifemo y Galatea", un poema épico que mezcla lo mitológico y lo pastoril; y "Soledades, galerías y otros poemas", una colección poética que expone su estilo complejo y su dominio del lenguaje. También fue autor de sonetos, romances y villancicos que exploraban temas amorosos y existenciales.

Además de su labor como poeta, Góngora también desempeñó un papel activo en el ámbito eclesiástico y académico. Fue capellán en la corte real y posteriormente canónigo en la catedral de Córdoba. Aunque su relación con Quevedo y otros poetas fue en ocasiones tensa, su influencia en las letras españolas perduró a lo largo del tiempo.

Luis de Góngora falleció en 1627 en Córdoba, dejando un legado literario que marcó un punto de inflexión en la evolución de la poesía española. Su estilo complejo y su uso innovador del lenguaje influyeron en las generaciones posteriores de poetas y su obra sigue siendo objeto de estudio y admiración en la actualidad.