Aguas Turbulentas
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Resumen del libro: "Aguas Turbulentas" de Ichiyō Higuchi
Aunque volcada principalmente en la poesía, Ichiyo Higuchi también abordó la prosa con un precioso diario y alrededor de unas quince narraciones, cinco de las cuales -probablemente las mejores- se reúnen en el presente volumen, encabezadas por la novela corta «Aguas turbulentas», sobre el mundo de las geishas que ella conocía bien por haber vivido cerca de un barrio de prostitución de Tokio. Con una diafanidad, sentido del detalle y capacidad poética impresionantes, en estas conmovedoras narraciones trata la diferencia de clase social, la artificialidad e injusticia de una sociedad en demasía codificada, etc., enriquecidos por la sensibilidad del punto de vista femenino, que analiza la infelicidad resultante de los conflictos sentimentales agravados por las cortapisas sociales. No en vano, el gran Mori Ogai, otro gran escritor de la era Meiji, escribió: «Ichiyo es una mujer de genio excepcional».
I
–¡Señor Kimura! ¡Señor Shin! ¡Vengan! ¿No habían prometido detenerse aquí? ¡Pero, mira por dónde, pasan de largo para ir a beber a casa Futaba u a otro sitio! Yo misma voy a invitarme sin pedirles permiso, ¡van a ver! ¡Al menos entren aquí cuando vuelvan de los baños, si es que es ahí adonde se dirigen! ¡Son unos mentirosos, nunca sé cuando debo creerles!
La mujer, de pie ante el establecimiento, se dejaba llevar por el mal genio. Los hombres tenían aspecto de ser clientes habituales. Cuando pasaron ante la mujer arrastrando sus chanclos de madera, ella se había puesto a sermonearles, pero esto no pareció alterarles lo más mínimo.
–¡Más tarde! ¡Más tarde! –exclamaron para calmarla.
La mujer chasqueó la lengua viendo cómo se alejaban. «¡Casi seguro que después no vienen! ¡Una vez los hombres se casan ya no se puede hacer nada con ellos!», murmuró para sus adentros mientras volvía a entrar en el local.
–Otaka, ¿por qué te enfadas? ¡No tiene importancia! ¡No te impacientes, ya verás como él pronto volverá contigo, igual que antes! ¡Retornará el ardor! ¡No te inquietes, basta aguardar y la magia de tus plegarias hará el resto! –La consoló otra chica del establecimiento.
–Yo no soy como Oriki, ya sabes, no tengo su talento. ¡No puedo permitirme dejar escapar a ninguno! Y, además, ¡la gente sin suerte como yo no puede contar demasiado con la magia de las plegarias! Me parece que tendré que volver a salir a la calle esta noche para atraer a algún cliente. Verdaderamente, ¡esto no es vida!
En un arrebato de rabia se sentó delante del establecimiento y se puso a golpear ruidosamente el suelo con las suelas de las sandalias. Tendría unos veintisiete años, quizá treinta. En lugar de las cejas depiladas llevaba pintado un trazo negro, y una espesa capa de polvo blanco cubría su rostro. Sus labios, repletos de un rojo tan chillón, hacían pensar más en un perro devorador de hombres que en una cortesana.
La mujer a la que Otaka se había referido, Oriki, era una verdadera belleza: esbelta y de talla mediana; sus cabellos, recién lavados, estaban recogidos en un moño alto anudado con ayuda de unas briznas de paja aún verde; su piel era tan pálida que el maquillaje resultaba innecesario, salvo en el cuello, donde el polvo blanco había sido levemente aplicado. Llevaba el kimono un poco suelto, como invitando a los ojos a asomarse hacia el contorno diáfano del pecho. De modo poco decente, se hallaba sentada con una rodilla en el suelo y la otra alzada, y exhalaba con su larga pipa repetidas bocanadas de humo.
Por suerte nadie había allí para llamarle la atención. Con solo una mirada, se comprendía que era una de las chicas del barrio. Su kimono de verano con motivos llamativos estaba ceñido a la espalda mediante un largo echarpe que le caía hasta muy abajo, en satén negro y forrado con un tejido de mediocre calidad. Por la parte inferior sobresalían los lazos escarlata con que se había hecho el nudo.
Otaka, que se rascaba la base del moño con una aguja plateada para el cabello, ponía cara de estar recordando algo.
…
Ichiyō Higuchi. Fue una novelista japonesa que vivió durante el período Meiji (1868-1912). Su nombre de nacimiento era Natsuko Higuchi, pero también era conocida bajo su otro seudónimo de Natsu Higuchi. Es considerada la primera mujer escritora profesional de la literatura moderna japonesa, especializada en cuentos y poesía. Su retrato aparece en el billete de 5000 yenes.
Higuchi nació el 2 de mayo de 1872 en Tokio, en una familia de origen campesino que había logrado obtener el estatus de samurái de bajo rango. Su padre perdió su posición y su fortuna tras la restauración Meiji y la abolición del sistema feudal. Higuchi sufrió la pobreza y la marginación social desde su infancia, lo que influyó en su sensibilidad literaria.
Desde los catorce años, Higuchi estudió poesía clásica japonesa (waka) en una escuela privada llamada Haginoya, dirigida por Utako Nakajima, una poetisa renombrada. Allí aprendió los modelos literarios de la época Heian y participó en concursos poéticos mensuales. Sin embargo, se sentía incómoda entre sus compañeros de clase, que provenían de la alta sociedad.
En 1889, tras la muerte de su padre y la ruptura de su compromiso matrimonial, Higuchi se trasladó con su madre y su hermana menor a un barrio pobre de Tokio, donde se dedicaron a coser y lavar ropa para sobrevivir. Inspirada por el éxito de una antigua compañera de escuela que había publicado una novela, Higuchi decidió convertirse en escritora.
En 1891, comenzó a escribir un diario que se extendería por cientos de páginas hasta el final de su vida. En él plasmaba sus impresiones sobre la literatura, la sociedad y sus propias emociones. También empezó a enviar sus cuentos a revistas literarias, bajo el seudónimo de Ichiyō Higuchi, tomado de un personaje del clásico Genji Monogatari.
Su primer cuento publicado fue "Wakare-michi" ("El camino separado"), que apareció en la revista Miyako no Hana en 1892. A partir de entonces, escribió una docena de cuentos más, que le valieron el reconocimiento de la crítica y el público. Sus obras reflejan la vida cotidiana de las clases bajas en Tokio, con un estilo realista y poético a la vez. Algunos de sus cuentos más famosos son "Otsugomori" ("La víspera del Año Nuevo"), "Nigorie" ("El agua turbia"), "Takekurabe" ("Comparando alturas") y "Jūsan'ya" ("La decimotercera noche").
Higuchi murió el 23 de noviembre de 1896, a los veinticuatro años, víctima de la tuberculosis. Su breve pero intensa carrera literaria tuvo un gran impacto en la literatura japonesa y aún es apreciada por el público japonés de hoy. Higuchi fue la única entre sus contemporáneos cuya escritura se basaba en modelos japoneses antiguos en lugar de occidentales. Sus obras son, además, muy valoradas por su uso de la lengua japonesa clásica.