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Aberraciones psíquicas del sexo

Portada del libro Aberraciones psíquicas del sexo, de Mario Roso de Luna

Resumen del libro:

El libro Aberraciones Psíquicas del Sexo, escrito por Mario Roso de Luna, es una obra poco común y esotérica que trata sobre el comercio carnal entre seres humanos y espíritus elementales. Roso de Luna, un destacado teósofo y ocultista español del siglo XX, amplía y comenta la obra El Conde de Gabalis de 1670, escrita por el Abate Villars, quien fue asesinado poco después de publicarla por revelar secretos cabalísticos prohibidos.

En esta obra, Roso de Luna explora el origen y la naturaleza de los espíritus elementales que habitan los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra, y cómo estos son responsables de muchas manifestaciones paranormales. También analiza el papel que juega el sexo en la relación entre los humanos y los elementales y cómo puede ser una fuente de poder o de perdición.

Roso de Luna advierte sobre los peligros y las consecuencias de ambos tipos de comercio carnal con los elementales, que pueden ir desde la locura hasta la muerte. Sin embargo, también reconoce que existe una forma superior y sagrada de unión sexual entre los humanos y los elementales, que es la que practicaban los antiguos iniciados en las ciencias ocultas.

En conclusión, Aberraciones psíquicas del sexo es una obra fascinante y polémica que explora un mundo desconocido y misterioso, donde se entrelazan la realidad y la fantasía, la ciencia y la magia, el amor y el horror. Es un libro que sin duda desafiará la mente de aquellos que se aventuren a leerlo.

CHARLA PRIMERA

DIOS haya recibido en su Seno al alma del señor conde de Gabalis, quien, según me acaban de noticiar, ha muerto de apoplejía. Los pícaros curiosos no dejarán de decirme que esta clase de muerte es la ordinaria de cuantos administran mal los secretos de los sabios, y que desde que el bienaventurado RAIMUNDO LULIO pronunció esta fatal condena en su testamento filosófico, un ángel vengador se ha encargado siempre de retorcer prontamente el cuello a todos cuantos han revelado indiscretamente a los profanos los Misterios Filosóficos.

El primer problema que nos plantea la obra que comenzamos a comentar, es el de la razón de las muertes violentas, especialmente cuando ellas vienen a ser una especie de ¿castigo? impuesto al hombre por las leyes naturales, cuando se extravía por completo en el camino de la misión que a todos nosotros, grandes o pequeños, nos corresponde en la vida, misión que es, acaso, la misma razón de ser de nuestra presencia en la Tierra.

No cabe duda que en los llamados malogrados, da dicha ley se cumple», ya lo expusimos extensamente en el epígrafe «¿Cuándo se muere?», de nuestro libro Hacia la Gnosis, y no habremos de repetirlo aquí. LARRA, ESPRONCEDA, BALMES, GABRIEL y GALÁN, para no hablar sino de nuestro país y nuestra época, equivocaron su misión, y se malograron en edad temprana, igual aconteciera a MOZART, a ABEL, etc.

Pero aquí no se trata de jóvenes malogrados, sino de hombres muertos violentameate «por haber manejado mal los secretos filosóficos». En este caso se hallan, por ejemplo, STEAD, el gran espiritista; GERARD ENCAUSSE o Papús, el ocultista célebre; ALFREDO RODRÍGUEZ ALDAO (o Aymerich), discípulo de éste, y, en cuanto a da apoplejía», el propio RICARDO WAGNER, después de la sublime mezcolanza de lo pagano con lo cristiano, que éste hiciera en su Parsifal, contra su propio propósito originario de damos en esta ópera una tesis completamente oriental, algo así como «las tribulaciones del Buddha antes de lograr su liberación», propósito del que los monarcas alemanes le hicieron desistir, como referimos en nuestra obra Wagner, mitólogo y ocultista, capítulo sobre Parsifal. Se nos dirá que tal muerte por apoplejía acaecióle, como pudo sobrevenirfe cualquiera otra, a la edad avanzadísima que ya contaba; pero sobre ello no vamos a discutir, sino, meramente, a apuntar la coincidencia de aquella «mala administración del Parsifal», con la de la enfermedad que arrebatara de allí a poco al más grande de los genios musicales.

Nuestra ciencia positiva del «hecho», y nada más que del hecho, no puede llevarnos a mal el que apuntemos estos hechos concretos, dejándoie a ella, por no ser del presente lugar, la tarea de desentrañarlos, ya que «la casualidad» no existe y todo proviene de un juego de causas o «ley de causalidad», sin la cual nos es imposible explicarnos la Naturaleza.

«Es bien curioso, dice, por otra parte, la nota del texto puesta al párrafo que comentamos, que el abate de VILLARS, autor de estos diálogos sobre las ciencias secretas, experimentó una muerte violenta, análoga a la que él dice aconteció al conde de Gabalis, ya que, publicada su obra en 1670, hubo de ser encontrado asesinado, poco después, sobre la carretera de Lyon, en 1673». También ANATOLE FRANCE, en su Rotisserie de la Reigne Pédauque, glosa novelesca de la obra de Gabalis, hace morir asesinado a su héroe el abate Coignard (nombre que es simple cambio del de VILLARS), en la misma carretera, cuando huía de París por causa de sus aventuras cabalísticas.

Mas, ellos no deben condenar de ligero a hombre tan sabio, sin estar mejor informados acerca de su diáfana conducta. Es verdad, sí, que el buen Conde me lo ha revelado todo, pero se rodeó, para así hacerlo, de todas las circunspecciones y garantías cabalísticas, y hay que rendir a su memoria el homenaje de que él era celoso guardador de la religión de sus padres los Filósofos, y que se habría dejado quemar vivo antes que profanar la santidad de la Doctrina, franqueándola a cualquier príncipe indigno, a cualquier ambicioso, o a un incontinente degenerado cualquiera: las tres ciases de hombres excomulgados en todo tiempo por los Sabios. Felizmente, no soy príncipe; abrigo bien poca dosis de ambición y, como se verá en el decurso de este relato, tengo, asimismo, un poco más de castidad que la exigida para un Sabio.

Gabalis halló en mi un espíritu dócil, curioso y algo tímido, faltándome sólo un poco de melancolía para demostrar a cuantos han afeado al buen Conde el no haberme ocultado nada, que soy persona apta para las ciencias secretas. Verdad es que sin melancolía no se pueden lograr grandes progresos en éstas, pero lo poco que de ella poseo, no he de emplearlo con mal fin.

— Tenéis —me dijo aquél cien veces— a Saturno en un ángulo de vuestro horóscopo, en su propia Casa astrológica y retrógrado; no podéis, pues, por menos de ser todo lo melancólico que un Sabio debe de ser, ya que el más sabio de todos los hombres, según conocemos por la Cábala, tenía, como vos, a Júpiter en el Ascendente y, sin embargo, no se ha probado que riese una sola vez en la vida. De tal modo era potente la influencia de su Saturno, aunque ella fuese bastante más débil que la de vuestro horóscopo.

Es, pues, a mi Saturno, y no al señor conde de Gabalis, a quienes los indiscretos deben culpar de que yo prefiera el divulgar los secretos de los Sabios, a practicarlos. Si los Astros no cumplen con su deber, el Conde no tiene la culpa, y si me falta la suficiente grandeza de alma para intentar adueñarme de la Naturaleza entera; dominar a los Elementos; conversar con las Inteligencias supremas; mandar a los Demonios; engendrar Gigantes; crear, a voluntad, nuevos Mundos; hablar frente a frente a Dios, cuando está sentado en su trono pavoroso, y obligar al Querubín que guarda la puerta del Paraíso terrestre, a que me permita el pasearme un poco por las avenidas de su boscaje, es de mí sólo de quien hay que abominar o a quien hay que compadecer, sin necesidad por ello de ofender la memoria de este hombre extraño, ni decir que él murió por haberme revelado indiscretamente el secreto de todas las cosas. ¿Acaso es imposible que, como en semejante mundo las luchas son continuas, haya él sucumbido en cualquier combate con algún Espíritu burlón o Trasgo de los que tanto abundan en esotro mundo? ¿No habrá sido, quizá, que, al hablar con Dios asentado en su rutilante trono, no haya podido mirarle cara a cara, ya que está escrito que nadie puede así contemplarle sin morir? ¿O bien su muerte no fue sino una falsa apariencia, según inveterada costumbre de los Filósofos, que hacen como que mueren en un lado para trasladarse, insospechados, a otro? Sea de ello lo que fuere, no puedo resignarme a creer que la manera como me confió sus tesoros de Sabiduría merezca ningún castigo. Ved cómo pasó la cosa:

El autor da en estos párrafos bastante idea de cómo es entendida por él la que llama iniciación cabalística, y, en general, todas las iniciaciones Esotéricas. Primero excluye de ella a los pervertidos, a los ambiciosos y a los poderosos indignos. Este último fue el caso, por ejemplo, de Felipe el Hermoso, de Francia, y del Papa Bonifacío VIII, con la iniciación cabalístico-oriental de los Templarios, de cuyos Misterios, entrambos fueron Techazados como indica la Historia de las Cruzadas, de MICHAUD y POUJULAT, donde se dice que, tanto Jacobo de Molay, Gran Maestre de la Orden, como los demás templarios, quemados vivos por causa de ello, fueron inocentes de cuantos crímenes se les imputaban.

Luego nos habla el texto de la melancolía, como indispensable premisa para la iniciación, y, sin duda, se refiere a ese descontento hacia la vulgaridad que nos rodea, y a ese tedium vitae, que diría el clásico, o el decor, de los trovadores, que es la base para el titánico anhelo de superación de todos los místicos de la Historia. Además, hace depender, erróneamente, semejante disposición melancólica, únicamente del horóscopo del candidato, aunque, al tenor del eterno dicho astrológico, dos astros inclinan, pero no obligan», dependiendo de nosotros y no de ellos nuestro porvenir —mejor dicho, nuestro devenir—, como creadores que somos de nuestros propios Destinos.

En cuanto a la designación que hace de los «poderes» por la abalística iniciación conseguidos, campea en aquélla el altisonante y declamatorio estilo de toda la Cábala occidental, y que tan aparatosamente aparece en la obra de ELIPHAS LEVY, o sea del abate BENJAMIN CONSTAND, secreto discípulo de Roma, titulada Dogma y Ritual de la Alta Magia, y en otras. Buddha y Jesús, que para nosotros, como seres efectivamente Divinos en toda la acepción de la palabra, nos significan harto más, no apelaron a tales teatrales declamaciones, para darnos en forma dulce, llana y sencilla su salvadora Doctrina; y no hay que olvidar tampoco, según sentencia de nuestra Maestra, H. P. BLAVATSKY, que el verdadero Ocultismo o reforma interior de uno mismo, por la Voluntad y el Conocimiento, es, a las llamadas «ciencias secretas, ocultas o malditas», lo que la luz del Sol esplendoroso es a la tenue fosforescencia de la luciérnaga. Quien se domina a si propio, ha dicho VOLTAIRE, «domina al mundo», sin necesidad de recurrir a tales teatralidades charlatanescas de los mal llamados «magos» que nos forjamos en Occidente, no de los magos auténticos de aquella energética superación que nos da, efectivamente, sin buscarlo, todo ese dominio taumatúrgico sobre la Naturaleza entera, o sea el poder de hacer «milagros». Pero no el sentido de ser estos milagros efectivas transgresiones de la eterna Ley que preside a aquélla, sino en el etimológico del mirabilia latino, o sea de «cosa admirable, maravillosa, prodigios», como lo son las infinitas maravillas de la ciencia moderna, verdaderas «magias» para las edades anteriores, o «ciencias mayores» de lo que constituyera la ciencia, los conocimientos, de las edades precedentes. Las que por «magias» hoy se tienen, al tenor de las declamaciones aquéllas, no son sirio otras tantas «monedas falsas» de la única y falsificada moneda legal de la verdadera Magia, Ciencia eterna, cuya previa existencia, a través de las edades, ellas presuponen indefectiblemente con su falsificación.

Iniciase, finalmente, en estos párrafos, el lamentable estilo burlón y satírico que campea en todo el resto de la obra, y contra el que, en su oportuno lugar, haremos las debidas observaciones.

Aberraciones psíquicas del sexo: Mario Roso de Luna

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