A paso de cangrejo
Resumen del libro: "A paso de cangrejo" de Günter Grass
Günter Grass, célebre escritor alemán galardonado con el Premio Nobel de Literatura en 1999, presenta en su obra “A paso de cangrejo” un relato que se extiende a lo largo de tres generaciones de una misma familia. A través de esta estructura narrativa, Grass nos sumerge en una profunda investigación sobre un acontecimiento poco conocido de la Segunda Guerra Mundial: el hundimiento del buque Wilhelm Gustloff en 1945 por un submarino ruso. Este suceso, en el que perecieron numerosas mujeres y niños que huían del avance soviético, es el eje central que conecta las vidas de los protagonistas.
En el trasfondo de esta historia, Grass expone la omisión y el silencio tanto de los alemanes, que no divulgaron el hecho para no minar la moral de la población, como de los rusos, que evitaron difundir el asesinato de tantas víctimas civiles. La superviviente Tulla, quien da a luz a un niño poco después de ser rescatada, encarna la esperanza y la fragilidad de la vida en medio del caos.
El hijo de Tulla, Paul, se convierte en un periodista carente de compromisos y mediocridad profesional, incapaz de enfrentarse a la verdad que rodea el hundimiento del Wilhelm Gustloff. Sin embargo, es su hijo Konrad, un joven solitario apasionado por la informática, quien comienza a desentrañar los secretos ocultos tras el suceso. A medida que avanza la trama, Grass nos ofrece una visión penetrante de la realidad, alertando sobre el resurgimiento del nazismo y sus peligros latentes.
Con una prosa apasionante y un análisis meticuloso de la historia, “A paso de cangrejo” no solo entretiene al lector, sino que también lo invita a reflexionar sobre las consecuencias del silencio y la importancia de enfrentar la verdad histórica. La voz de Günter Grass resuena una vez más en las conciencias europeas, recordándonos la necesidad de aprender del pasado para evitar que los horrores del nazismo vuelvan a repetirse. En resumen, esta novela no solo es un relato fascinante, sino también una llamada de alerta de uno de los grandes intelectuales de nuestro tiempo.
in memoriam.
1.
—¿Por qué no hasta ahora? —dijo alguien que no soy yo. Porque Madre me dijo una y otra vez que… Porque entonces, cuando el grito estaba sobre el agua, quise gritar, pero no pude… Porque la verdad en poco más de tres líneas… Porque hasta ahora no…
Las palabras tienen todavía dificultades conmigo. Alguien a quien no le gustan las excusas me ata a mi profesión. Dice que, ya de joven fichaje, fácil de palabra, hice mis prácticas en un periódico de Springer, pero pronto tuve éxito, arremetí contra Springer en las páginas del tageszeitung, trabajé luego brevemente como mercenario para agencias de noticias y, durante mucho tiempo, resumí en artículos todo lo recién cortado: diariamente la actualidad. La actualidad del día.
Tal vez tenga usted razón, dije. Pero no nos enseñaron otra cosa. Si ahora tengo que empezar a reconvertirme, todo lo que me ha salido mal se atribuirá al hundimiento de un barco, porque…, porque Madre estaba en avanzado estado de gestación, porque sólo vivo de casualidad.
Y una vez más estoy al servicio de alguien, pero de momento puedo prescindir de mi insignificante persona, porque esa historia comenzó mucho tiempo antes que yo, hace más de cien años, y concretamente en la mecklenburguesa ciudad residencial de Schwerin, que se extiende entre siete lagos, se identifica en las postales con su Schelfstadt y con un castillo de muchas torres, y que, durante toda la guerra, permaneció exteriormente intacta.
Al principio no creí que un poblacho de provincias hace tiempo olvidado por la Historia pudiera atraer a nadie, salvo turistas, pero, de pronto, el punto de partida de mi relato se puso de moda en Internet. Alguien me dio anónimamente información sobre fechas, nombres de calles y calificaciones escolares, porque se empeñó en descubrir un filón al coleccionista de cosas pasadas que soy.
En cuanto salieron esos trastos al mercado me compré un Mac con módem. Mi profesión exigía recuperar las informaciones que vagabundean por el mundo. Y aprendí a arreglármelas pasablemente con el ordenador. Pronto, palabras como browser o hyperlink no me parecieron ya chino. Con un clic de ratón obtenía informaciones de usar o tirar y, por capricho o aburrimiento, comencé a chatear de una tertulia a otra y a contestar hasta el junk-mail más idiota, recalé brevemente en dos o tres sitios porno y, después de navegar sin rumbo, tropecé finalmente con páginas en las que los llamados inmovilistas, pero también neonazis de la última hornada, daban suelta a su estupidez en páginas cargadas de odio. Y, de pronto —buscando un nombre de barco—, encontré la dirección exacta: «www.blutzeuge.de[1]». En letras góticas, unos «Camaradas de Schwerin» machacaban vigorosas consignas. Siempre a posteriori. Más divertido que vomitivo.
Desde entonces me resulta claro cuál es el testimonio que debo dar. Pero todavía no sé si, como he aprendido, debo desbobinar primero una cosa, luego la otra y después esta vida o aquella, o recorrer el tiempo oblicuamente, un poco al estilo de los cangrejos, cuyo retroceso lateral engaña, porque avanzan con bastante, rapidez. Sólo una cosa va a misa: la Naturaleza o, mejor dicho, el Mar Báltico ha dado hace más de medio siglo su luz verde a todo lo que aquí se va a contar.
Primero le toca a alguien cuya tumba fue destrozada. Después de terminar la enseñanza secundaria —bachiller elemental—, inició su aprendizaje en un banco, aprendizaje que acabó sin pena ni gloria. Nada de eso aparecía en Internet. Allí sólo se recordaba como «mártir», en una página web expresamente dedicada, a Wilhelm Gustloff, nacido en Schwerin en 1895. De modo que no hay alusiones a su afectada laringe ni a la dolencia pulmonar crónica que le impidió demostrar su valor en la Primera Guerra Mundial. Mientras que Hans Castorp, joven de familia hanseática, tuvo que dejar por orden de su creador la Montaña Mágica, para, en la página 994 de la novela del mismo nombre, caer en Flandes como voluntario o perderse en la incertidumbre literaria, en 1917 el Banco de Seguros de Vida de Schwerin envió solícito a su eficiente empleado a Suiza, para que, en Davos, curase de su dolencia, con lo que se puso tan sano en aquel aire especial que sólo se le pudo liquidar con otra clase de muerte; a Schwerin, al clima de la Baja Alemania, no quiso volver de momento.
Wilhelm Gustloff encontró trabajo como ayudante en un observatorio. Apenas se convirtió aquel centro de investigación en fundación confederada, ascendió a secretario del observatorio, lo que sin embargo le dejaba tiempo para ganarse un complemento de sueldo como representante exterior de una sociedad de seguros del hogar; ejerciendo esa profesión secundaria llegó a conocer los cantones de Suiza. Al mismo tiempo, su mujer Hedwig trabajaba diligentemente: como secretaria y sin tener que abandonar sus convicciones nacionalistas, con un abogado llamado Moses Silberroth.
Hasta aquí los hechos arrojan la imagen de un matrimonio burguésmente consolidado, que, sin embargo, como se verá, sólo fingía un estilo de vida adaptado al sentido comercial suizo; porque, al principio subliminalmente y luego de forma abierta —y largo tiempo tolerada por su patrono—, el secretario del observatorio utilizó con éxito su innato talento organizador: entró en el Partido y, para principios del treinta y seis, había reclutado entre los alemanes del Reich y los austríacos que vivían en Suiza a unos cinco mil miembros, los había reunido en agrupaciones locales repartidas por todo el país, y les había hecho jurar fidelidad a alguien a quien la Providencia había imaginado como Führer.
Fue sin embargo él el nombrado jefe de agrupaciones regionales en el extranjero por Gregor Strasser, del que dependía la organización del Partido. Strasser, que pertenecía al ala izquierda, después de haber renunciado a todos sus cargos en el treinta y dos, como protesta por el acercamiento de su Führer a la gran industria, fue considerado dos años más tarde participante en el golpe de Estado de Rohm y liquidado por su propia gente; su hermano Otto escapó al extranjero. Por consiguiente, Gustloff tuvo que buscarse un nuevo modelo.
Cuando, con motivo de una interpelación en el Pequeño Consejo del cantón de Graubünden, un funcionario de la policía de extranjeros quiso saber cómo entendía él, en plena Confederación Helvética, su puesto de jefe de agrupaciones regionales del NSDAP (Partido Nacionalsocialista Alemán del Trabajo) en el extranjero, respondió al parecer:
—Las personas que más quiero en el mundo son mi mujer y mi madre. Si mi Führer me ordenara matarlas, lo obedecería.
En Internet se discutía la veracidad de esa cita. En la tertulia ofrecida por los Camaradas de Schwerin se decía que esa y otras mentiras se las inventó el judío Emil Ludwig en la basura que escribió. Era más bien la influencia de Gregor Strasser la que perduraba en el «mártir». Gustloff había subrayado siempre, más que lo nacionalista, lo socialista de su visión del mundo. Pronto arreciaron las luchas partidistas entre los chateadores. Una noche virtual de los cuchillos largos reclamaba sus víctimas.
Entonces, sin embargo, se recordó a todos los usuarios interesados una fecha que debía servir para acreditar a la Providencia. Lo que yo había intentado explicarme como simple casualidad elevó al funcionario Gustloff a contextos sobrenaturales: el 30 de enero de 1945, exactamente cincuenta años después de nacer el «mártir», comenzó a hundirse el barco bautizado con su nombre, para dar así, doce años después de la toma del poder, ocurrida también exactamente ese día, un signo del hundimiento general.
…
Günter Grass. Escritor alemán, fue uno de los autores en lengua germana más destacados del siglo XX, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1999 y conocido por su gran actividad tanto en el mundo de las letras y el arte como a nivel político y de compromiso social. Nacido en Danzig de familia polaca, Grass pasó a la Alemania Federal como exiliado al final de la Segunda Guerra Mundial, tras un polémico paso por las Waffen SS cuando apenas contaba con 17 años. Tras la guerra trabajó como minero y cantero, comenzando de ese modo su pasión por la escultura, campo que estudió en Düsseldorf y Berlín.
La obra más conocida de Grass fue también la primera: El tambor de hojalata (1959), libro que fue llevado al cine en 1979 por Volker Schlöndorf, con el que comienza su Trilogía de Danzig en la que habla de su ciudad natal, la guerra y el nazismo.
En la obra de Grass también estuvo presente el ensayo político y el compromiso, como en Malos presagios (1992) o Discurso de la pérdida (1993). Grass, junto a otros autores alemanes, formó parte de un movimiento comprometido socialmente y de gran importancia como eco de los movimientos de 1968.
Como poeta, Grass publicó en 1991 Madera Muerta y en 2009, Payaso de agosto, aunque sus obras como narrador, El rodaballo (1977) o La caja de los deseos (2009), entre otras, fueron fundamentales en la narrativa alemana.
En 2007 publicó Pelando la cebolla, autobiografía en la que dio a conocer su implicación con el movimiento nazi, provocando una fuerte polémica en Alemania.
Con posterioridad, Grass publicó varios de sus diarios en los que se aprecia todavía mejor el proceso de creación y pensamiento de este genial autor alemán.