Un fanático, un verdadero fanático de la ciencia ficción (CF), solo lee, ve y juega cosas de ciencia ficción. Y piensa que los escritores solo escriben cosas del género. Criterio un poco absolutista, pero era lo que pensaba en mi adolescencia. Mas, cuando uno choca con la revista Qubit, el Taller Espacio Abierto, el Proyecto DiALfa, autores y libros, y vas a las actividades donde alguien te dice: lee Sol negro, sé que no es lo tuyo, es fantasía, pero está genial, uno empieza a cambiar de parecer.
Y busca y encuentra en la Biblioteca Villena. Único título disponible. La persona que me atendió dijo: no lo puedes sacar, los otros se los robaron. La miré y maldije bajito, estaba en una biblioteca y era necesario ser educado. Me senté y ella siguió mirándome, hasta que le dijeron algo y comenzó a reír y yo a leer. Leer, devorar. El tiempo se diluyó de tal forma que solo un hambre de cincel contra las paredes del estómago fue capaz de hacerme dejar el libro —por el momento. Mi primer contacto con la fantasía impresa fue a través de ese libro: Sol negro.
Después encontré otro del mismo autor, Michel Encinosa. Era de ciencia ficción. Dioses de neón. ¡Ciberpunk! ¡Ciberpunk! Soy enfermo al cyberpunk. Lo compré en el acto, había también dos más: Veredas, ¡más ciberpunk!, y Dopamina, Sans Amour, ¡no era de ciberpunk sino de realismo!, algo que normalmente no me ha interesado, salvo dos o tres títulos. Lo abrí en una página al azar y choqué con algo así: “…sacamos los GameBoy Advance (Nintendo). Pusimos el cable. Los ángeles de la interconectividad entonaron un himno allá en lo alto…”. Era realismo de un escritor que, hasta ese momento, para mí solo escribía CF y fantasía.
Debo decir que no soy el primero ni seré el último que noté tal efecto Pandora (satélite de la película Avatar de James Cameron, no la mujer griega). Yoss, en su vital antología, Crónicas del mañana, expresa en el ¿pequeño? subprólogo: “Como escritor, Michel se mueve con seguridad en muy variados registros, que van desde el prolijo barroquismo de su fantasía heroica, a la prosa cínicamente descarnada con que aborda el realismo sucio en un estilo neopop muy personal…”.
Confieso que el ciberpunk de Michel me chocó en un principio. No era a lo que estaba acostumbrado. Su estilo literario; la manipulación de los tonos entre una historia a otra; la diversidad de personajes y situaciones, fueron demasiadas cosas a digerir para un lector inexperto. Cuando Michel escribe su ciberpunk se preocupa por la aplicación de técnicas literarias y por la renovación y formación de un lenguaje. En Ofidia, universo donde se desarrollan las historias de Dioses de neón, Niños de neón y Veredas, Michel genera buenos personajes cumpliendo con la premisa de que los mejores no son los estereotipados, sino aquellos que pueden ser identificados por el lector dentro de uno de esos estereotipos y a la vez tienen características propias que le dan vida y autonomía. Otros personajes simplemente no pueden ser encasillados. Porque, según el propio Michel en una entrevista realizada por el escritor Ahmel Echevarría y publicada en el sitio digital Vercuba: “…se debe aprender a eludir los arquetipos, aprender que los arquetipos no son imprescindibles…”
Michel utiliza también en su ciberpunk una imbricación de temas clásicos como la inmortalidad en su cuento “Rafaela” y la amistad en “Erika”, pero no en la forma tradicional sino con una veta menos idealista. En otros cuentos emplea temas postmodernos característicos del género, como en “Atomovilieta” y en especial en “Primero soy un Jerbo”. Sobre este aspecto cito una vez más al antologador de Crónicas del mañana: “…es una reflexión sobre el individualismo y los peligros que acarrea, sobre la inhumanidad de un capitalismo hipertecnológico que usa y tira no solo a los objetos si no a las personas… también nos advierte del sedentarismo extremo…”.
Se debe puntualizar que esto se refiere en específico al cuento antologado, pero mucho de este criterio se puede aplicar a las obras de ciberpunk de Encinosa y, ¿por qué no?, en especial a “Primero soy un Jerbo”. Este cuento podría decirse que está construido de forma episódica, con un lenguaje donde priman los galimatías. Michel autor desaparece y deja que su personaje tome el control de la historia, narrada en primera persona y reforzada por el lenguaje en la que este nos la cuenta: “…+/– como 3 semanas antes en el Barrio Helloween, pero con mucho + jugo. Crono 0134. Sólo quedamos 2 de este lado, 2 del otro, escalera de X ½ y 13 cadáveres viola2 por ratas en los pisos…”.
Así comienza el cuento. Y nos sumerge dentro del personaje, y de alguna forma es como si viésemos todo una vez que lo ha procesado y le ha dado su extraña interpretación de lo que ve y sucede. Este hecho se refuerza por lenguaje, y principalmente, el uso de los símbolos. Mostrando una inmensa capacidad de selección de material, Michel estructura el cuento en episodios de corta duración, lo que permite la constante acción de la trama y amortigua de esta forma la cantidad de símbolos que, de cierta manera, limitarían la expresión de sentimientos complejos característicos en sus personajes. Con este último punto se podría discrepar, porque, ¿acaso el personaje no deja ver sus sentimientos y estados de ánimo durante todo el cuento? Y así es. Porque en literatura siempre es mejor mostrar que decir. Y en “Primero soy un Jerbo” se muestra. En este cuento se pone de manifiesto que hay historias para experimentar, solo tienen que ser bien escritas. Y “Primero soy un Jerbo” es una de ellas, aunque es algo difícil de leer en un principio.
Pero esa no es la única historia en que Michel experimenta. En su libro de cuentos Dopamina, Sans Amour utiliza una técnica, parecida a la usada por Cortázar en su inmortal Rayuela: Argumento rizomático. El libro puede ser leído de varias formas, como hábilmente nos invita al final de cada cuento. Ambas formas dan una nueva dimensión del personaje y de la historia, como un cuarto de espejos, o como si el libro fuese la Piedra Roseta. Pero el verdadero sello de Michel es, a mi forma de ver, ese estilo literario “…tan postmoderno que muchos consideran de CF…”, como expresó Yoss en las notas de su artículo “La flota marítima boliviana parte a la conquista de los océanos” publicado en El Caimán Barbudo en el 2010.
“Allá muy lejos, distante y remota, hay una muchacha. Es belga, vive en Tokio. Trabaja en una imprenta donde hacen cajas para DVDs. Las de cartón, quiero decir. Ahora están tirando las de una compañía coreana. Las que llevan un logo con detalles en tinta irisada. Las imprimen en Japón, les sale más barato.
En fin, la muchacha belga.
Todos los días acude a este blog y sabe que existo, que aún existo…”.
Es ese estilo suyo tan propio, de manifiesto en sus libros Dioses de neón, Niños de neón, Veredas, y también muchos de los cuentos de su libro Vivir y morir sin ángeles. En este libro en especial, se despliega como una andanada, el erotismo: “…sale de la bañera. Se para de frente al espejo y la examino de pies a cabeza. Nunca había notado la entrepierna tan velluda que tiene. Se extiende hasta más arriba del ano, brilla a trasluz /…/clavo las uñas en sus nalgas por entre sus muslos, y abarco su sexo en mi boca bien abierta, tratando de tragármelo todo completo, raspando con mis dientes, saboreando y lengüeteando como si fuese la última vez y no la primera/…/Está toda mojada y fría, y para colmo empieza a gemir, a decir que le gusta, que se viene…”.
Alberto Garrandés expresa en su artículo “La lengua impregnada (fragmentos repetitivos sobre sexo y literatura)”, publicado en el número 69 de la revista Unión: “Las angulaciones de esos intercambios, cada vez más violentos e imaginativos, tienden a transformarlos en una especie de gran límite tras el cual están, como insinué, los problemas de sentimiento y la compañía. Lo mejor del relato de Encinosa se encuentra ahí, en la escandalosa visibilidad del límite”.
Tomo prestadas las palabras de Garrandés: Michel “se mueve en la escandalosa visibilidad del límite” en algunas de sus obras de CF y realismo, usando como principal cable conector su estilo. Michel usa su fuerza de lenguaje como una espada de dos filos. Cuando escribe CF, escribe CF, y cuando es realismo es realismo, pero en ocasiones —como ya otros han notado— su realismo pudiera ser CF si tuviese el elemento disruptor, o extrapolativo. Porque de cierta forma su CF no es del que pasaría si y se centra más en el que pasaría si este personaje fuese de esta forma en este ambiente tecnológico. Todo enfocado en el individuo y no en la novedad tecnológica. Ejemplo de a lo que me refiero es su cuento “Atomovilieta” donde el personaje actúa de esa forma quizás por el ambiente tecnológico en que existe, o porque simplemente es así, o porque es el presente extrapolado en una escala muy, muy grande. Y en cambio, el personaje protagónico de Dopamina, Sans Amour da la impresión de vivir en una Cuba futurista, porque nuestro presente inmediato en verdad no es muy tecnológico, y a cada momento durante la lectura de los cuentos que componen el libro, se tiene la sensación de que en cualquier momento aparecería un aerodeslizador, un purgador, o la oscilante silueta de las megatorres de Ofidia. Ese es el hálito de vida que les entrega a sus personajes, tanto de CF como de realismo y fantasía. Una independencia que trasciende los géneros y, desde mi punto de vista, uno de los principales puentes intergenéricos que tiende Michel. El otro es su estilo, que, sin embargo, varía radicalmente en la fantasía, quizás por el tipo de historia o por las concepciones del género.
Esto es lo que normalmente ocurre cuando comienzas a seguir escritores que se mueven en varios registros. Atas cabos para no perderte en la madeja. Algo parecido sucede con Al final de la senda, el libro de cuentos realistas W y el reciente Leyenda de los cinco reinos de Yoss. Estilos diferentes para cada uno, pero en todos ellos un desbordante sentido del humor y de la maravilla, característico del autor. O con “Bondage 3D” y “Figuras”, cuentos de Raúl Aguiar. O con la dualidad Fantasía-CF, muy común en los jóvenes escritores cubanos como Gabriel Gil, Elaine Vilar, Eric Flores, David Alfonso, Claudio del Castillo y Leonardo Gala.
Y veremos que poco a poco un género se contamina con otro y, en algún momento de los próximos años, despertará el cyborg. Porque, en palabras de Encinosa: “Ser escritor es igual que ser mulato o chino, hombre o mujer, cobarde o valiente. Es una naturaleza, o cuando menos, parte de esa naturaleza plural que eres como individuo.”