Site icon ISLIADA: Portal de Literatura Contemporánea

La vida breve de la sucesora de Enigma

La vida breve de la sucesora de Enigma

La vida breve de la sucesora de Enigma

No recuerdo si es que llegó a mis manos como legado de algún amigo emigrado o, tal vez, por una de esas adquisiciones milagrosas que depara el hurgar en puestos callejeros y librerías con ejemplares de uso. Sí sé que llevaba tiempo agazapada en la vitrina de los libros valiosos, cerca del volumen firmado por el Nobel Saramago y las novelas de Leonardo Padura con su rúbrica amistosa, hasta que la propuesta de un editor de escribir algo en evocación de Enigma, me hace volver a ella.

Crimen y Castigo. Invierno 1995, revela su portada; y en la solapa se anuncia: “Más que una revista es una necesidad. ¡Suscríbase! El espacio que exigía el movimiento del neopolicíaco iberoamericano y la publicación que pedían los amantes del género”, junto a una ilustración del caricaturista Manuel que exhibe al reo típico, de atuendo a rayas y grillete en los tobillos, hojeando un ejemplar del magazín, encadenado también. 

De oídas sabía yo que el aviso de “Año 1, No. 1”, no la significaba solo como apuesta primeriza sino que también, a la postre, acabaría por enmarcarla como única creación de un más que optimista proyecto. Conocía, además, de su derivación consecuente de una revista anterior, Enigma, ya fallecida; y de la intervención, común a ambas publicaciones, de la Asociación Internacional de Escritores Policiacos (AIEP). 

Pero la revelación de Padura como Coordinador Editorial en la tira de créditos, me impulsó a indagar con él sobre este vínculo entre las revistas; y sorteando el escollo de la actual pandemia con la ayuda del email, obtuve esta respuesta del autor de Pasado perfecto:

“Enigma publicó creo que 8 números y había uno más preparado y… llegó la crisis. Muere por falta de papel, aunque también afectó el hecho de que Alberto Molina, que era el principal gestor de la revista, el que resolvía papel, imprenta, etc., se quedara en España luego de la I Semana Negra, de 1988 (julio). Rodolfo no pudo levantar el proyecto y ahí terminó.

“Entonces la AIEP quiso hacer Crimen y Castigo, más ambiciosa, más comercializable. Y tuvo el apoyo de Planeta México. Así se preparó y editó el número 1 que conoces y se trabajó y montó el 2, pero… le tocó la crisis a México y a Planeta y no pudo seguir saliendo. ¡Ambas murieron de crisis!”

Como apostilla a la nota de Padura aclaro que el Rodolfo mentado se apellida Pérez Valero y fue varias veces galardonado en los 70 por el Concurso Aniversario del Triunfo de la Revolución (Novela, No es tiempo de ceremonias, 1974; Cuento, Para vivir más de una vida, 1975; Teatro, Crimen en noche de máscaras, 1976). Mientras ese Alberto Molina es quien se daría a conocer con la novela de espionaje Los hombres color del silencio, laureada en 1975 dentro de ese mismo concurso. Los dos, además de fungir como principales realizadores de Enigma, formaron parte de aquel grupo de siete que en el marco del Encuentro de Escritores Policíacos Cuba 1986, se reunió en la habitación 611 del hotel Capri para dejar fundada la AIEP. El quinteto restante lo integraban: el ruso designado entonces presidente, Yulián Semiónov; los mexicanos Rafael Ramírez Heredia y Paco Ignacio Taibo II, el uruguayo Daniel Chavarría y el checo Jiří Procházka.

Zanjada la curiosidad sobre su historia y las razones para una vida efímera, continúo repasando el auténtico Todos Estrellas involucrado en el prístino y huérfano volumen de Crimen y Castigo que poseo. Además de Padura, ovillaba Taibo II los hilos en la Dirección General y lo secundaba un amplio Consejo de Dirección, donde destacaban Ignacio Cárdenas Acuña, autor de Enigma para un domingo, primera novela policial cubana de la Revolución; los Premios Dashiell Hammet Daniel Chavarría (Allá ellos, 1991) y Guillermo Saccomano (Cámara Gesell, 2012); y el escritor de la célebre Un viejo que leía novelas de amor, Luis Sepúlveda; al lado de representantes de Italia y Estados Unidos. 

Acompañaba a Pérez Valero dentro del equipo de Redacción otro cubano, Justo Vasco, quien fuera reconocido por la coautoría (junto a Chavarría) de las novelas Completo Camagüey y Primero muerto y luego brilló en solitario, cuando su novela Mirando espero alcanzó el Hammet 1999. También, la revista aspiraba a nutrirse con los aportes de una nómina excepcional de corresponsales: Fernando Martínez Lainez, desde Madrid; Juan Sasturain (Argentina), Ramón Díaz Eterovic (Chile); y el experimentado director de la revista Graffiti, Horacio Verzi (Uruguay). 

Salida bajo el sello de la empresa editorial Roca y con Salvador L. González avalado como Director Artístico, Crimen y Castigo augura en la página del cupón de suscripción que será: “Revista trimestral, dedicada a difundir, estudiar y promover los mejor de la creación de la nueva literatura policíaca de la lengua y de otros ámbitos culturales”. 

La promesa de su contenido es como para hacer la boca agua a los amantes del policial: “En cada número, una novela completa; los mejores cuentos policíacos; reportajes sobre crimen real; entrevistas a importantes cultores del género negro; artículos y ensayos sobre autores, movimientos, obras; además de notas de libros, noticias, novedades editoriales y todo lo que pueda interesar”. Un repaso al sumario de ese Nro. 1 demuestra que arrancó a la altura de las expectativas que quería desatar.

Comienza con un Leonardo Padura en afanes de periodista, que tras el título “Las palabras no tienen dueños”, entabla diálogo con su indiscutible “guía espiritual”, , el creador del detective y gastrónomo Pepe Carvalho y también Premio Hammet (Galindez, 1990). Manuel Vázquez Montalbán explica: “Acogiéndome mínimamente al enigma, he desarrollado una serie en la que cada vez tiene menor importancia saber quién ha matado a quién, sino cómo, por qué y para qué se mata a alguien”. Y esta “llave de cristal” de la obra del maestro catalán, coincide con la premisa desarrollada en lo adelante por el séquito en pleno del neopolicial iberoamericano.

Regresa el cubano de Adiós Hemingway unas páginas adelante, esta vez en plan de reportar en medio de la Semana Negra de Gijón y hace un “Elogio de la locura” sobre el que quizás sea el Festival cultural más importante de Europa. A continuación, un segmento de cuentos donde se ofrecen textos premiados en ese mítico evento. Desde “La nota roja que no existió: cuerpo muerto” de la argentina Myriam Laurini (laureado en la primera edición, de 1988), hasta los triunfadores de 1990: otro argentino, Juan Sasturain, y “Con tinta sangre (bolero)”; y Pérez Valero con “Lección 26” (el cubano volvería a ganar en 1993, 1996, 2006 y 2009).

Antes, el reportaje de Marc Cooper sobre la involucración de Estados Unidos en la guerra contra las drogas en Colombia, titulado “Acaso no matan a los niños” —en manifiesto homenaje al clásico de Horace McCoy—, evidencia el interés de la publicación por las muertes verdaderas y no sólo las literarias. Confirmado en otro lugar del magazín, cuando reproduce “Complot en el reclusorio”, relato testimonial acerca de un motín real escrito por el mexicano Víctor Ronquillo.

Tras una crónica de Taibo II donde este confiesa: “hay una novela que me persigue desde hace años”, que podría tratar de “La segunda muerte anunciada de Belascoarán” —su detective fetiche, Héctor Belascoarán Shayne—; regala Crimen y castigo la gema más valiosa: Adiós muchachos en versión prístina, la “novelita” de pillos, turistas y jineteras que permitió a Daniel Chavarría recibir años después, en 2002, el Premio Edgar Allan Poe que otorga la Mystery Writers of America.

Otro momento cumbre de la revista, ya casi al final, es “La coartada de Yulián”, una evocación del primer líder de la AIEP. Ese corpulento moscovita llegó a ser el escritor más popular de Europa del Este, con su saga del agente Maxim Isáev —el espía Stirlitz de la famosa Diecisiete instantes de una primavera—; pero fue derribado por una isquemia cerebral en 1990, que lo redujera a una existencia cuasi vegetal hasta su muerte en 1993. 

El artículo de Justo Vasco sobre Semionov es, al mismo tiempo, una reminiscencia de la época pasada que desmenuzan Emilio J. Gallardo Saborido y Jesús Gómez de Tejada, en el ensayo La literatura policial del Bloque del Este en la revista cubana Enigma (1986-1988)1. A diferencia del magazín predecesor, superpoblado de autores soviéticos y de otros países del Campo Socialista, la continuadora se da el lujo de publicar “Algo para recordarte”, cuento del exitoso estadounidense Lawrence Block (Ocho millones de maneras de morir); y un ensayo del neoyorquino Donald Westlake (A quemarropa) sobre los “Detectives duros” de la novela negra. 

Además, incluye al relevante novelista español de Últimas tardes con Teresa, Juan Marsé, mediante el relato “Parabellum”; y a los italianos Pino Cacucci (cuento “Pasaporte) y Laura Grimaldi (artículo “Italia Negra”). En tanto que el creador del detective Heredia, Ramón Díaz Eterovic, demuestra la pujanza del policial en la narrativa chilena con el ensayo “El Sur también existe”. 

Se cierra la revista pasando a través de un “Cajón de sastre”, que augura el nacimiento en México de la colección La Llave de Cristal para divulgar lo mejor del género; y que acumula reseñas de títulos novedosos en ese momento y debidos a las plumas de Andreu Martín, Miriam Laurini, Juan Hernández Luna, entre otros. 

Pero habiéndose cometido ya este “crimen perfecto”: un Nro.1 exquisito para los más exigentes paladares del género negro; inmediatamente cayó el “castigo” sobre la AIEP, cuando su proyecto de publicación trimestral no logró sacar secuela alguna. 

Para mi fortuna de bibliófilo, sin embargo, puedo hojear ahora uno de esos escasos ejemplares, releerlo y guardarlo de nuevo en la vitrina, junto a la serie completa del detective Mario Conde dedicada de puño y letra por su autor, y la novela rubricada por el mismísimo Saramago.

NOTA:1. EEHA, CSIC: Revista de la Escuela de Estudios Hispano-Americanos, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Sevilla, España.

Libros

Exit mobile version