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La poesía es una prédica del mundo

Último cumpleaños

Ajena, pero gravitante, es la poesía de Ariel Maceo Tellez. Si entendemos que la poesía es una prédica del mundo, una forma de luz en la penumbra del mundo, en esa media luz se inmolan las palabras del poeta cubano, en la constatación urgente del decir poético. Su poesía nos restituye la condición de seres inacabados ante la certeza del fin, a quienes sobreviviremos en la mañana que vendrá, desconsolados: “Ahora / que el juego está por terminar / te queda una sola bala / por eso te afilas los colmillos / y te pintas una sombra bajo los ojos / mientras suenan los tambores. // Ya sabes que ahora / aunque tengas miedo / no puedes dejar prisioneros / porque este juego es hasta la muerte.”

La palabra resucita después de la devastación; su universo se pierde unívocamente en la reverberación de un propósito que inevitablemente va a ocurrir, y su residuo es la marca: “Si creyeron que cualquier camino / conduce a algo mejor están jodidos mis queridos. // A esta altura deben haber aprendido / que la espera es la forma más triste de morir.”

Poesía performance. Montaje fotográfico en el desierto de los significantes. Último cumpleaños (Bruma Ediciones, 2015) es eso: La necesidad única de posesión de ese mundo insípido que se pierde en una Habana solitaria que se escribe a través de los suyos. Estamos ante un milagro, una revelación: el brillo de las palabras en el hedor y la podredumbre de la vida. De allí la escritura que reclama: “Todas las ciudades son iguales / dejan en ese aire que respiras / un sabor a mierda /al que le coges el gusto / porque esa es una virtud que posees. // La de acostumbrarte a todo.”

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