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“La poesía es el lenguaje de la verdad”

Poeta cubano Aristides Vega Chapú

Arístides Vega Chapú pareciera envuelto en un halo místico la tarde del viernes 26 de noviembre. Lo diviso desde la baranda del mezzanine —en el Centro Cultural Habana—, afable y sencillo en su trato con las libreras, y con quienes llegan, atraídos por la visita de los también poetas villaclareños Yamil Díaz y Jorge Ángel Hernández Pérez.

Examina el entorno, orientándose. Manosea algunos libros. Las muchachas de la librería lo escanean con mal disimulada discreción; varios usuarios regresan de soslayo la mirada al pasar por su lado, lo tamizan, le pasan igual su “lámpara”. “Uno de los gurúes de la literatura santaclareña”, pienso. Desciendo y lo abordo. Tras el abrazo me ofrece una sincera excusa: Ha olvidado —casi con vergüenza lo confiesa — su poemario Sagradas pasiones en la habitación de la Casa de Visitas de la UNEAC, que, en gesto de buena “poeticidad”, ha hecho viajar consigo desde su natal Santa Clara.

Conversar con este autor —apenas unos minutos antes de iniciar la tertulia que lo trae a La Habana— es toda una prioridad. Aprovecho para intercambiar con él algunas ideas e impresiones en torno a sus puntos de vista, su literatura, que más tarde me sirvan para esbozar la entrevista.

Cuando se abren los micrófonos de Cantidades Rosadas de Ventanas, bajo la batuta del poeta y Premio Nacional de Literatura César López, subo a ocupar una silla. De momento, el diálogo con Arístides queda en suspenso. El resto será cosa de esperar por sus respuestas a través del e-mail.

Racso Morejón: Desde tu asiento, mirando hacia la luneta donde la poesía ejecuta sus actos y representaciones, ¿cuál es el estado actual del género, particularmente en el centro de la Isla?

Arístides Vega Chapú: La luneta en la que me sientas es muy incómoda, porque no se puede ser juez y parte; sin embargo, me atrevo a decirte que se está escribiendo muy buena y muy mala poesía, como supongo ha sido siempre. Se está escribiendo con mucha inmediatez, sin dejar que el poema encuentre su espacio en el universo. Las razones son obvias: hay mucha necesidad de validarse rápidamente y, por otro lado, desde el punto de vista económico se hace imprescindible publicar.

“Hay una falta de jerarquización de la obra y los autores, lo cual creo tiene que ver con la crisis institucional que vive el sistema de la cultura. También hay una inoperancia de los mecanismos de legitimización, los que, al no existir una crítica coherente y sistemática, han pasado a ser responsabilidad solo de las instituciones, y estas casi siempre responden a criterios extraliterarios y pocas veces a la calidad de la obra. Por tanto no siempre son justos.

“No creo que exista otro lugar donde se escriba tanto como en Cuba. No sé las causas y ni siquiera si la insularidad es el motivo, pero hay buenos poetas en toda la geografía insular, sin importar si se reside en un pueblito o en una gran ciudad. Sin embargo, lo cierto es que quienes están más cercanos a los círculos de poder de legitimización de la cultura, y pese a los muchos intentos porque no suceda así, siguen siendo los más visualizados. No existe un conocimiento certero de las voces más representativas, ni de que la nación toda es geografía de buena literatura. Se repiten los mismos nombres en las delegaciones que nos representan en eventos internacionales, que a su vez son los mismos que suelen servir como jurados o como invitados a las tertulias literarias, dando la sensación de un intercambio entre unos y otros. A este planteamiento mío le llaman ‘resentimiento provinciano’, pero es mucho más difícil hacerse notar desde el interior y, si se consigue, es siempre a medias, sin importar la obra.

“En Santa Clara viven poetas de diversas edades que se mantienen muy activos en cuanto a la creación. A casi todos les cuesta mucho trabajo insertarse en el panorama literario nacional. Sus libros, casi todos publicados por editoriales territoriales, apenas se conocen”.

Racso Morejón: ¿Qué otras figuras de la cultura, además de tu pasión por Frida Kahlo, han aguijoneado ese “temblor” que adviertes como poeta y que puedes traslucir en una imagen para venerar siempre?

Arístides Vega Chapú: Hay muchas figuras que respeto y admiro y a las que les debo toda la influencia que puedo reconocer en mi obra. Pero el haber descubierto, en plena adolescencia, la poesía de Eliseo Diego, fue definitivamente encontrar un camino, una luz. Luego cuando lo conocí en persona, muchos años más tarde, se convirtió en ese Maestro que toda persona inquieta aspira a encontrar. En su poesía aún sigo hallando algunas de las respuestas a mis preguntas, y esa ha sido una de mis suertes.

“También la poesía de Fina (García Marruz) me sigue conmoviendo, tanto como las canciones de Marta Valdés, una de las personas más lúcidas e inteligentes que he conocido”.

Racso Morejón: Además del sentido de la “permanencia”, ¿qué otras razones tienes en común, no ya con “el árbol a tus espaldas”, sino con la Poesía, con la Literatura, con la Isla?

Arístides Vega Chapú: Ambas me han dado la posibilidad de estar en constante diálogo. La Poesía y la Isla siguen siendo para mí un misterio, una obsesión que, metafísicamente, no encuentro otra manera de expresar que con el mismo planteo de Martí: “Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche. ¿O son una las dos?”.

Racso Morejón: “Nada como saltar hacia lo desconocido”, sentencia el verso final de uno de tus poemas. ¿Qué esperas y qué has encontrado en ese “salto” del Ser hacia la Literatura, como símbolo de lanzarse en pos de lo ignorado?

Arístides Vega Chapú: Lo he encontrado casi todo. Me he encontrado a mí mismo. Todo lo que poseo, lo que sueño. Todo lo que he podido derribar y levantar ha sido desde la experiencia de la creación.

Racso Morejón: Con más de una docena de poemarios publicados, incluida una antología personal, ¿qué te apetece aún de la poesía? ¿Qué por encontrar, por decir y por hacer?

Arístides Vega Chapú: Absolutamente todo. Porque la poesía es el lenguaje de la verdad, y la verdad siempre es relativa y se nutre constantemente, varía. También los personajes, los sucesos, los paisajes, los estados de ánimo que la inspiran, se renuevan todo el tiempo.

Racso Morejón: La memoria defendida, la historia, lo testimonial, la ficción, lo verosímil… Esas distintas miradas que pueden existir de una misma realidad, todas juegan su rol en la literatura, cuyas fronteras, cada vez más, se difuminan unas en otras. ¿Cómo ha sido tu relación con cada una de estas fuentes o materias primas en el momento de concebir tu propia obra?

Arístides Vega Chapú: Siempre me ha gustado juntar personajes reales con otros ficcionados; sucesos reales con los que armo desde la imaginación. Para mí eso constituye un reto, que me obliga a estudiar tanto los sucesos como los personajes, y desde ese conocimiento reinventar una nueva historia. En mi novela Un día más allá, por ejemplo, hago coincidir a Bola de Nieve con Eva Perón en una amistad que no fue real. Pero lo que cuento de ellos es cierto y sobre esa base de la realidad fabulo hasta donde mi imaginación puede llegar. Creo que en eso está el disfrute del escritor, en hacer creer como ciertas las historias que están armadas desde la ficción. Sobre todo si uno mismo se las llega a creer, porque eso nos alivia de vivir solamente la que el destino nos reserva.

Racso Morejón: Para encontrar nuevos lectores —como has declarado en una entrevista— se necesita una nueva poesía, una nueva narrativa, una nueva literatura. ¿Qué itinerarios tendría que seguir un escritor de estos tiempos, teniendo en cuenta que la literatura no es precisamente el “plato fuerte” en la preferencia del público cubano?

Arístides Vega Chapú: No solo somos los escritores los responsables de que la literatura se convierta en algo interesante y útil para las mayorías. Hay toda una industria de la banalización, que abarca la literatura y las demás artes. Quién las financia en un país como el nuestro sería una pregunta interesante…

“Las respuestas pueden ser varias, pero lo cierto es que cada día cobra más fuerza una tendencia esnobista que privilegia lo banal y lo vulgar. Lo peor es que esto se hace con la justificación de complacer a un público que ciertamente cada vez está más cercenado, más limitado, más ignorante.

“Se trata de una industria poderosa que está socavando conquistas que parecían irrevocables, y que desconoce políticas culturales que en su gran mayoría están bien trazadas pero se violan con total impunidad. Como creador solo creo en el itinerario de la verdad. Cuando uno es deshonesto y capaz de hacer concesiones, en cualquier sentido, el lector no tiene que ser demasiado perspicaz para notar la falsedad de la obra”.

Racso Morejón: Mi memoria guarda desórdenes familiares dramáticos, conflictos (no resueltos) ético-estéticos y conductuales acaecidos en el entorno más íntimo: el matrimonio, los compañeros de trabajo, vecinos, amigos, que apenas puedo visualizar en tu libro de testimonios No hay que llorar. Circunstancias y sucesos sobre los que se articularon, durante mucho tiempo, las relaciones interpersonales de muchísimos cubanos. A la vuelta del tiempo —y revisando de rebote esos testimonios—, ¿no te impresiona que el volumen se queda en la arena y no entra al mar de ordalías en que nos hundieron los tristemente célebres años del “periodo especial”?

Arístides Vega Chapú: Agradezco esa observación, porque hasta hoy solo había recibido criterios complacientes sobre el libro. Si algo me gustaría es hacer una reedición con otros testimonios que me llegaron tardíamente, y hasta con otros que pudieran sumarse a esa invitación a recordar y reflexionar sobre un tiempo que marcó un antes y un después en las vidas de los cubanos.

No hay que llorar recoge testimonios que son para mí desgarradores. Me estremezco siempre que leo el del desaparecido narrador Guillermo Vidal. Lo cierto es que No hay que llorar lo armé convocando a todos los escritores que quisieron participar en el proyecto. No hubo selección. El testimonio mío que aparece en el libro —el único por el que puedo responder— fue tan veraz y sincero como soy capaz.

“Muchos escritores que conocieron del proyecto no quisieron sumarse porque les pareció, a unos inútil y a otros peligroso, revisitar ese tiempo de la historia cubana. Ten en cuenta que ya había pasado cierto tiempo de ese terrible momento en que quedamos a la deriva y en completo desamparo. Uno crea mecanismos para olvidar esos sucesos que marcan a quienes los viven. Era como poner el dedo en una llaga y eso, incluso desde la distancia, es siempre doloroso.

“De cualquier manera fue un acercamiento, el primero y el único que hasta hoy se ha publicado de una historia de la que ya hay generaciones que no conocen o no recuerdan, y en ese sentido quedé satisfecho. También por la respetuosa edición, respecto a la que no hubo censura, a pesar de que algunos escritores tuvieron agudezas y visiones que podían resultar molestas.

“Por último, hay pocos proyectos nuestros en que nos permitimos escuchar la opinión de los escritores que estamos en la Isla o en cualquier otra parte del mundo sobre lo que se piensa de un fenómeno como el que intentó testimoniar este libro. No hay que llorar permitió ese espacio plural y diverso, sin esa visión de límites y fronteras con la que solemos dibujar el país”.

Racso Morejón: Más allá de la literatura (y a propósito del silencio de las palabras), ¿quién es Arístides Vega Chapú cuando se mira a sí mismo en el azogue?

Arístides Vega Chapú: Alguien que ha logrado simular bastante bien su timidez, que precisa de los afectos, que apostó por fundar una familia espléndida como la que tengo y que necesita, al menos una vez al día, poderla disfrutar alrededor de una mesa bien servida (término que para nada se refiere a la cantidad o calidad de los alimentos). Que necesita tomar café en las mañanas y mirar, apenas se levanta, por una ventana. Alguien que puede vivir en la humildad, pero no alejado de la belleza. Lo demás pueden ser carencias temporales o definitivas para las que estoy preparado.

Racso Morejón: Se suele tener una idea anticipada de las cuestiones que nos preguntarán en una entrevista. ¿Dejé de hacer alguna interrogante que quisieras, no obstante, responder?

Arístides Vega Chapú: Pues sí. Estaba preparado para que me preguntaras acerca de los proyectos en que estoy sumergido ahora. La respuesta hubiera sido rápida, pues la tenía pensada: ¡Estoy viviendo el esplendor de ejercer mi recién estrenada condición de abuelo!

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