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La narrativa cubana en el siglo XXI

Hoy continuamos con la serie de entrevistas sobre el tema que se indica, con la de Rafael Grillo (La Habana, 1970), escritor y periodista, jefe de redacción de la revista cultural El Caimán Barbudo. Sus trabajos han aparecido en numerosas publicaciones de Cuba y otros países. Ha recibido el Premio Internacional de Periodismo Jorge Ricardo Masetti en los años 2006 y 2007; el Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2008 en la categoría de Periodismo Literario; y el Luis Rogelio Nogueras de Novela 2009.

—Se dice que la narrativa del siglo XXI comienza en los años 80 o 90 del XX. ¿Cuál es su parecer sobre eso y cómo explicaría semejante fenómeno?

Primero sería bueno aclarar si esa tesis se refiere a la narrativa cubana en particular. Yo la tomaré como una valoración sobre la narrativa del patio y empezaré por decir que, en tanto afirmación, me resulta demasiado frágil. De entrada, se ha dicho lo mismo en sentido general; o sea, hay quienes plantean que el siglo XX terminó con la caída del muro de Berlín al final de los 80, lo cual tiene sentido, al menos metafóricamente, porque se está hablando desde un enfoque de la Historia basado en el desarrollo de “ciclos históricos” de la sociedad humana, que en nada tienen por qué coincidir con la partición del tiempo en el sentido cronológico convencional. Ahora bien, en mi opinión, asimilar de manera directa ese criterio a la literatura es una visión historicista del tipo reduccionista, donde se desconoce el propio y singular desarrollo que tiene lo simbólico y lo espiritual, dentro de la dialéctica de reflejo–mímesis (de su contexto sociohistórico) e independencia–creación pura en que se desenvuelven las manifestaciones artísticas y la literatura.

“Por otro lado, es bastante obvio que dado el cambio de las circunstancias, ya hablando del caso de Cuba, donde ese tránsito de los 80 a los 90 significó la llegada del llamado Período Especial y sus males subsecuentes, iban a darse cambios en la literatura, sobre todo por la pérdida de la inocencia, esa recaída de los idealismos y aquello que Jorge Fornet describe en el libro Los nuevos paradigmas como el advenimiento del ‘desencanto’. Sí, emergió una literatura diferente; pero, ¿con respecto a qué considerar como “del nuevo siglo” esa literatura de los 90, cuyo énfasis temático estuvo en ‘documentar’ la realidad, en atrapar los ángulos de la cotidianidad cubana no abordados en el periodismo, si en el terreno ya puramente de lo ideoestético, de sus expresiones formales, no alcanzaba a sincronizar exactamente con lo que venía sucediendo a finales de siglo en la literatura internacional, en la que los autores de Latinoamérica y sus receptores universales estaban pasando ya de la moda del boom y la rebelión del postbooom, y se había cocinado (y hasta recocinado) ya ese algo llamado ‘literatura posmoderna’?

“Creo que lo que a partir de ese momento empezamos a tener fue una literatura más cercana a nuestras realidades verdaderas, y también una literatura menos plana, dogmática e insulsa, más abierta a la influencia de las evoluciones que en el plano formal y temático se estaban dando ya en otras partes. Pero no nos pusimos a la cabeza de nada. De hecho, aunque tal vez sea mi afirmación ahora la demasiado absoluta, pienso que, por ejemplo, no se dio un caso de auténtica ‘literatura posmoderna’ hasta que se publicara en España la Trilogía sucia de La Habana, de Pedro Juan Gutiérrez, en 1998.

“Sí, porque si la posmodernidad puede definirse, entre otras cosas, por la apatía hacia la búsqueda decidida de la novedad, y lo posmoderno es sobre todo re–lectura o re–escritura de la tradición, sólo que mediante la fusión genérica, el uso de la parodia, o la exageración hasta el límite de las convenciones genéricas o caminos argumentales, y eso fue precisamente lo que hizo Pedro Juan, al exacerbar tanto en el plano del lenguaje como de lo anecdótico la huella de ese ‘realismo sucio’ norteamericano, el de Bukowski o Carver, combinado con el color, y el calor, de ciertos ambientes nuestros, de las ocurrencias de aquella década y nuestras cubanas maneras.

“Mi tesis es que la literatura cubana del siglo XXI está arribando justo ahora, transcurrida ya la primera década del nuevo milenio. Los indicios: Padura acaba de publicar una novela de corte histórico muy ambiciosa. Los últimos libros de escritores como los Albertos (Garrandés y Guerra), Jorge Ángel Pérez, Lorenzo Lunar y otros de su promoción señalan una madurez estética. Mientras que hay otras dos promociones de gente aún más joven pisándoles el talón. Otros ejemplos: Yoss acaba de ganar un importante premio de ciencia–ficción en Barcelona. Emerio Medina se llevó el Premio Casa en cuento. Y por primera vez un autor nacido después de los 70, Ernesto Peña, obtiene el Carpentier.

Existe, me parece, una cierta tendencia por parte de la crítica a analizar o estudiar a las nuevas promociones de escritores de narrativa de ficción y a su obra, desde el punto de vista temático, llegando a obviar en ocasiones los recursos técnicos utilizados en su trabajo. Se ve el qué se dice, olvidando un poco el cómo lo dicen. ¿Qué piensa usted de eso?

La crítica siempre va a analizar, categorizar, clasificar, etc.… y hasta cierto punto es lógico que parta de aquello que le resulta más factible discernir, distinguir o comprender. Y no hay nada más fácil que reconocer y separar según las distintas vertientes temáticas; sobre todo si se tiene en cuenta que hablar de nuevas “corrientes” en el sentido de una “vanguardia”, digamos, estilística o de “modalidades” novedosas en el sentido de la técnica o el lenguaje, es una tarea hoy casi imposible, luego de la exhaustiva búsqueda y experimentación que llevó a cabo la modernidad literaria.

“También agarrarse a los temas es muy sabroso, porque eso da larga tela para armar las dichosas compilaciones (a las que mal llaman antologías). Por otra parte, salvo el ya mencionado ensayo de Fornet que ganó el Carpentier, no conozco otros intentos de estudiar a profundidad las propuestas y diferencias de los escritores de las nuevas generaciones en Cuba. Y tampoco los escritores nuestros de los últimos años parecen muy interesados en agruparse y de manera espontánea generar manifiestos y credos estéticos que los identifiquen o separen en generaciones o grupos en pugna con el canon o sus contemporáneos.

“Sobre este tema de la crítica, lo que sí creo es que falta crítica, y no crítica académica, vuelta hacia el pasado y la tradición, sino hacia lo que ahora mismo se está escribiendo y los nuevos autores.

—La evolución es tan necesaria en la narrativa como en cualquier otra esfera de la vida; sin embargo, ¿podría justificarse una experimentación total y constante que llegue incluso, en ocasiones, a afectar la comunicación autor–lector solo por esa necesidad evolutiva? ¿No constituye ya cualquier obra narrativa, en primerísimo lugar, un texto netamente comunicativo?

—En primer lugar, déjame decir que la palabra “evolución” cabe en lo que estás planteando sólo en su sentido más estricto y científicamente hablando; o sea, que “evolución” no es “superación” sino “cambio adaptativo”, y esto es necesario aclararlo para el plano de lo estético, porque no hay manera de argumentar que Cien años de soledad es superior a Guerra y paz y esta a su vez superior a un Quijote que fuera superior a la Odisea de Homero. ¿Me hago entender…? Esa “necesidad evolutiva” a que te refieres, sólo podría tratarse entonces de un “cambio adaptativo” en función de los nuevos receptores y las actuales modalidades comunicativas, y no un “producto mejor elaborado”.

“Más, la experimentación en literatura, al contrario que una mutación genética en un organismo vivo, no persigue una adaptación, sino una riesgosa ruptura, y ese riesgo le es necesario a la literatura, dentro de esa dialéctica bien difícil entre lo que es experimentar, ensayar nuevos caminos, y simplemente adaptarse o amoldarse a las expectativas del lector de su época. La gran literatura, aquella que trasciende, no ha sido acomodaticia, sino que ha sabido transitar por la cuerda floja entre lo que el lector de mi tiempo me pide y lo que me propongo como algo esencialmente diferente.

“De modo que no satanizo en modo alguno la experimentación, todos los escritores deberían transitar por ese camino del ensayo y error; por otra parte, como dice el escritor colombiano Santiago Gamboa: La literatura que ‘entretiene’ al lector no es literatura, es ‘entretenimiento’; y en cuanto a la comunicación, vale aclarar que un texto literario debe simplemente aspirar a tener lectores, a entrar en comunicación con alguien y no ser solamente un acto de onanismo del autor; pero no soñar con relacionarse ampliamente o ‘comunicarse’ con todos los lectores, si es que esto entrañase rebajar sus ambiciones estéticas… A la larga, con esto no hay que calentarse mucho la cabeza, porque el tiempo y los lectores eligen, y deciden qué gesto experimental valió la pena y cuál no.

—Los medios audiovisuales han contribuido grandemente, en mi criterio, a una evolución acelerada en la manera de contar; revolucionan todo el tiempo y adiestran al público en el manejo de nuevas estructuras y formas, los hacen mucho más aguzados y atentos. Sin embargo, ¿por qué son tantos quienes plantean que no les gusta, no entienden, o simplemente les aburre nuestra narrativa actual?

—Qué curioso… Cuando veo algunas de las películas de ahora, digamos una de Tarantino, Jarmusch, David Lynch, o Greenaway, Zhang Yimou, Win Wenders, Lucrecia Martel, Alejandro González Iñárritu…, me digo: ¡Qué literaria es esta película!, porque el manejo estructural de los tiempos, o de los puntos de vista narrativos, me parecen un calco de lo que ha hecho la literatura. Igual me sucede con las mejores de toda esa nueva ola de las series televisivas. O sea que, tal como yo lo veo, lo que está pasando es justo lo contrario, que el audiovisual está buscando, desempolvando hallazgos, en los senderos transitados antes por la literatura. Aunque por aquello del imperio de la imagen, y todo lo que ella hoy nos influye hasta inconscientemente, del lado de los escritores se está andando en el sentido inverso, y el lenguaje cinematográfico penetra cada vez más los campos de la literatura (y no solo en aquella tildada de menor, o de consumo, que son los bestsellers).

“A mi entender, lo que en la actualidad está sucediendo es que la gente lee menos, no porque los libros de ahora sean aburridos, sino porque están más condicionados hacia el consumo de televisión y otros productos audiovisuales. Claro, es más sencillo sentarse hora y media y ver una película que pasarse una semana leyendo un libro…

“Pero si lo que quieres es que te de una opinión sobre si la literatura cubana de hoy es aburrida, pues honestamente no lo pienso así; lo que creo es que se está abriendo dentro del receptor posible de esos libros, del público cubano (algo que tampoco es privativo de Cuba sino que sucede a nivel global), un peligroso abismo entre los hábitos de consumo y las expectativas de cómo ocupar el tiempo libre las personas y lo que la literatura puede ofrecerles, más allá del simple entretenimiento. También pienso que en el caso nuestro faltan, y fallan, los mecanismos de promoción que pueden convencer a la gente de leerse todos esos libros que ven en las librerías muriéndose de asma… por el polvo.

—¿Actualmente se escribe aún para lectores, o simplemente para escritores y críticos que nos puedan aplaudir desde un estrecho círculo casi cerrado y hasta elitista? ¿Se trata de decir cosas o sólo de mostrar un talento de más o menos relativa importancia?

—Quizá lo que ahora te diga sea lo más osado que pronuncie… Mira, si hoy se escribiera para escritores y críticos no estaría tan descabellado porque tal vez esos sean ellos precisamente los lectores que van quedando, mientras el resto del público potencial se sienta en Internet o ante la TV a informarse o entretenerse. También las nuevas tecnologías han propiciado que hoy todo el mundo pueda sentirse o creerse escritor, y en el fondo del lector de todos los tiempos lo que ha habitado generalmente es un escritor frustrado, por tanto hoy tenemos más escritores que nunca, cuando ellos a su vez tendrían que ser los lectores.

“En fin… claro que eso no elimina del todo lo que estás planteando, el hecho de que existan escritores con la obsesión de ser reconocidos dentro de ámbitos elitistas, y que les sea suficiente obtener premios y ser reconocidos ahí, aunque nunca puedan tener la hermosa oportunidad de andar caminando por la calle y una persona cualquiera se les acerque y les diga que le gustó su libro, o que le hizo pensar en tal cosa, o acordarse de su abuelita, o que no le gustó su libro porque tal personaje era un tipo muy malo, y cosas así, a las cuales debería también aspirar un escritor más allá de los diplomas y de las invitaciones a leer en peñas literarias a las que van cuatro gatos.

—En cierta oportunidad escuché (o leí) a alguien plantear que en Cuba se escribía una sola novela a muchas manos, que todos los autores escribían sobre lo mismo de la misma forma. ¿Será cierto?

—Espero que quién te dijo eso sea alguien de criterio y con suficientes lecturas de los autores cubanos contemporáneos cómo para sostener algo así y no ser un simple petulante, prejuicioso y en el fondo amante de las telenovelas y lo que ofertan los vendedores de películas…

“Mira, no quiero parecer en lo absoluto un tipo conformista (que no lo soy), que defiende a rajatabla lo que se escribe hoy en Cuba, pero también me molesta el hipercriticismo de muchos que juzgan todo sin leer nada. Intento ser aristotélico, y plantarme en el medio, no para escudarme en una falsa neutralidad, sino para mirar las cosas desde ahí con menos apasionamiento. Podría ahora mismo extenderme contigo en los defectos que encuentro, pero en cambio preferiré no aceptar el criterio de ese ‘alguien’ e invitarle a que siga leyendo y descubrirá que si algo de bueno está alcanzando la literatura cubana de hoy es justamente la variedad, y que se da la convivencia de distintas promociones, con estilos e intereses temáticos diversos, y además está la apertura que creo que hoy mismo ya estamos viviendo hacia la posibilidad de dar entrada, y con menos prejuicio, a vertientes temáticas, fórmulas argumentales eficaces y géneros (como el policial, la ciencia–ficción y el fantástico, la novela histórica, por ejemplo).

“Esto último es algo fabuloso y que nos faltó por muchísimos años, cuando ya un Nobel como Saramago exploró asuntos bien universales en una novela de anticipación de las llamadas ‘distópicas’ en Ensayo sobre la ceguera, y lo mismo hizo un top de las letras norteamericanas como Cormac Mc Carthy en su hermosa La carretera.

—Al parecer, para algunos autores, la llamada aventura del lenguaje puede llegar a constituirse en el elemento fundamental de su obra, restando importancia a la anécdota, el argumento, la estructura, y otros tantos elementos o recursos ya “viejos y gastados”. ¿Qué opina?

—Al respecto acudo a un criterio de uso entre críticos: existen escritores más interesados en explorar el lenguaje y otros más inclinados hacia el desarrollo de lo argumental y de las historias. Ambos son necesarios, y no creo que en este momento, al menos en la narrativa, predomine uno de esos grupos, lo cual sí haría pobre el panorama.

“Por suerte, siento que ya pasó la ‘furia lezamiana’ y no lo digo por Lezama en sí, sino justamente porque Lezama hay uno solo, y no cientos que puedan afrontar el reto de transformar el lenguaje y salir ganando. En cuanto a los amantes de lo anecdótico, sólo quisiera advertir que tampoco ‘hay cientos Bolaño’ y que más vale saber llevar en mano el único pájaro del refrán y no creerse que cualquier cosa es puro cuento, o cuento puro.

“Y para cerrar, te digo que nada hay viejo ni gastado, y que siempre sobrarán historias para pasar bien las mil y una noches… Como editor de El Caimán Barbudo llevo seis años…, a seis ediciones por año, ya van como treinta y seis cuentos que he escogido de entre muchísimos para publicar en la revista. Y que son buenos cuentos…, o yo tengo muchísimo mal criterio y todo lo que he dicho antes sobre la narrativa cubana no tiene ningún sentido.”

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