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La literatura se ocupa de nosotros cuando la vida nos ha olvidado

Matices de vida

Matices de vida

Hablar con los muertos suele ser divertido. Hablar con alguien, si estás muerto, es un desafío, una aventura, una especie de viaje y regreso, un matiz de la existencia. Después de Rulfo y su Pedro Páramo, parece cosa manida. Gabriel García Márquez lo volvió a hacer durante Cien años de soledad. Eterna, refrescante, nueva, Lisbeth Lima Hechavarría también lo hace en Matices de vida, su segundo libro de cuentos (Editorial Libros Duendes, Ecuador, 2021, en colaboración con la Agencia Literaria Traductora italiana: Tektime, Italia). 

Ha bebido, ha sentido en la garganta el trago de la buena escritura y ha enloquecido frente a la página en blanco, renaciendo, sacando al mundo las versiones y visiones de lo que le fascina convertido en Literatura. Estar muerto y querer contar, lograr que alguien preste atención a tu anécdota de cómo y por qué lo estás, tiene olor a inquietud. Es lo que logra Lisbeth con el personaje de Alicia. 

Entrar a este libro por la primera página es como subir a la cuerda floja. Lo que puede parecer, no es, y lo que es, no parece. Ha narrado, la autora, con una maestría de consagrados. Sin miedo, a pecho descubierto, sin esconder nada al lector pero sin mostrarlo todo. “El despertar de Alicia” te va llevando a un delirante desenlace que noquea sin piedad. La puerta que brinda este primer cuento es a su vez una invitación al deleite, al encuentro con obsesiones cotidianas afincadas en la buena Literatura.

En una suerte de dato escondido o final sorpresa, (recursos al que echa mano en más de una ocasión a lo largo del libro), el texto “Matices de Vida”, que da título a la obra, atrapa por la concisión y aliento poético que muestra en una mezcla de crueldades y descubrimientos, donde el lector avistará a una autora plena en sus inquietudes artísticas, suelta y comedida alrededor de su capacidad de fabulación. 

Lima se aleja y planta bandera ante las corrientes literarias a la moda, va develando su verdad sin poses ni adulaciones en pos de publicar o ganar premios. Dice lo que siente y lo hace de la mejor forma posible en que puede hacerlo un escritor autentico: la honestidad. Algo que se agradece como lector. Porque es ahí el camino, la posibilidad y meta del que crea: comunicar al que lee desde la honestidad literaria. 

Egresada del Centro de Formación Onelio Jorge Cardoso, Lisbeth Lima es también científica y promotora cultural santiaguera, hermosa, sociable, y conoce de qué demonios acompañarse a la hora de su escritura. 

En Matices de vida, los personajes van a la infancia y regresan, cuestionan, construyen la verdad que los ampara en una realidad retorcida, asfixiante. Sufren, se arrebatan y mueren. Hacen listas imposibles sumidos en carencias, se enmascaran y dejan el alma al aire, venteando sus trastocados horizontes. Se enajenan, luchan y encuentran maneras de vencer la terrible soledad en la noche cruda que los destroza. Asisten a suicidios como si estuvieran colgados a la pared del mundo, sin poder hacer nada, tal cual hermosa canción de Carlos Varela. 

Ha echado mano a una brújula certera para guiarse en la tenebrosa oscuridad de la página en blanco: Clarice Lispector, una escritora brasileña, judía nacida en Ucrania y, por suerte, de difícil clasificación literaria. Algo de alma y serenidad encontró Lisbeth en la autora de Cerca del corazón salvaje y La manzana en la oscuridad, para avanzar en su escritura y llevarnos como lectores ávidos al encuentro con su obra. 

En el cuento “Mi vida en casa”, Lima construye una historia donde lo anímico se torna rancio y frustrante para el personaje. Relación filial extraída de cualquier realidad circundante, atascada por siempre y para siempre en las aguas amargas del no retorno, donde los intentos de recuperación del amor conducen al fracaso absoluto. 

La Literatura se ocupa de nosotros, cuando la vida nos ha olvidado. La autora lo sabe, lo disfruta palabra tras palabra, historia tras historia, donde ladrones de libros detenidos en charlas con la policía, aventuran, una vez más, como de soslayo, un tema terrible, censurador, con el que en más de una vez nos desangramos como país. Y lo vuelve a hacer “Nece(si)dades”, un texto donde el personaje protagónico solo encuentra en la automutilación la salida perfecta para sus obsesiones.  

En este libro, me interesa sobre todo, alertar al lector respecto al texto que cierra el volumen. Dueña de una dramaturgia en crecimiento e identificación, la autora nos revela con su último cuento: “Cifras”, un final aniquilante, una historia que deja sin aliento. 

“Cifras” se acerca con notoriedad e hidalguía, desde su escritura, al tema de la pandemia que enfrenta la humanidad en este tiempo. Un texto limpio, crudo, desnudo de tensiones poéticas innecesarias, que lo harían recargado por lo cercano del asunto a tratar, donde la autora, estrena, exhibe y combate con sus mejores armas en la guerra: las palabras. 

“Los hospitales no siempre respondían a las llamadas telefónicas, no daban abasto. Trasladaban enfermos a otros municipios por falta de espacio. A los muertos los quemaban en fosas comunes. Una mañana se llevaban a tu familiar con una tos seca, malestar como una simple gripe común y nunca más volvías a verle.”

Tal vez su corazón de ciencia llevó a la autora a convencerse de que el mundo ha de vencer este virus, y quizá por eso decidió escribir “Cifras”. Dueña de una voz incipiente que va tornándose sólida, esta escritora, ha de sorprendernos con nuevos libros en el futuro. Sus lectores lo agradeceremos. 

Buen provecho con estos Matices…, canción lanzada al viento para el Dios de la palabra, y del tiempo luminoso de la Literatura. Lisbeth Lima ha salido al ruedo. 

Mayarí Arriba, Santiago de Cuba. Septiembre 2021.

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