He aquí un poemario que nos eleva hacia una cosmovisión procesual. No me refiero a intervenciones performáticas o a posibles laberintos de Hegel, sino a ecuaciones verbales que nos arrastran hacia los parajes del subconsciente.
Desde una posición surrealista, Herbert Toranzo Falcón comienza a construir una arquitectura espiritual que nos conduce a los cuestionamientos fundamentales sobre el Ser y su negación; sobre todo, una negación muy descarnada. También, la tesis de que los estados más extremos de aislamiento y de alienación mental, o las posiciones iconoclastas, producen una voz auténtica y fundacional, se nos muestra como el discurso lírico que va reordenado un universo en constante fragmentación.
En el libro Ni siquiera nadie (Editorial Letras Cubanas, 2010) emergen dos hablantes poemáticos, dos figuras complejísimas que se atacan en medio de una discusión filosófica perpetua. Por momentos parece que son dos personas diferentes o, en otros casos, dos voces enemigas que farfullan en una misma conciencia. Fragmentos como: “Para ti Absalón, Absalón,/ para ti, hijo de perra,/ si me escuchas o me ves o tienes nombre:/ no me has vencido aún./ Elige un arma”, son ejemplos de esa dicotomía literaria que como un Cástor y un Pólux, se puede atisbar en el cuaderno. Semejante dualidad tiránica recorre la inmensa mayoría de los libros de Toranzo y, al final, se torna un recurso estilístico que sustenta muchas de sus construcciones poemáticas.
A veces los dos sujetos líricos se funden en una sola voz; en esos casos la versificación se vuelve mordaz, al punto de que la ironía termina por convertirse en un ataque directo al lector. Como Diógenes el Can, el poeta critica de forma muy ácida la realidad y, no contento con esto, también desmantela y hace añicos todo sistema de pensamiento que pueda asomarse a su memoria.
Este mundo atormentado se afirma en una erudición aristotélica y un profundo conocimiento sobre la palabra y su ritmo. Como consecuencia, la escritura de Toranzo posee acabado y limpieza, algo muy poco frecuente en la joven poesía cubana actual. Las intertextualidades con el inglés o los versos que parecen traducciones al español, y las referencias muy marcadas a letras clásicas de canciones de la música rock, son otros de sus aciertos. El manejo de las citas y la influencia de poetas de la talla de Dylan Thomas, Allen Ginsberg y Charles Bukowsky, apoyan tal afirmación. Como graduado en lengua anglosajona, el joven escritor asume soluciones de la métrica inglesa y logra con ello cristalizar su propia voz lírica. Este tipo de recurso se puede apreciar en poemas como “Summertime”, donde Toranzo afirma: “¿Estás segura de que no hemos sido castigados?/ Eso dice la música./ Pearl Harbor es Janis Joplin/ y Beverly Hills eres tú/ en el verano eléctrico de Janis Joplin”.
El metalenguaje de la escritura toranziana, donde se escuchan ciertas resonancias de Huidobro y Vallejo, pertenece a la más pura estirpe de la poesía experimental, un movimiento literario que tuvo como precursor en nuestro país al guantanamero Ángel Escobar y que comenzó a desarrollarse a mediados de la década de los 90 del siglo pasado en nuestra capital; concretamente, en la zona de Alamar. Una de sus voces fundacionales, el poeta Ismael González Castañer, ha legitimado con mucha justicia la obra de Toranzo, considerándola uno de los poquísimos ejemplos de verdadera poesía experimental que se escribe fuera de la ciudad de La Habana.
La lectura minuciosa y atenta de Ni siquiera nadie nos abrirá el camino hacia un mundo poético extraño, que se aleja de la forma de decir más tradicional y nos sitúa ante una personalísima fórmula expresiva. En estos poemas poliédricos que se corrigen unos a otros cuando se leen con sinceridad, podemos palpar, sin ninguna discusión, la poiesis en el estado más puro.