Poesía

Instinto

Instinto

Revestimos el lecho de telas y almohadas,
cuidadosas invenciones para el agrado del cuerpo,
siglos hechos lujo y técnica.
Pero el hombre dormido
es el mismo de hace mil años.
Se da la vuelta,
se acuesta boca arriba,
descansa la cabeza en el antebrazo,
que prefiere a la almohada,
y usa la almohada para taparse de la luz,
que bien podría solucionarse
corriendo las cortinas.

UN SECRETO

El follaje vívido esconde
el secreto de todos los árboles:
las ramas no son más
que la imitación involuntaria de
sus raíces ocultas.
Son raíces frondosas que huyen
del suelo, son manos de anciana
que se extienden ciegas en el aire
sin saber qué agarrar. Son
la libertad imaginada por
un animal que pasó demasiado tiempo
en la tierra.

LA SOMBRA

El silencio me demora la imagen
de una muchacha alta
que se pasea en una bicicleta roja.
Las largas piernas suben
y bajan, rígidas, inaudibles,
solo para que sus pies de nadadora
hagan círculos enanos
en el aire.
Y ver toda esa belleza reducida
a una sombra, a un reptil
impredecible que tiembla en
los empedrados de la calle, asustado
por el mundo. El reptil quiere ser
la muchacha, pero una piedra
o un agujero bastan para agrandar
o achicar sus brazos o amputar sus senos
o borrar su cabeza.
Dicen que el tiempo es la cuarta dimensión,
¿y si las otras tres fueran tan arbitrarias
como esa sombra?

EL MIEDO

La serpiente sueña, en la hojarasca,
con el niño Hércules,
que ahora también duerme
a apenas unos metros.
Cada noche sueña
que la ahorcan.

Carlos Ávila Villamar. Holguín, 1995.

Actualmente estudia Letras en la Universidad de La Habana. Es egresado del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. Obtuvo la Beca Caballo de Coral en 2014 con su proyecto de libro La noche mil dos. Recibió una Mención en el Concurso de Minicuentos El Dinosaurio, 2015; y ganó el Premio en el 2016.