Guerra civil
GUERRA CIVIL
Joven recluta, el cuerpo es una guerra civil. Los órganos obedecen aún porque la juventud es un terrible tirano. Los órganos, ese ejército de mercenarios. Los órganos que huyen hacia las extirpaciones, hacia otro cuerpo más joven. Pero el cuerpo siempre es inocente de su sombra. El cuerpo se queda quieto mientras la sombra te apunta el arma directo a la respiración. Joven que te aterras de los peligros del mundo, él es un enemigo que observa desde lejos mientras la tos te dibuja la muerte en el rostro.
Antes de ti todos los que han ido a la guerra se han vestido de hombre. Antes de ti los uniformes se manchaban y nadie podía cambiarlo sino la derrota. Cuídate de tu cuerpo, cuídate de la ofensiva que siempre preparan los órganos cansados de las marchas ciegas, cuídate de la sangre y sus conspiraciones, del mundo y sus treguas con forma de tumba. Los distantes cañones que acabas de oír, que sigues oyendo, son los latidos de tu propio corazón. Nunca culpes al mundo por lo que en ti ya estás perdiendo.
GENEALOGÍA
Debajo de mí todo transcurre
Como un cerco de muebles profundos, recomenzados,
Debajo de mis pieles, mis nombres
Y el sueño de animal de piedra, debajo
Hay sombras de eterna espera y círculos devorándose unos a otros,
hay aguas que vuelven podridas a nuestra sed confusa y repetida en los hijos,
hay estómagos de niebla y cadáveres reventados,
hay tierra,
recuerdo de infancia o muerte, lecho único y ciclo extremo,
y qué son los pies sino llaves o arietes para sus puertas asediadas?,
debajo, los muertos
comenzando otro camino siempre el mismo
Debajo del cielo
Y de la eternidad que tiene nombre de niño
Todo pasa y sigue una dirección terrible,
girando como en un hipódromo inaplazable y angustioso,
desuniendo raíces interiores, mojando de silencio el luto de las madres infelices
y los nacidos inevitables.
Y es triste ver a los niños desenterrando piedras,
Verlos proféticos auscultando el misterio uno sobre otro,
La cebolla honda donde la muerte duerme apenas con el silencio que le damos.
Es triste ver sus rostros aprendiendo el descenso, debajo,
Ríos de niebla y cunas últimas.
Es triste adentrarnos en la garganta de la vida, serpiente que nos ha devorado, sin boca apenas.
Pero siempre habrá algo que buscar en los libros, habrá algo,
En las sonrisas forzadas, en las cavernas, en los manantiales,
donde va a beber una bestia arrastrada y sola,
una humanidad elemental sin nombre todavía para las cosas.
Pero aún tenemos historia,
Los ríos sobre los cuales
Cabalgaron ciudades y civilizaciones,
Aún tenemos recuerdo.
Solo miren su estática verdad, la tierra, sus manos,
respirando un aire que desconozco, sintiendo un dolor que desconozco.
Debajo, siempre impredecible,
un relámpago de piedra desune a la muerte del dolor,
Un niño relámpago, gritando el dolor de otro en la cuna de todos.
la vida, que será la vida si estamos apenas en la superficie y lloramos apenas.
aquí estoy, intacto, fruto de los sueños ancestrales del mundo,
odre sobre montones de sangre,
divirtiéndome con la infancia,
con la casa
y la inocencia desnuda de la mañana.
y el hombre te acosa como una cama preñada
y mira lo exacto infinito del cielo y sus huecos idénticos en sus ojos,
lo que asciende y se esparce sobre la hierba, su sombra,
lo muy unido, lo abrazado al hierro y al polvo.
La tierra es un párpado que nunca se ha abierto,
La tierra es una inmensa boca que se abre y grita
cuando nosotros hemos callado.
Reiniel Pérez. Santa Clara, 1999. Poeta.
Estudiante de Lenguas Extranjeras de la Universidad Central de las Villas. Poemas suyos aparecieron en la antología del grupo literario La estrella en germen. Ganador de las Becas de creación Casa Seoane y Rolando Escardó en el 2021. Ganador del Premio Extraordinario Centenario de Carilda Oliver 2022. Con el libro Las sílabas y el cuerpo se convirtió en 2022 en el más joven ganador de la historia del prestigioso Premio Internacional Fundación Loewe de Poesía.