Cuando se comprende
Luigi Pirandello
Los pasajeros que llegaron a Fabriano desde Roma en el tren nocturno tuvieron que esperar al amanecer para proseguir su viaje por la región de Le Marche en un tren viejo y lento...
Bâtard
Jack London
Bâtard (“bastardo” en francés) era un demonio. Esto era algo que se sabía por todas las tierras del Norte. Muchos hombres lo llamaban «Hijo del Infierno», pero su dueño, Black Leclère, eligió para él el ofensivo nombre de Bâtard...
Adriana en el Adriático
Carlos Martínez Moreno
Don Guido piensa que han pasado tantos años que ya puedo escribirlo. Hace más de cuarenta que él vino al país, se casó aquí dos veces y del segundo matrimonio tiene una hija que adora y a quien puso, precisamente, el nombre de Adriana...
Fard
Aldous Huxley
Llevaban discutiendo y peleando casi tres cuartos de hora. El rumor inarticulado de las voces llegaba flotando por el pasillo desde el otro extremo del piso. Encorvada sobre su costura, Sophie se preguntaba, sin especial curiosidad, acerca de qué sería esta pelea...
La mujer de otro
Abelardo Castillo
Supongo que siempre lo supe; un día yo iba a terminar llamando a esa puerta. Ese día fue esta noche. La casa es más o menos como la imaginaba, una casa de barrio, en Floresta, con un jardín al frente, si es que se le puede llamar jardín a un pequeño rectángulo enrejado en el que apenas caben una rosa china y dos o tres canteros, cubiertos ahora de maleza...
Cristales
Leopoldo Alas (Clarín)
Mi amigo Cristóbal siempre estaba triste… no, no es esa la palabra; era aquello una frialdad, una indiferencia, una abstinencia de toda emoción fuerte, confiada, entusiástica… No sé cómo explicarlo…
¿Dónde está mi suéter islandés?
Stig Dagerman
Qué bien, así me gusta. Que me reciban como a un señor. Ahí está Ulrik, en la esquina del andén, con botas de cuero y su mejor sombrero, el de ala ancha, mirando alicaído a la explanada de la estación. Lleva brazalete de luto y lazo negro. A su espalda la yegua ramonea entre las flores del arriate. Habrá que ir en coche de caballos, no lo hacía desde que era niño...
La mentira
Maeve Brennan
Había una broma entre mi madre y yo sobre la primera vez que fui a confesarme. Ella me llevó a ver al cura, pero salimos tarde de casa y cuando llegamos a la capilla ya había dos largas filas de mujeres arrodilladas fuera del confesionario, esperando a que las escucharan...
El doble error
Prosper Mérimée
Julia de Chaverny estaba casada desde hacía unos seis años, y desde alrededor de los cinco y medio había reconocido no solo la imposibilidad de amar a su marido, sino incluso la dificultad de sentir por él alguna estima. Ese marido no era en absoluto un mal hombre, no era ni bruto ni tonto...
Bajo los toldos de cubierta
Jack London
—¿Puede un hombre, y me refiero a un caballero, llamar cerda a una mujer? El hombrecillo lanzó ese reto a todo el grupo, luego se reclinó en su tumbona y dio un sorbo a su limonada con un gesto que combinaba certeza y atenta beligerancia. Nadie respondió. Estaban acostumbrados al hombrecillo y a sus repentinas pasiones y enaltecimientos...
El defensor de la fe
Philip Roth
En mayo de 1945, transcurridas solo unas semanas desde la finalización de la guerra en Europa, me reexpidieron a Estados Unidos, donde pasé el resto de la guerra integrado en una compañía de instrucción militar, en Camp Crowder, Misuri...
Una mujer respetable
Kate Chopin
La señora Baroda se molestó un poco al enterarse de que su esposo había invitado a su amigo Gouvernail a pasar una o dos semanas en la plantación. Durante el invierno, habían invitado y recibido a mucha gente y también habían pasado gran parte del tiempo en Nueva Orleáns...
Memorias de Mosby
Saul Bellow
Los pájaros no dejaban de trinar. Trrr, trrr, trrr. Y todas las cosas que hacen los pájaros, según los naturalistas. Expresaban profundos abismos de agresividad que solo el Hombre —el Estúpido Hombre— confundía con inocencia. Creemos que todo es muy inocente, porque nuestra maldad nos da miedo. ¡Ay, mucho miedo!...
No hacer nada
Azorín
Se iba acercando, para Martín Pascual, el momento de no hacer nada. Se lo tenía bien ganado; pero a Martín Pascual le interesaba más la psicología que el derecho. Tenía derecho—después de cincuenta, sesenta años de trabajar—a no trabajar...
Colegiala
Osamu Dazai
Osamu Dazai, uno de los escritores modernos más venerados en Japón, es conocido por su habilidad para capturar las complejidades del alma humana. Su obra refleja una vida privada tumultuosa y llena de desencuentros, lo que le ha valido el apodo de "el Dostoievski nipón". Dazai es un maestro de las distancias cortas, y su habilidad para narrar historias breves pero intensas lo distingue como un autor excepcional en la literatura japonesa. En "Colegiala", Dazai nos presenta un conjunto de relatos que exploran el universo femenino con una delicadeza y exquisitez inigualables. Cada historia se sumerge en las emociones y pensamientos de mujeres de diferentes edades y circunstancias, revelando sus contradicciones y vulnerabilidades. Una chica joven, de familia pobre, se ve obligada a cometer un robo por amor, encapsulando la desesperación y el sacrificio en una situación límite. Otra historia presenta a una mujer mayor que confiesa una atracción intensa hacia un hombre que apenas conocía, evocando el poder y la fugacidad del deseo. Dazai también aborda la infidelidad con…
El eco
Naguib Mahfuz
Se apoyó en su bastón y esperó. Tras el sonido del timbre, no se oyó el menor ruido detrás de la puerta, como si la casa estuviera vacía. Dentro de un instante la puerta se abrirá y aparecerá el rostro anciano que no has vuelto a ver desde hace veinte años...
La más lista
Maeve Brennan
No hace mucho tiempo, pasé unos días en Washington DC, en casa de mi hermana pequeña, Deirdre, que está casada y tiene cuatro niños. Nos habíamos sentado en su amplia y agradable sala, frente a los árboles frescos y verdes de la calle Garfield y los arbustos en plena floración -blanca, rosa, azul, amarilla- de su jardín, donde los niños se entregaban con entusiasmo a un juego bullicioso...
La madre de Ernesto
Abelardo Castillo
Si Ernesto se enteró de que ella había vuelto (cómo había vuelto), nunca lo supe, pero el caso es que poco después se fue a vivir a El Tala, y, en todo aquel verano, solo volvimos a verlo una o dos veces. Costaba trabajo mirarlo de frente...
Esto sí que no podía esperarse
Eduardo Mallea
Por una coincidencia, o por un azar, Apestain se halló en posesión del dato. El dato decía poca cosa. Apenas cuatro líneas, escritas con letra grande. Su importancia resaltaba de que era fidedigno: “La mujer de Escamídez se acuesta todas las tardes con Aláez en el departamento de Aláez”. Luego un domicilio y una cruz...
Amor vencido
Adolfo Bioy Casares
—Cuente —dijo. —No sé muy bien cómo empieza ni dónde estamos. Cuando Virginia pregunta: «¿Recuerdas lo que prometiste?», me falta valor para anunciarle, una vez más, que la semana siguiente almorzaremos juntos, pero que hoy me esperan mis padres.
El pequeño señor Friedeman
Thomas Mann
La nodriza tenía la culpa. ¿De qué había servido que, a la primera sospecha, la señora del cónsul Friedemann la instara muy seriamente a reprimir ese vicio? ¿De qué había servido que le diera cada día un vaso de vino tinto además de la nutritiva cerveza?...
Alas rotas
Henry James
Consciente como era de lo que había entre ellos, aunque, tal vez, menos consciente que nunca de por qué, a aquellas alturas, tendría que haber algo, difícilmente habría supuesto que pudieran estar juntos tanto tiempo en una casa sin cruzar una palabra o una mirada...
Angustia en el cuartel
Italo Calvino
El mal le empezó así: ver el caballo frisón en la escalera, cargado de alambres afilados, y pensar que tenía un significado amenazador y alusivo a su futuro. Pero antes ya, más de una vez, había bastado para atormentarlo la vista de su catre de campaña...
Elda y Angotea
Aleksandr Grin
Cuando el ensayo había terminado, Gotorn llegó a los camerinos del teatro Bishop. Parado en el pasillo entre la utilería y las lámparas, Gotorn entregó su tarjeta de presentación al mozo para que la hiciera llegar a Elda Silvano...
Caín
Virgilio Díaz Grullón
El mensajero de la oficina colocó la tarjeta sobre el escritorio, Vicente la miró distraídamente y la rodó hacia un lado con el dorso de la mano, concentrándose de nuevo en la lectura del documento que tenía enfrente...
¡Abre la puerta, Rickard!
Stig Dagerman
Abre la puerta. Dicen que abra la puerta, y yo no la abro. No solo dicen que la abra, ruegan; y cuando los ruegos no surten efecto, amenazan, pero cuando las amenazas no surten efecto se callan un rato, susurran jadeantes y ansiosos mientras están totalmente quietos al otro lado de la puerta como si quisieran hipnotizarla...
Hernán
Abelardo Castillo
Me atrevo a contarlo ahora porque ha pasado el tiempo y porque Hernán, lo sé, aunque haya hecho muchas cosas repulsivas en su vida, nunca podrá olvidarse de ella: la ridícula señorita Eugenia...
En la popa hay un cuerpo reclinado
René Marqués
A pesar del sol inmisericorde, los ojos se mantenían muy abiertos. Las pupilas, ahora, con esta luz filosa, adquirían una transparencia de miel. La nariz, proyectada al cielo, y el cuello en tensión, parecían modelados en cera: ese blanco cremoso de la cera, esa luminosidad mate del panal convertido en cirio...
Cláusula testamentaria
J. M. Machado de Assis
…y es mi última voluntad que el cajón en que mi cuerpo haya de ser enterrado sea fabricado en casa de Joaquim Soares, que vive en la Rua da Alfãndega. Deseo que él sea informado acerca de esta disposición, que también será pública...
África
Massimo Bontempelli
"Nunca he tenido una verdadera inclinación por el homicidio. Hasta ahora no he asesinado más que a mi amigo Amílcar, aunque, tras de mucho pensarlo, me parece que no fue una mala idea. Esto sucedió hace muchos años en la ciudad de Casablanca..."