Ficción

La noche de la cocina

Carlos María Gutiérrez

Poné que el mejor tango que hicimos juntos no lo escribí yo, ni él tampoco. La última madrugada me llamó a las tres, desde el sanatorio. Le habían colocado un teléfono en el cuarto, porque en esos días ya lo dejaban que se sacara todos los gustos...

Acuérdate de Azerbaijan

Roberto Arlt

Los dos mahometanos se detuvieron para dejar paso a la procesión budista. Con un paraguas abierto sobre su cabeza delante de un palanquín dorado, marchaba un devoto...

Bienvenido, Bob

Juan Carlos Onetti

Es seguro que cada día estará más viejo, más lejos del tiempo en que se llamaba Bob, del pelo rubio colgando en la sien, la sonrisa y los lustrosos ojos de cuando entraba silenciosamente en la sala, murmurando un saludo o moviendo un poco la mano cerca de la oreja, e iba a sentarse bajo la lámpara...

Santa Lucía y san Lázaro

Federico García Lorca

A las doce de la noche llegué a la ciudad. La escarcha bailaba sobre un pie. “Una muchacha puede ser morena, puede ser rubia, pero no debe ser ciega”. Esto decía el dueño del mesón a un hombre seccionado brutalmente por una faja. Los ojos de un mulo que dormitaba en el umbral me amenazaron como dos puños de azabache...

Trenzas

María Luisa Bombal

Porque día a día los orgullosos humanos que ahora somos, tendemos a desprendernos de nuestro limbo inicial, es que las mujeres no cuidan ni aprecian ya de sus trenzas...

El muñeco

Shirley Jackson

Era un restaurante respetable, bien decorado, con un buen chef y un grupo de artistas de variedades con aspiraciones. La gente que acudía al local se reía discretamente y cenaba a satisfacción, reconociendo la verdad del lema según el cual la cuenta siempre era un poco más de lo que ameritaba el restaurante, el espectáculo y la compañía...

Memoria de mis putas tristes

Gabriel García Márquez

Un viejo periodista decide festejar sus noventa años a lo grande, dándose un regalo que le hará sentir que todavía está vivo: una jovencita virgen, y con ella «el principio de una nueva vida a una edad en que la mayoría de los mortales están muertos». En el prostíbulo llega el momento en el que ve a la mujer de espaldas, completamente desnuda. Ese acontecimiento cambia su vida radicalmente. Ahora que conoce a esta jovencita se encuentra a punto de morir, pero no por viejo, sino de amor. Así, Memoria de mis putas tristes cuenta la vida de este anciano solitario, un apasionado de la música clásica, nada aficionado a las mascotas y lleno de manías. Por él sabremos cómo en todas sus aventuras sexuales (que no fueron pocas) siempre dio a cambio algo de dinero, pero nunca imaginó que de ese modo encontraría el verdadero amor. Esta novela de Gabriel García Márquez es una conmovedora reflexión que celebra las alegrías del enamoramiento, las desventuras de la vejez y, ante…

El barón rampante

Italo Calvino

Cuando tenía doce años, Cosimo Piovasco, barón de Rondò, en un gesto de rebelión contra la rígida disciplina familiar, se encaramó a una encina del jardín de la casa paterna. Ese mismo día, el 15 de junio de 1767, conoció a la hija de los marqueses de Ondarivia y le anunció su propósito de no bajar nunca de los árboles. Desde entonces y hasta el final de su vida, Cosimo permanece fiel a un principio que él mismo se ha impuesto. La acción transcurre en las postrimerías del siglo XVIII y en los albores del XIX: Cosimo participa tanto en la Revolución francesa como en las invasiones napoleónicas, pero sin abandonar nunca esa distancia necesaria que le permite estar dentro y fuera de las cosas al mismo tiempo. En esta espléndida obra, auténtica novela de aventuras rebosante de humorismo poético y fantástico, Calvino se enfrenta con el que, según él mismo declaró, es su verdadero tema narrativo: «Una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas…

Un clavito en el aire

Efrén Hernández

Lo barato cuesta caro -no de pronto, sino andando el tiempo. Y la puerta es de palo barato. Con las lluvias se hinchaba, y cuando pasó el tiempo de aguas, al día siguiente de la postrera lluvia, el calor, cortés, estuvo a despedirse de nosotros...

Andamios

Mario Benedetti

“…Javier se había aprontado para almorzar a solas en una mesa del fondo. Todavía no había asimilado del todo el relato de Nieves sobre la muerte de Ramón. Quería evaluar con serenidad ese hecho insólito, medir su profundidad, administrar para sí mismo la importancia de una imagen que le resultaba aterradora...

A bordo

Rafael Barrett

Remontando el Alto Paraná. Una noche cálida, perfecta, como si durante la inmovilidad del crepúsculo se hubiesen decantado, evaporado, sublimado, todas las impurezas cósmicas; un cielo bruñido, de un azul a la vez metálico y transparente, poblado de pálidas gemas, surcado de largas estelas de fósforo. Al ras del horizonte, el arco lunar esparcía su claridad de ultratumba...

Mari Belcha

Pío Baroja

Cuando te quedas sola a la puerta del negro caserío con tu hermanillo en brazos, ¿en que piensas, Mari Belcha, al mirar los montes lejanos y el cielo pálido?...

El canalón

Heinrich Böll

Estuvieron despiertos mucho rato, fumando, mientras el viento se paseaba por la casa, arrancando pedazos de pared y haciendo caer piedras; del piso de arriba saltaban trozos de revoque que se estrellaban en la planta baja con estrépito...

El informe de Brodie

Jorge Luis Borges

En un ejemplar del primer volumen de las Mil y una noches (Londres, 1840) de Lane, que me consiguió mi querido amigo Paulino Keins, descubrimos el manuscrito que ahora traduciré al castellano. La esmerada caligrafía -arte que las máquinas de escribir nos están enseñando a perder- sugiere que fue redactado por esa misma fecha...

El tesoro

José Maria Eça de Queirós

Los tres hermanos de Medranhos, Rui, Guanes y Rostabal, eran entonces, en todo el reino de Asturias, los hidalgos más hambrientos y los más remendados...

Arcilla

James Joyce

La Supervisora le dio permiso para salir en cuanto acabara el té de las muchachas y María esperaba, expectante. La cocina relucía: la cocinera dijo que se podía uno ver la cara en los peroles de cobre. El fuego del hogar calentaba que era un contento y en una de las mesitas había cuatro grandes broas...

Cañuela y Petaca

Baldomero Lillo

Mientras Petaca atisba desde la puerta, Cañuela, encaramado sobre la mesa, descuelga del muro el pesado y mohoso fusil...

Cántiga de los esponsales

J. M. Machado de Assis

Imagine la lectora que está en 1813, en la iglesia de Carmo, oyendo una de aquellas buenas fiestas antiguas, que eran la mayor diversión pública y lo mejor del arte musical. Sabe cómo es una misa cantada; puede imaginar lo que sería una misa cantada en aquellos años remotos...

Penélope y las doce criadas

Margaret Atwood

Ganadora en dos ocasiones del Premio Booker -en el año 2000 con El asesino ciego y en 2019 con Los testamentos-, un hecho insólito en la historia del máximo galardón literario de las letras anglosajonas, la aclamada autora de El cuento de la criada nos sorprende con una valiente reelaboración del mito de Penélope, esposa de Odiseo y símbolo por excelencia de la fidelidad conyugal a lo largo de los siglos. En el relato homérico, tras la marcha de Odiseo a la guerra de Troya, Penélope se las compone -mientras teje y desteje incansablemente su tapiz- para conservar el reino de Ítaca, criar a su hijo descarriado y mantener a raya a una caterva de pretendientes. Cuando, al cabo de veinte años, Odiseo regresa a casa tras superar un sinfín de contratiempos, enfrentarse a seres monstruosos y acostarse con diosas, mata a los pretendientes de Penélope y, curiosamente, también a doce de sus doncellas. En una espléndida vuelta de tuerca al mito antiguo, Margaret Atwood ha decidido contar su versión…

Pálida luz en las colinas

Kazuo Ishiguro

Después del suicidio de su hija mayor, Etsuko, una japonesa de cincuenta años instalada en Inglaterra, rememora momentos de su vida. Quizá la explicación de esta tragedia familiar se encuentre agazapada en aquel Japón de los años cincuenta que se recuperaba de las heridas de la guerra y del traumatismo de la bomba atómica... En la memoria de Etsuko aparece de forma obsesiva, recurrente la imagen de otra mujer, Sachiko, una amiga y vecina que vivía sola con su hija Mariko. Dos personajes enigmáticos, a cuál más inquietante. La pequeña Mariko parece haber vivido una cruel y dolorosa experiencia, que reduce a la nada, tanto para ella como para su madre, la esperanza de una vida tranquila, lejos de las ataduras de la rígida tradición japonesa. La relación ambigua de Etsuko con Sachiko y Mariko está en el centro del enigma del libro. ¿El examen del pasado conseguirá exorcizar los demonios del presente?

Desvanecimiento

Clarice Lispector

No es que fuéramos amigos desde hacía mucho tiempo. Nos conocimos solo en el último año de la escuela. Desde ese momento, estábamos juntos a cualquier hora. Hacía tanto tiempo que los dos necesitábamos de un amigo que no había nada que no confiásemos el uno al otro...

Así

Carson McCullers

Aunque Marian, mi hermana, tiene dieciocho años y es cinco mayor que yo, estábamos más unidas y nos divertíamos más juntas que la mayoría de las hermanas. Y, más o menos, lo mismo sucedía con Dan, nuestro hermano. En verano íbamos los tres juntos a nadar. De noche, en invierno, era frecuente que jugáramos al bridge de tres o al Michigan, con cinco o diez centavos de apuesta. Los tres nos divertíamos solos más que ninguna de las familias que conozco. Así era siempre hasta que ha pasado esto...

La Perla de Toledo

Prosper Mérimée

¿Quién me dirá si el Sol es más bello en el amanecer que en el ocaso? ¿Quién me dirá del olivo y el almendro cuál es el más bello árbol? ¿Quién me dirá entre el valenciano y el andaluz cuál es el más bravo? ¿Quién me dirá cuál es la más bella de las mujeres?...

Arrepentimiento

Kate Chopin

Mamzelle Aurélie tenía una figura imponente, mejillas coloradas, cabellos que variaban de castaño a gris, y una mirada enérgica. En la granja llevaba puesto un sombrero de hombre, un viejo sobretodo militar azul cuando hacía frío, y a veces botas de campaña...

El paso castellano

Marcel Prévost

El viejo y pequeño castillo de Vornay, en los tiempos en que Margarita y Pedro se hablaron por primera vez, no tenía ya más moradores que a la misma Margarita y a su padre, a quien en la comarca unos llamaban el vizconde y otros el baroncillo...
Scaffold in Storm, por Carl Blechen

La ejecución

Hermann Hesse

En su peregrinación, el maestro y algunos de sus discípulos bajaron de la montaña al llano y se encaminaron hacia las murallas de la gran ciudad. Ante la puerta se había congregado una gran muchedumbre...
Colinas

Colinas como elefantes blancos

Ernest Hemingway

Del otro lado del valle del Ebro, las colinas eran largas y blancas. De este lado no había sombra ni árboles y la estación se alzaba al rayo del sol, entre dos líneas de rieles. Junto a la pared de la estación caía la sombra tibia del edificio y una cortina de cuentas de bambú colgaba en el vano de la puerta del bar, para que no entraran las moscas...
Pared de ladrillos

Las paredes están frías

Truman Capote

-…así que Grant les ha dicho que vinieran a una fiesta fantástica y, bueno, ha sido así de fácil. La verdad, creo que ha sido una genialidad recogerlos, solo Dios sabe que podrían resucitarnos de la tumba...

Barnaby Rudge

Charles Dickens

La violencia de las multitudes fascinaba y angustiaba a Charles Dickens. Barnaby Rudge es el resultado de ese interés y de sus reflexiones sobre la propiedad y los fanatismos religiosos. La novela se publicó por entregas en 1841 en el semanario Master Humphrey's Clock. Los personajes son la esencia de Dickens y uno de los destacables en esta novela es el aprendiz de cerrajero, Sim Tappertit, un hombrecillo que estaba convencido de tener una magnífica estatura, de poseer un talento extraordinario y un notable atractivo para las damas y de estar destinado a hacer grandes cosas en la vida.
Mujer con paraguas rojo

Una señora

José Donoso

No recuerdo con certeza cuándo fue la primera vez que me di cuenta de su existencia. Pero si no me equivoco, fue cierta tarde de invierno en un tranvía que atravesaba un barrio popular...