La carne
Virgilio Piñera
Sentose a la mesa y comenzó a saborear su hermoso filete. Entonces llamaron a la puerta; era el vecino que venía a desahogarse… Pero Ansaldo, con elegante ademán, le hizo ver el hermoso filete. El vecino preguntó y Ansaldo se limitó a mostrar su nalga izquierda. Todo quedaba explicado...
La radio enorme
John Cheever
La música salía nítida. El sonido del nuevo aparato, pensó, era mucho más puro que el del antiguo. Decidió que lo más importante era el sonido y que podía esconder la fea caja detrás de un sofá. Pero tan pronto hubo hecho las paces con la radio empezaron las interferencias. Un crujido similar al chisporroteo de una mecha encendida acompañaba el cántico de las cuerdas...
Los zarcillos de la vid
Colette
Se acostaba cuando sonaban las siete, las siete y media, en cualquier sitio, a menudo en las viñas en flor que huelen a reseda, y dormía de un tirón hasta el día siguiente...
La falsa vieja
Anónimo
-Hijo mío, te diré la verdad pero no has de revelarla a nadie. En realidad no soy mujer sino hombre. Cuando era chiquito solía disfrazarme e imitar el falsete de las niñas; y hasta aprendí a coser tan bien como ellas. Solía ir a menudo a las ferias y mercados de los pueblos vecinos fingiéndome muchacha y ofreciéndome para trabajos de costura...
La caja de música
Pío Baroja
-Pues verá usted. Hace diez años vivía yo en una buhardilla de la calle de Vaugirard, enfrente del jardín del Luxemburgo. La casa, por fuera, era elegante. Tenía un patio palaciego; hasta el segundo piso, una escalera muy ornamental, y del segundo al tercero, una escalerilla de madera apolillada y estrecha...
Algo de Tolstói
Tennessee Williams
El joven Brodzki estaba tremendamente enamorado, y la chica no era judía. Por eso el viejo señor Brodzki quería que el chico fuera a la universidad. Como la mayoría de los otros judíos de su generación, se oponía desesperadamente al matrimonio de su hijo con una cristiana...
El entierro de Roger Malvin
Nathaniel Hawthorne
La grave herida del hombre mayor probablemente lo había privado de sueño, ya que se enderezó penosamente hasta quedar sentado tan pronto dio el primer rayo de sol en la copa del árbol más alto...
El cuarteto de cuerdas
Virginia Woolf
Si la mente está siendo atravesada por semejantes dardos, y debido a que la sociedad humana así lo impone, tan pronto uno de ellos ha sido lanzado, ya hay otro en camino; si esto engendra calor, y además han encendido la luz eléctrica; si decir una cosa deja detrás, en tantos casos, la necesidad de mejorar y revisar, provocando además arrepentimientos, placeres, vanidades y deseos...
Los fugitivos
Alejo Carpentier
Pero el olor de su propio celo, llamado por el olor de otro celo, se imponía a todos los demás. Las patas traseras de Perro se espigaron, haciéndole alargar el cuello. Su vientre se hundía, al pie del costillar, en el ritmo de un jadeo corto y ansioso...
Colas de Manhattan
Woody Allen
Hace un par de semanas, Abe Moscowitz se murió de un infarto y vino a reencarnar en una langosta. Lo atraparon en la costa de Maine y lo enviaron a Manhattan, donde fue a parar a un tanque de un lujoso restaurante especializado en mariscos...
Almuerzo y dudas
Mario Benedetti
El hombre se detuvo frente a la vidriera, pero su atención no fue atraída por el alegre maniquí sino por su propio aspecto reflejado en los cristales. Se ajustó la corbata, se acomodó el gacho. De pronto vio la imagen de la mujer junto a la suya...
Semejante a la noche
Alejo Carpentier
Yo la llamaba mi prometida, aunque nadie supiera aún de nuestros amores. Cuando vi a su padre cerca de las naves, pensé que estaría sola, y seguí aquel muelle triste, batido por el viento, salpicado de agua verde, abarandado de cadenas y argollas verdecidas por el salitre, que conducía a la última casa de ventanas verdes, siempre cerradas...
Para un final presto
José Lezama Lima
Habían acudido los trescientos treinta y tres jóvenes estoicos para cerrar el curso con el suicidio colectivo. Existía en el centro de la plaza pública un cuadrado de rigurosas llamas, donde los jóvenes se iban lanzando como si se zambullesen en una piscina. El fuego actuaba con silencio y el cuerpo se adelantaba silenciosamente...
Ángelus
Pío Baroja
Los trece hombres, serios e impasibles, hablaban poco; la mujer, vieja, hacía media con gruesas agujas y un ovillo de lana azul. El patrón, grave y triste, con la boina calada hasta los ojos, la mano derecha en el remo que hacía de timón, miraba impasible al mar...
El amante liberal
Miguel de Cervantes Saavedra
-Si así como has acertado, ¡oh amigo Mahamut! -que así se llamaba el turco-, en lo que de mi desdicha imaginas, acertaras en su remedio, tuviera por bien perdida mi libertad, y no trocara mi desgracia con la mayor ventura que imaginarse pudiera...
La estrella sobre el bosque
Stefan Zweig
Estos minutos fueron el comienzo de un estado de ensueño muy extraño y ferviente, de un sentimiento tan impetuoso y exaltado que apenas le corresponde el término grave y noble de amor. Era ese amor, de fidelidad canina y desprovisto de deseos, que los seres humanos generalmente no experimentan en la flor de su vida, que sólo sienten las personas muy jóvenes o muy ancianas...
Las babas del diablo
Julio Cortázar
De repente me pregunto por qué tengo que contar esto, pero si uno empezara a preguntarse por qué hace todo lo que hace, si uno se preguntara solamente por qué acepta una invitación a cenar (ahora pasa una paloma, y me parece que un gorrión) o por qué cuando alguien nos ha contado un buen cuento, en seguida empieza como una cosquilla en el estómago y no se está tranquilo hasta entrar en la oficina de al lado y contar a su vez el cuento...
La condena
Franz Kafka
¿Qué podía escribírsele a un hombre de este tipo, que, evidentemente, se había enclaustrado, de quien se podía tener lástima, pero a quien no se podía ayudar? ¿Se le debía quizá aconsejar que volviese a casa, que trasladase aquí su existencia, que reanudara todas sus antiguas relaciones amistosas, para lo cual no existía obstáculo, y que, por lo demás, confiase en la ayuda de los amigos?...
Olor a cebolla
Camilo José Cela
-No quiero un vaso de leche. Quisiera morirme, nada más que morirme muy de prisa, cada vez huele más a cebolla. -No digas tonterías. -¡Digo lo que me da la gana! ¡Huele a cebolla!...
Muerte de un hermano
Haroldo Conti
Trató de incorporarse y abrazar a aquel hermano que había vuelto por fin, pero le fallaron las piernas. La verdad que ni siquiera las sentía. Entonces se abandonó sobre el pavimento aguantándose apenas con las manos, nada más que para no perder de vista ese rostro querido...
El elíxir de larga vida
Honoré de Balzac
Las siete cortesanas de Ferrara, los amigos de don Juan y el mismo Príncipe lanzaron un grito de horror. Doscientos años más tarde y bajo Luis XV, las gentes de buen gusto hubieran reído ante esta ocurrencia. Pero, tal vez al comienzo de una orgía las almas tienen aún demasiada lucidez...
Rashomon
Ryûnosuke Akutagawa
Para escapar a esta maldita suerte -pensó el sirviente- no puedo esperar a elegir un medio, ni bueno ni malo, pues si empezara a pensar sin duda me moriría de hambre en medio del camino o en alguna zanja; luego me traerían aquí, a esta torre, dejándome tirado como a un perro. Pero si no elijo…
Volver a Babilonia
F. S. Fitzgerald
La verdad es que no sentía demasiada decepción por encontrar París tan vacío. Pero el silencio en el bar del hotel Ritz resultaba extraño, portentoso. Ya no era un bar norteamericano: Charlie lo encontraba demasiado encopetado; ya no se sentía allí como en su casa...
Morfina
Mijaíl Bulgákov
Tras una inyección de una solución al 2 % aparece, casi instantáneamente, una sensación de tranquilidad que de inmediato se convierte en éxtasis y beatitud. Esto dura sólo uno o dos minutos. Después todo desaparece sin dejar huellas, como si no hubiera existido. Llega el dolor, el terror, la oscuridad...
Un artista del trapecio
Franz Kafka
Además, allá arriba el ambiente era saludable y cuando en la época de calor se abrían las ventanas laterales que rodeaban la cúpula y el sol y el aire inundaban el salón en penumbras, la vista era hermosa...
Viaje a la semilla
Alejo Carpentier
Transcurrieron meses de luto, ensombrecidos por un remordimiento cada vez mayor. Al principio, la idea de traer una mujer a aquel aposento se le hacía casi razonable. Pero, poco a poco, las apetencias de un cuerpo nuevo fueron desplazadas por escrúpulos crecientes, que llegaron al flagelo...
Los metales nocturnos
Francisco Umbral
Los metales nocturnos es una novela del escritor español Francisco Umbral, publicada en 1986. Se trata de una obra que mezcla el realismo y la fantasía, la memoria y la imaginación, para crear un retrato de la vida nocturna de Madrid en los años 70 y 80, época de la transición democrática y la movida madrileña. El protagonista y narrador de la novela es el propio Umbral, que se presenta como un cronista de la noche, un testigo y actor de las aventuras y desventuras de los personajes que pueblan el mundo de los metales nocturnos: artistas, intelectuales, políticos, prostitutas, travestis, drogadictos, etc. Umbral utiliza un lenguaje rico y poético, lleno de metáforas, juegos de palabras, neologismos y referencias culturales, para recrear el ambiente y el espíritu de una época de cambios, libertad y decadencia. La novela se estructura en tres partes: La noche del cobre, La noche del plomo y La noche del oro. Cada una de ellas corresponde a un metal que simboliza un aspecto de la realidad…
El arca y el aparecido
Stendhal
El humor siniestro de don Blas se agravó más aún, porque, al verle de cerca, observó que don Fernando era guapísimo: rubio y, a pesar del mal paso en que se encontraba, con una expresión muy dulce. Don Blas miraba pensativo a aquel mozo...
El sueño más dulce
Doris Lessing
El sueño más dulce, de Doris Lessing, es una novela que retrata la vida de una generación marcada por las utopías y los ideales de la izquierda en el siglo XX. La protagonista, Julia, es una mujer que abre su casa a todo tipo de personas que buscan un refugio, una familia o un sentido a su existencia. Desde su marido comunista hasta sus hijos rebeldes, pasando por sus amantes, amigos y huéspedes, Julia acoge y cuida a todos con una generosidad y una entrega que a veces rozan el sacrificio. A través de sus ojos, el lector asiste al nacimiento y la decadencia de los movimientos sociales y políticos que sacudieron el mundo desde los años 60 hasta el final del siglo. El sueño más dulce es una obra maestra de la literatura contemporánea, que combina la crítica social con la intimidad psicológica. Lessing crea unos personajes complejos y verosímiles, que reflejan las contradicciones y los conflictos de su época. Con una prosa elegante y precisa, la autora nos…
El tren
Flannery O'Connor
Era la señora Hosen envuelta en un salto de cama rosa, con la cabeza llena de rulos. Se había olvidado de ella. Daba miedo verla con el pelo brillante, peinado para atrás y esos rizadores que parecían setas negras enmarcándole la cara...