La pantera
Sergio Pitol
Ninguna de las magias que atravesaron mi niñez puede equipararse con su aparición. Nada de lo hasta entonces concebido logró confundir tan soberbiamente refinamiento y fiereza. En las noches siguientes imploré, divertido, al final impaciente, casi con lágrimas, su presencia. Mi madre repetía que de tanto jugar a los bandidos acabaría por soñarlos...
Abuela Julieta
Leopoldo Lugones
Cada vez más hundido en su misantropía, Emilio no conservaba ya más que una amistad: la de su tía la señora Olivia, vieja solterona como él, aunque veinte años mayor. Emilio tenía ya cincuenta años, lo cual quiere decir que la señora Olivia frisaba en los setenta...
El banquete de palabras
Dorothy Parker
Aquel fue un año de locos, un año en que las cosas que debían haber ocurrido a su debido tiempo salieron de cualquier manera. Fue un año en que la nieve cayó copiosa y duradera en pleno abril, y los periódicos sensacionalistas publicaron fotos de chicas vestidas con pantalones cortos tomando baños de sol en el Parque Central en pleno enero...
El velo de la reina Mab
Rubén Darío
La reina Mab, en su carro hecho de una sola perla, tirado por cuatro coleópteros de petos dorados y alas de pedrería, caminando sobre un rayo de sol, se coló por la ventana de una buhardilla donde estaban cuatro hombres flacos, barbudos e impertinentes, lamentándose como unos desdichados...
La carne y los huesos
Rubem Fonseca
Mi avión no partiría sino hasta el día siguiente. Por primera vez lamenté no tener un retrato de mi madre conmigo, pero siempre me pareció idiota andar con retratos de la familia en el bolsillo, más aun el de mi madre...
Pequeña parábola de “Chindo” perro de ciego
Camilo José Cela
“Chindo” es un perrillo de sangre ruin y de nobles sentimientos. Es rabón y tiene la piel sin lustre, corta la alzada, flácidas las orejas. “Chindo” es un perro hospiciano y sentimental, arbitrario y cariñoso, pícaro a la fuerza, errabundo y amable, como los grises gorriones de la ciudad...
Nadadora sumergida
Federico García Lorca
Yo he amado a dos mujeres que no me querían, y sin embargo no quise degollar a mi perro favorito. ¿No os parece, condesa, mi actitud una de las más puras que se pueden adoptar?...
Elurofobia
Fredric Brown
Hasta donde podía recordar, Hilary Morgan había sufrido elurofobia; es decir, miedo mórbido al felis domestica, el gato común o doméstico...
La cabaña del jardín
Willa Cather
Cuando los amigos de Caroline Noble descubrieron que Raymond d’Esquerre iba a pasar un mes en su casa en The Sound, antes de zarpar para cumplir con sus contratos de la temporada de ópera en Londres, lo consideraron como otro ejemplo sorprendente de la perversidad de las cosas...
Zadig
Voltaire
Zadig o el destino es la famosa novela filosófica escrita por Voltaire durante la Ilustración. Su protagonista, Zadig, es buena persona, además inteligente y educado, honroso y bondadoso, sin embargo en su destino existe un montón de experiencias que comienzan con algo bueno que hace él, la tergiversación de los hechos convirtiendo esto en pecado o delito, un castigo y por fin su liberación.
El tapado
Augusto Guzmán
Cuando el correo de Cochabamba se anunció a toque de pututu por las calles del pueblo, don Benjamín Díaz Vela había acabado de comer un plato de saisi y de beber su acostumbrada chicha. La familia pasaba en el campo temporada veraniega...
Uno de mis más viejos amigos
F. S. Fitzgerald
Marion se había sentido feliz toda la tarde. Vagaba de una habitación a otra del pequeño apartamento, entrando en el cuarto de los niños para ayudar a la niñera a darles de comer con cucharas chorreantes o leyendo a ratos en su nuevo sofá, el objeto más extravagante que habían comprado en cinco años de matrimonio...
Campamento indio
Ernest Hemingway
Habían preparado otro bote en la orilla del lago y dos indios esperaban a su lado. Nick y su padre se colocaron en la popa y los indios pusieron la embarcación en marcha. Uno de ellos remaba. Tío Jorge se sentó en la popa del bote del campamento. El indio joven lo alejó un poco de la orilla y después montó para remar...
Rosa y el cascarudo
Mário de Andrade
Belazarte me contó: No creo en bichos malignos, pero del cascarudo, no sé. Mire lo que sucedió con Rosa… Dieciocho años. Yo no sabía que los tenía. Nadie había reparado en eso. Ni doña Carlotita ni doña Ana, ya viejecitas y solteronas, ambas con cuarenta y muchos...
El funeral del escultor
Willa Cather
Un grupo de ciudadanos permanecía en el andén de la estación de una pequeña población de Kansas, a la espera de la llegada del tren nocturno, que ya iba con veinte minutos de retraso. La nieve había caído espesa sobre todas las cosas...
El diario de un loco
Lu Xun
Dos hermanos, cuyos nombres me callaré, fueron mis amigos íntimos en el liceo, pero después de una larga separación, perdí sus huellas. No hace mucho supe que uno de ellos estaba gravemente enfermo y, como iba de viaje hacia mi aldea natal, decidí hacer un rodeo para ir a verlo. Solo encontré en casa al primogénito, quien me dijo que era su hermano menor el que había estado mal...
El aya
José Maria Eça de Queirós
Érase una vez un rey, joven y valiente, señor de un reino abundante en ciudades y cosechas, que partía a batallar por tierras distantes, dejando solitaria y triste a su reina y a un hijo chiquitín, que todavía vivía en su cuna, envuelto en sus fajas.
Bestiario
Julio Cortázar
Entre la última cucharada de arroz con leche —poca canela, una lástima— y los besos antes de subir a acostarse, llamó la campanilla en la pieza del teléfono e Isabel se quedó remoloneando hasta que Inés vino de atender y dijo algo al oído de su madre...
La puerta cerrada
José Donoso
Adela de Rengifo se quejaba frecuentemente de que a ella le habían tocado las peores calamidades de la vida: enviudar a los veinticinco años, ser pobre y verse obligada a trabajar para mantenerse con un poco de dignidad, y tener un hijito enfermizo, es decir, no enfermizo precisamente, sino que más bien enclenque, de esos niños que duermen el doble que los niños normales...
Anécdota acerca del descenso de la moral de trabajo
Heinrich Böll
En un puerto de la costa occidental de Europa descansa, dormitando en su barca de pesca, un hombre pobremente vestido. Un grupo de turistas bien vestidos coloca una nueva película de color en su nuevo aparato fotográfico para retratar la idílica escena: cielo azul, verde mar con blancas y pacíficas crestas de olas, barca negra y boina roja de pescador...
William Wilson
Edgar Allan Poe
La historia comienza con el narrador que se hace llamar William Wilson, denunciando su pasado derrochador, aunque éste no se siente culpable, pues entiende que ningún otro hombre ha sido tentado de igual manera antes. Narra la infancia y juventud de William en un colegio isabelino. Relata que allí conoció a otro chico con su mismo nombre, parecido a él y nacido el mismo día, el 19 de enero, fecha de cumpleaños del mismo autor. Compite con este muchacho, pero él le supera fácilmente, de manera que lo considera prueba de su auténtica superioridad. Este chico comienza a imitar la forma de vestir, la manera de andar e incluso la forma de hablar del protagonista (aunque tiene un defecto en el habla que solo le permite hablar susurrando), y llega un momento en que William descubre que éste tiene exactamente su misma cara. Al ver esto, William abandona inmediatamente la academia, sólo para descubrir que su doble se ha marchado el mismo día. William con el tiempo estudia en Eton…
En la ciudad de las grandes pruebas
Rosa Chacel
No diré el nombre ni la situación geográfica de la ciudad donde viví esta aventura: diré solamente que había ido a ella por amor...
Las olas
Virginia Woolf
Desde su publicación en 1931, Las olas ha sido considerada una de las obras capitales del siglo XX, tanto por la original belleza de su prosa como por la perfección de su revolucionaria técnica, y, con el paso de los años, su influencia sobre la literatura contemporánea ha ido acrecentándose. La novela desarrolla, al compás del batir de las olas en la playa, seis monólogos interiores, a veces discrepantes y aislados, otras veces casi en coloquio concordante, en los que se formulan, desde su infancia hasta sus últimos años, seis vidas múltiples y dispares.
La llama sagrada
Selma Lagerlöf
Hace muchos años, cuando la ciudad de Florencia acababa de ser declarada república, vivía allí un hombre llamado Raniero di Ranieri. Era hijo de un armero, y aunque había aprendido el oficio de su padre, no tenía gran interés en practicarlo...
Arabia
James Joyce
La calle North Richmond, por ser un callejón sin salida, era una calle callada, excepto en la hora en que la escuela de los Hermanos Cristianos soltaba a sus alumnos...
Una tragedia menor
Stig Dagerman
Todas las grandes tragedias han ocurrido ya, hace mucho tiempo. Podemos leerlas en libros o verlas en el teatro. En nuestros días solo acontecen tragedias menores, tales como que la gente tiene hijos sin poder permitirse el lujo de casarse...
Joana
Rubem Fonseca
Solamente me gustaban las mujeres bonitas, de cara y cuerpo. Podían ser ignorantes, idiotas, pero si eran bonitas me gustaban...
El vicio del alcohol
Juan Emar
Anoche, desde mi cama, oí el grito ronco de una mujer que gozaba. Anoche oí detenerse el reloj dos minutos esperando a la Luna que a su vez se había detenido para ver, en su propia sombra de la calle, dos perros que se batían. Anoche canté, solo, de espaldas:..
El sátiro sordo
Rubén Darío
Habitaba cerca del Olimpo un sátiro, y era el viejo rey de su selva. Los dioses le habían dicho: “Goza, el bosque es tuyo; sé un feliz bribón, persigue ninfas y suena tu flauta”. El sátiro se divertía.
Cielo de claraboyas
Silvina Ocampo
La reja del ascensor tenía flores con cáliz dorado y follajes rizados de fierro negro, donde se enganchan los ojos cuando uno está triste viendo desenvolverse, hipnotizados por las grandes serpientes, los cables del ascensor.