El Faro de las Sanguinarias
Alphonse Daudet
Aquella noche no pude dormir. El mistral estaba iracundo, y el estrépito de sus grandes silbidos me tuvieron despierto hasta el amanecer. El molino entero crujía, balanceando pesadamente sus aspas mutiladas, que resonaban con el cierzo como el aparejo de un buque...
Vidas de los poetas
E. L. Doctorow
Mi pulgar izquierdo está rígido, no demasiado hinchado, aunque las venas de su base sobresalen y no puedo moverlo hacia atrás ni recoger nada con él sin sentir dolor. ¿Es ésta la primera vez que me pasa una cosa así? Algo me recuerda, si bien de manera vaga, y acabará quitándoseme...
Alkmene
Isak Dinesen
La propiedad de mi padre se hallaba en una parte solitaria de Jutlandia, y yo era su único hijo. Al morir mi madre, no le importó mandarme a un internado; pero cuando cumplí los siete años me contrató un preceptor...
El cómplice secreto
Joseph Conrad
A mano derecha se veían unas estacas de pesca parecidas a un extraño sistema de vallas de bambú; estaban a medio sumergir y resultaban un tanto incomprensibles en aquella división que marcaban sobre un mar de peces tropicales...
El elemento humano
W. Somerset Maugham
Siempre he ido a Roma en pleno verano. En los meses de agosto y septiembre, de paso para un sitio u otro, me quedo un par de días en la ciudad y vuelvo a ver lugares y cuadros a los que van asociados gratos recuerdos de mi vida. En tal época del año hace mucho calor y los habitantes de Roma pasan el interminable día paseándose de un extremo a otro del Corso...
Lo que su esposo no hacía
Yasunari Kawabata
«Comienzo por la oreja. Sigo por las cejas. Y después…». A medida que Junji fue imaginando el orden de los besos que le daría esa noche, las diferentes partes de la señora Kiriko se le fueron representando una por una...
En el bote
J. D. Salinger
Era un poco más de las cuatro de la tarde de un veranito de San Juan. Unas quince o veinte veces, desde el mediodía, Sandra, la criada, se había apartado de la ventana de la cocina que daba al lago, con la boca apretada en un gesto de disgusto...
Una casa en la llanura
E. L. Doctorow
Mamá dijo que de ahí en adelante yo debía ser su sobrino y que la llamara tía Dora. Dijo que nuestra fortuna dependía de que ella no tuviera un hijo de dieciocho años que aparentaba más bien veinte. Di tía Dora, dijo. Lo dije. No quedó satisfecha...
El Cristo del océano
Anatole France
Aquel año, muchos de los habitantes de Saint-Valery que habían salido a pescar, murieron ahogados en el mar. Se hallaron sus cuerpos arrojados por las olas a la playa junto a los despojos de sus barcas y, durante nueve días...
La luciérnaga
Haruki Murakami
Hace mucho tiempo (por más que lo diga, apenas han transcurrido catorce o quince años) yo vivía en una residencia de estudiantes. Tenía dieciocho años y acababa de entrar en la universidad. No conocía Tokio y era la primera vez que vivía solo, así que mis padres, intranquilos, me metieron en aquella residencia...
Lunes o martes
Virginia Woolf
Perezosa e indiferente, sacudiendo con facilidad el espacio de sus alas, conocedora de su camino, pasa la garza sobre la iglesia, bajo el cielo. Blanco e indiferente, ensimismado, el cielo cubre y descubre sin cesar, se va y se queda...
Corpus iuris civilis
Pedro Gómez Valderrama
La mano se detuvo con la pluma en suspenso sobre las dos únicas palabras trazadas: “Las palomas…”. El escritor miró a través de la ventana. Su mano reposó sobre la cuartilla blanca. La calle quieta y apacible reflejaba el sol enfermo del invierno, y los árboles desplumados y duros se recortaban sobre el fango...
Una moneda al río
Nicomedes Guzmán
Hacia donde se mire —todos lo sabemos— siempre hay algo que atraviesa tormentosamente el aire. El aire es como la vida misma: existe en la razón conmovida de sus más profundos átomos. En algún instante cualquiera del otoño, hay una hoja seca que cae...
Antes de que cante el gallo
Álvaro Mutis
Comenzaron a verse las primeras casas de la ciudad. Seguían alegando, ahora con largas pausas que renovaban las reservas de rencor en cada uno de los presentes. Al perder el maestro la paciencia y ordenar que cesara la disputa, todos guardaron un temeroso silencio en el interior del vehículo...
Difuntos y volátiles
Salvador Garmendia
No hay que tenerles miedo a los muertos -decía mi tía Hildegardis, y me golpeaba el coco con su uña larga, toda verde, que parecía bañada de esperma. (Como era encuadernadora olía a tarro de cola y a simiricuiri y tenía las manos de cuero viejo, engrudadas; de lejos, con su giba, parecía un hombrecito agachado.)...
Charles
Shirley Jackson
El día que mi hijo Laurie empezó a ir a la escuela de párvulos renunció a los pantalones de pana con peto y empezó a llevar vaqueros con cinturón. La primera mañana, lo vi salir con la niña mayor de la casa de al lado y me di cuenta de que había terminado una época de mi vida...
Cangrejo
Haruki Murakami
Los dos descubrieron aquel pequeño restaurante por azar. Al atardecer del día que llegaron a la playa de Singapur se les ocurrió, sin más, meterse en un callejón donde acabaron topando casualmente con el local...
La canción de Lord Rendall
Javier Marías
Quería darle la sorpresa a Janet, así que no le comuniqué el día de mi regreso. Cuatro años, pensé, son tanto tiempo que no importarán unos días más de incertidumbre. Saber un lunes, por medio de una carta...
El manzano
Daphne du Maurier
La primera vez que se fijó en el manzano fue tres meses después de la muerte de ella. Sabía, naturalmente, que estaba allí, junto con los demás que subían por la verde ladera que se extendía frente a la casa...
El payaso
Thomas Mann
Después de todo eso y, de hecho, como única salida digna, es tan solo el asco, el asco que me causa la vida —mi vida—, el asco que me suscita «todo eso», este asco que me ahoga, me incorpora de golpe y me sacude para después lanzarme de nuevo contra el suelo...
Dos cartas
José Donoso
Estas son las últimas cartas que se escribieron dos hombres, Jaime Martínez, un chileno, y John Dutfield, un inglés...
Estatuas sepultadas
Antonio Benítez Rojo
Aquel verano —cómo olvidarlo— después de las lecciones de don Jorge y a petición de Honorata, íbamos a cazar mariposas por los jardines de nuestra mansión, en lo alto del Vedado. Aurelio y yo la complacíamos porque cojeaba del pie izquierdo y era la de menor edad...
Amarguras de un joven escritor
Rubem Fonseca
El día empezó mal desde temprano, cuando fui a la playa. No podía ver el mar, me hacía mal, por eso atravesaba la avenida Atlántica con los ojos cerrados, después volvía el cuerpo, abría los ojos y caminaba de espaldas por la arena hasta encontrar mi sitio...
La bandeja de plata
Saul Bellow
¿Qué hace uno ante la muerte, en este caso, la muerte de un padre anciano? Si uno es una persona moderna, de sesenta años de edad, y un hombre de mundo, como Woody Selbst, ¿qué es lo que hace?...
El viejo sistema
Saul Bellow
Era un día de reflexión para el doctor Braun. Invierno. Sábado. Finales de diciembre. Estaba solo en su apartamento y se despertó tarde, quedándose en la cama hasta el mediodía, en la habitación a oscuras, dándole vueltas a una idea…
Bandidos en los caminos
Manuel Rojas
Pancho el Largo y su antiguo camarada de aventuras, el Huaso Blanco Encalada, tenían que realizar aquella noche una pequeña y delicada diligencia. Separados, por azares del oficio, durante varios años, habíanse reunido en Santiago poco tiempo antes...
La muerte de Justina
John Cheever
Bien sabe Dios que esto se vuelve cada vez más absurdo y corresponde cada vez menos a lo que recuerdo y a lo que espero, como si la fuerza de la vida fuera centrífuga y nos distanciara más y más de nuestras ambiciones y nuestros recuerdos más puros...
El barril mágico
Bernard Malamud
Leo Finkle, estudiante rabínico en la Universidad Yeshivah, vivía no hace mucho en la parte alta de la ciudad de Nueva York, en un cuartito modesto pero lleno de libros. Tras seis años de estudios, Finkle iba a ser ordenado en junio, y un conocido suyo le había aconsejado que si se casaba, le sería más fácil obtener una congregación...
La grajilla
Miguel Delibes
Al llamar a la grajilla, al cuco y al cárabo pájaros de cuenta no quiero decir que sean malos. No hay pájaros buenos ni malos. Las aves actúan por instinto, obedecen a las leyes naturales, aunque, a los ojos de los hombres, algunas de sus acciones puedan parecer buenas y otras reprobables...
La muerte de Olivier Becaille
Émile Zola
Fue un sábado, a las seis de la mañana cuando morí tras tres días de enfermedad. Mi pobre esposa miraba desde hacía un instante en el baúl, donde buscaba ropa. Cuando se incorporó y me vio rígido, con los ojos abiertos y sin aliento, acudió corriendo creyendo que se trataba de un desmayo, tocándome las manos, inclinándose sobre mi rostro...