Vladimir Nabokov. Por Walter Mori (Mondadori Publishers).
Vladimir Nabokov. Nacido el 22 de abril de 1899 en San Petersburgo, fue un escritor, traductor, entomólogo y profesor cuya obra ha dejado una huella imborrable en la literatura del siglo XX. Su vida transcurrió entre múltiples países, reflejando en sus escritos una riqueza cultural y una profundidad intelectual que lo distinguen como uno de los grandes literatos de su tiempo.
Nabókov comenzó su carrera literaria escribiendo en ruso, pero fue en inglés donde alcanzó reconocimiento internacional. Su novela más emblemática, Lolita (1955), no solo provocó controversia por su temática audaz, sino que también demostró su maestría en la construcción de personajes complejos y narrativas envolventes. Obras como Pálido fuego (1962) y Ada o el ardor (1969) consolidaron su estatus como un innovador en el género de la novela moderna, combinando elementos de ficción y poesía con una precisión lingüística incomparable.
Además de su faceta como novelista, Nabókov destacó como traductor, especialmente por su traducción al inglés de Eugenio Oneguin de Aleksandr Pushkin, una labor que le valió elogios y también controversias entre críticos literarios. Su pasión por el lenguaje y su atención meticulosa al detalle le permitieron crear traducciones que capturaban la esencia y el ritmo de los originales, a pesar de las críticas que recibieron algunos de sus métodos.
La vida de Nabókov estuvo marcada por el exilio y la pérdida, eventos que profundamente influenciaron su obra. Tras la Revolución Rusa, su familia se exilió en el Reino Unido y posteriormente en Alemania, donde su padre fue asesinado en circunstancias trágicas. Estas experiencias de desplazamiento y duelo se reflejan en la melancolía y el sentido de pertenencia que impregnan sus escritos.
Además de su contribución a la literatura, Nabókov fue un entomólogo apasionado, especializado en lepidopterología. Su dedicación a la colección y estudio de mariposas le valió reconocimiento académico, y varios géneros de mariposas fueron nombrados en su honor, destacando su legado en el mundo científico.
Nabókov residió en Estados Unidos desde 1940 y más tarde en Suiza, donde falleció el 2 de julio de 1977 en Montreux. Su legado perdura no solo en sus novelas y traducciones, sino también en sus conferencias y ensayos sobre literatura, donde defendió la importancia de la estética y la estructura en la narrativa. Su enfoque innovador y su resistencia a las convenciones literarias lo convierten en una figura central para estudiosos y amantes de la literatura.
La obra de Vladímir Nabókov continúa siendo estudiada y celebrada por su riqueza lingüística, su profundidad psicológica y su capacidad para desafiar las normas literarias. Su vida y su trabajo siguen inspirando a nuevas generaciones de escritores y lectores, asegurando su lugar en el panteón de los grandes escritores universales.