En sus ojos una amarga tristeza revelaba el cansancio de todas sus vidas. Quizás solo una le habría bastado (de sus hasta ahora siete), para reconocer que la esencia de vivir, dentro de su infinita diversidad, es un ciclo que se repite constantemente.
Sus amigos en su primera vida le cumplieron bien. Sus enemigos en la segunda hicieron todo lo posible por destruirlo. Sus vecinos en la tercera le fueron indiferentes. Sus familiares en la cuarta lo mimaron de bebé, lo regañaron de niño, lo odiaron de adolecente, lo elogiaron de joven, lo envidiaron de adulto, lo abandonaron de viejo y lo lloraron de muerto. En su quinta vida tuvo dieciocho novias. En la sexta vida no se casó. En la séptima murió de cáncer. En su tercera vida no fue fumador. En la segunda buscó latas en la basura. En la quinta no soportaba el azul.
En cada vida impar era fanático al fútbol. Por cada vida cuya cifra fuese un número primo había sido poeta, y había escrito para novias que tendría en las vidas cuya cifra no fuese un número primo. Había muerto seis veces y de seis formas distintas. Pero había nacido solo de dos modos, discontinuamente, según la vida a la que le tocase el turno: la primera, la cuarta y la sexta de parto natural, las otras de cesárea.
Algunas veces fue adicto al alcohol. Otras al cigarro, al café y a las tostadas con mantequilla. En algunas vidas fue exitoso, en otras no tanto y en algunas fue mentiroso y estafador. Algunos rasgos se mantuvieron estables en todas las vidas en las que estuvo, pero solo serían perceptibles para aquellos que lo conocían en algunas de las vidas anteriores, como pasó con su vecina, amante, enemiga, esposa, jefa, hija y madre. Así pasó con alguien que una vez lo reconoció en la cola de una guagua y que había sido su asesor financiero en otra de sus mejores vidas.
Casi siempre en cada nueva vida cargaba con los errores de la anterior. Pero cometía errores nuevos y ello propiciaba la necesidad de otra vida. Su ciclo no se ha detenido, ha hablado seis idiomas distintos en siete países diferentes y dos veces coincidió en el mismo idioma.
En estos momentos acaba de terminar su vida número siete. Es raro que si bien el espacio y el tiempo no han delimitado el orden de sus nacimientos, siempre haya renacido en el mismo mundo.
Su octavo nacimiento, sin embargo, será diferente a todos los otros. Porque será (aunque todavía no se sabe cuándo) en Eonex, que es la transcripción fonética al español del nombre del lugar donde comenzará otro sistema de renacimientos de los que aún no podemos hablar pues aunque sucederá en el futuro, será el pasado nuestro; y a la vez nosotros desde ahora somos la presencia anterior a ese pasado aún por llegar.