El sentido del mundo no puede ser recluido en unos pocos nombres propios. A su amplitud abstracta le desmerece el confinamiento en caracteres individuales. De ahí que en la novela corta (79 páginas) de Javier Rabeiro Fragela (J.R.F en lo adelante), los personajes sean llamados simplemente “el hombre”, “sus hijos”, “la esposa”, “el amante de la esposa”, “la suegra”, “el jefe”, “la enfermera”…
Esta es la historia de “el hombre” que no está satisfecho con su existencia y decide cambiar su vida. Para empezar, le dirá adiós a la oficina. Pero “el jefe” quiere impedírselo, sobreviene la trifulca y “el hombre” cae al suelo de cabeza. Despierta en el hospital, comienza a recuperarse con ayuda de “la enfermera” y de “la esposa”; pero esta última, enojada con su renuncia laboral, lo golpea, y “el hombre” va a dar al piso otra vez…
Y estas son sólo las primeras caídas, apenas el comienzo del ciclo del desastre que narra El sentido del mundo. Porque “el hombre”, ¡ay!, seguirá cayendo y después del trabajo perderá el matrimonio, verá destruida su certeza en la paternidad de los hijos, se le cerrarán las puertas de un nuevo amor… Y todavía más, porque “el hombre”, ¡ay!, seguirá cayendo, como si a la hora de ir cuesta abajo pudiera no aflorar superficie al fondo del precipicio.
J.R.F. entrega la batuta para conducir su relato a un narrador omnisciente y objetivo, a un Dios frío y parco (“minimalista”, como hoy se le dice), cuya voz se expresa con la gramática más simple y ortodoxa. Primero el sujeto, luego el predicado, algo así: “El hombre va a despedirse de sus hijos. La madre de su esposa lo recibe con la puerta abierta…”
Cuando hemos avanzado en la lectura hasta aquí, adivinamos ya que en esta noveleta la llaneza de lenguaje y estilo tan solo pretende que no nos distraigamos, porque lo que está en juego no es sólo un destino individual, porque “el hombre” es acaso “El Hombre” y el cambio que desea es “El Cambio”, y su caída es “La Caída” y la montaña adonde él quisiera llegar es “La Montaña”. En síntesis: la historia que estamos leyendo es una “Fábula”.
Y aunque este lector en plan de reseñista confiese que odia la pompa filosófica en los títulos de las novelas; también reconoce, en cambio, que a la de J.R.F. sí le viene bien el suyo. Porque de lo que en ella se habla es, en verdad, de “El Sentido del Mundo”.
J.R.F., el autor, nació en Matanzas, 1978. Y si bien ha incursionado en la pintura y posee talento para las artes visuales (es el realizador de los audiovisuales promovidos por Isliada Canal), de un tiempo a esta parte ha querido probarse como escritor. Con bastante fortuna, porque ganó en 2006 el Premio Farraluque; en 2007 el Premio Ernest Hemingway; en 2010 el Premio Internacional Escrituras y en 2011 el Premio de Novela Luis Rogelio Nogueras, precisamente con El sentido del mundo, ahora publicada por Editorial Extramuros.
Un día, parece que las cosas empezarán a evolucionar positivamente para “el hombre”, que se cumplirán sus sueños y podrá sentirse reconciliado, al fin, con el mundo y las demás personas. Sin embargo, volverá a caer, empujado ahora por “el taxista”, “el motociclista”, “la chica”…
Por suerte (piensa este reseñista), J.R.F. concluye su fábula sin colocar moraleja, ni cierre consolador a lo Coelho y El alquimista. ¿Pero, entonces, cuál es “El Sentido del Mundo”?
Que a esa pregunta cada lector le encuentre su propia respuesta de Hombre.