Yo estoy aquí para contar la historia.
Neruda
A Francisco García González en Kingston, siempre… a pesar de todo.
—Con esta nave llegamos a la misma Luna también acere… esto es cómo el mismo Apolo 11 de la NASA, sí, y conquistando el satélite de la Tierra, como si fuésemos ese tal Neil Armstrong —dijo Rey mirando el letrero que ha inmortalizado su hombre y toca el hombro de Gustavo al verlo limpiar con esmero la llanta delantera del bicitaxi.
Rey sabe lo que hace y es el jefe del CDR. La mano sobre los hombros de sus hombres demuestra confianza y eso es bueno en una familia. Gustavo lo escucha y le gusta lo del Apolo ese. Sí, el dios griego como nombre para inmortalizar su nave, aunque no le gusta para nada el calor humano que desprende la mano del jefe sobre su hombro. Mira a Rey, el otro lo contempla y él sigue fregando con esmero y con petróleo entre el agua las llantas con sus gomas híbridas. Quitándole la suciedad y el polvo que habita en Esperanza. El solo lo sabe, que nombró su bicitaxi como el dios mitológico pues su nave será como en la leyenda homérica, donde Apolo era sobre todo el dios de la profecía y un atleta veloz, muy rápido, seguro Apolo con su vehículo donde hubiese sido el primer vencedor en los juegos olímpicos, el primero en llegar a la Luna. Piensa con ambición.
Él es uno de esos hombres con el bicitaxi destinado a trascender en el barrio y Reynaldo su jefe, es el Rey de la cuadra. Nadie como él, como Rey donde este ahora solamente puede dirigir con total eficacia y temple en Esperanza diez hombres dotados de hermosura como perfectos bicitaxeros, ideales masculinos con talentos salidos de la misma Grecia, como ese dios Apolo, y tiene en su plantilla a un profesor de fisiculturismo, un fundidor, un arquitecto, un dentista, un plomero, un electricista, un abogado, un experto en relaciones internacionales, un escritor y el pintor del CDR que es Gustavo. Todos diestros en sus oficios, los prepara en los elementos básicos en el transitar por los baches de la aldea sin dañar las cámaras chinas y los enseña como conversar con los pasajeros, las charlas de los bicitaxis de Rey no son como las de los otros, no, son muy interesantes con temas desde la mecánica, cultura nacional y universal, ganadería y hasta ideologías y eso es gracias a él. Al público hay que entretenerlo bien, para que no piensen en otra cosa al transitar en un vehículo de Rey y así dejarle enganchado con sus naves. Él lo sabe pues dirigió un camión que transportaba pienso para puercos y llegó a tener la cifra descomunal de casi cien cerdos blancos en su casa y hasta en el baño los criaba. Cerdos perfectos, blancos, que al vender los últimos se compró una docena de bicitaxis para montar un negocio nuevo. Ahora que están dando licencias no hay que embarrarse de mierda de animales y menos de puercos. Hibridaciones bien hermosas, bien pintaditas entre bicicletas rusas, chinas, cubanas y americanas de los años cincuenta, hasta hay viejas Niágara innovadas para llevar dos pasajeros.
Lo que Gustavo es un tipo inteligente y es artista, el mismo le pidió a Rey dejarle diseñar su nave para transitar por las calles imperiosas de Esperanza y la tituló el Apolo 11, el bicitaxi tiene forma de nave espacial. Todos los días maneja con esmero el mejor bicitaxi de la aldea, así lo nombra él aquí en el pueblo. Uno bien bonito, él sabe que no hay nada como maniobrar a diario un vehículo con nombre de nave galáctica, bien cargadito de aforismos y bien kitsch, con muñequitos, calcomanías y banderitas de todos los países pegadas sobre el metal, banderitas de distintos colores, la alianza intercósmica. La nombró además NASABAUTA, y le plasmó detrás en una chapa que le idealizó, una hoja marrón, como si fuese una nave turista que se pasea por Cuba. Un modelo innovado por él mismo y que es un escándalo en el batey. Le tiene puesto dos bocinas de un equipo tres en uno de último modelo chino, con una reproductora de discos que mandó a buscar a Ecuador y pone bien alto a Wisin y Yandel, con mucho reguetón para todo el mundo por la carretera central a toda velocidad con la Apolo 11. ¡Reguetón en la Luna! ¿Quién sabe? Esquivando al caballito que parquea en la esquina de la pizzería, a Danielonidas Victorioso, el efectivo de la Policía Nacional Revolucionaria que le tiene puesto el ojo, lo que claro no es por malo, es por el bien de la sociedad ya que Gustavo no tiene licencia para transitar con ese vehículo que parece una carroza por los baches en Esperanza. Rey se lo dice siempre aclarándole. ¡Esa nave cojones me costó diez puercos blancos… y bien gordos! Pero Gustavo es artista a pesar de manejar el bicitaxi del otro y a veces le molesta como Rey es el adinerado del barrio, en fin Rey paga bien, para comer y eso es bastante. Rey se lo dice “deja la avaricia, aunque te ganes treinta pesos diarios es bastante. En África los niños no tienen ni un peso y mírate tú, eres un privilegiado… hasta con un bicitaxi innovado, en el mundo pocos tienen esa posibilidad”. Rey tiene cero de coeficiente intelectual, nada de cultura, pero sí sabe el jefe mucho de economía, negocios particulares, de pienso, puercos y ahora de bicitaxi innovados, además de enseñar bonito, muy bonito a sus trabajadores choferes con múltiples profesiones.
—Lo que tenemos que hacer es fundar un taller literario aquí en la casa con todos nosotros… lo titularé “Los héroes bicitaxistas” —dijo Rey un día frente a todos su trabajadores mientras cobraba los treinta pesos diarios a cada uno con el fin de edificar más la cultura nacional.
—¿Un taller literario… y privado? —dice Carlos Jesús Cabrera, el bicitaxista escritor y le aclara rápidamente—: Nos pueden mirar con malos ojos los otros bicitaxistas, nos dirán los engreídos intelectuales, hay que ser sutil, pero es una buena idea estratégica.
—¿Ustedes se imaginan contándoles a los pasajeros historias de Corín Tellado, Agatha Christie y Charlotte Brontë durante el viaje? —expresa Rey y continúa—: Nos ganamos al público con esas historias detectivescas, apasionadas y deslumbrantes, además hay una apertura, ¿no? Se pueden tener muchas licencias y qué es más sano que todo a favor de la cultura nacional, una licencia de un taller literario.
—Coño verdad Rey que eres un tipo inteligente —dice Acuña el plomero.
—Socio, ¿qué volá?, por gusto yo no tuve más de cien puercos en mi poder —responde Rey.
—¿Y donde los publicamos? —le señala Mena, el ideólogo, con su gorra azul de los Yankees de New York, comenta a la vez que levanta la mano y asegura que quiere hacer un cuento sobre el Marxismo y su impacto en la población de Esperanza.
—Mena amigo mío por favor… por favor que aquí en Esperanza tu bicitaxi con esa foto de Marx y ese título ya la gente le tiene miedo y tienes baja la popularidad… si fuese Martí, el Héroe Nacional es otra cosa acere —responde Carlos Jesús tocándole el hombro y mira a Gustavo haciéndole una seña y comentándole—: Tienes que ser como Evaristo que porta un retrato del Titán en su vehículo.
—Ah, porque ahora hay racismo literario con el fundador de El Capital —le dice algo serio Mena y continúa—: ¡Voy hacer un cuento donde El Capital aparezca aquí en Esperanza o Carlos Marx tenga un bicitaxi… sí, y que sea de él mismo, muy privado, voy a cambiar su historia!
—¡¡¡Sería fenomenal Mena!!!… ¿No es verdad Carlos? —dice alegre Rey y aclara—: Se imaginan, nos ganaríamos al público dirigente y revolucionario.
—Claro, claro… claro.
—Que deseen transitar en bicitaxis, sí —dice Rey nuevamente y acota—: Lo que claro caballeros a esas personas hay que hacerles un descuento de un peso por viaje y si montan a menudo le ponemos un IVA. Esa es la intención que todo el mundo tenga bicitaxis propios para que después no me salgan con esas cositas que Rey tiene acaparados las llantas y gomas que se venden en la tienda aquí en Esperanza.
Al instante todos se miran entre ellos, a los hombres de Rey les gusta la idea, la idea de bicitaxis en cada casa, vehículos en masa con gomas abundantes, llantas, tuercas y tornillos, además de escribir las memorias, para ser los bicitaxistas literarios en Esperanza. La nueva generación como el hombre nuevo… los bicitaxistas nuevos. Con la idea de conquistar el mercado en la aldea. Rey termina de cobrar sus respectivos impuestos, acuerdan dar el primer taller literario al otro día donde deben traer un cuento para concursar entre ellos y los vehículos salen al anochecer bajo las estrellas.
Sábado al mediodía y la casa de Rey ha cambiado hoy en un instante. Todo se encuentra bien bonito y lleno de libros, con autores universales y cubanos. Rey ha puesto un retrato grande en cristal con héroes impresos de la Patria sobre la pared, un busto de Martí y una banderita cubana en el centro de mesa para que acompañe la cita. En el portal ha puesto un gran cartel que dice: “Taller Literario de Rey: Los héroes bicitaxistas”. Y Rey se siente feliz cómo un monarca en el barrio, con su nuevo negocio tan sano, promoviendo así la cultura nacional en todas las escalas sociales. Poco a poco van llegando unos tras otros a la hora señalada. Mena llega con el bicitaxi y porta su gorra de los Yankees de New York, su bicitaxi tiene fragmentos de bicicletas rusas y cubanas y su retrato de Marx, sobre el que tiene pintado: “El Lenin”; más atrás llega Carlos y el suyo se titula: “Espartaco”, su cuadro es inglés y el tenedor es de Niágara de los cincuenta; todos los bicitaxistas les tienen puestos nombres a sus naves. Gustavo llega de último con NASABAUTA y un desnudo pintado sobre la lata trasera de la nave, sí, un detalle de un blúmer rojo pintado con gran precisión sobre su nave galáctica, el pintor de Rey siente miedo pues a él no le gusta leer y trae en sus manos un pequeño relato de media cuartilla con errores gramaticales. Pero el taller es obligatorio por Rey. Y Rey no está equivocado del todo, ya que quiere preparar los atlantes perfectos que se enfrentarán a las calles en Esperanza con total fuerza. El jefe de la cuadra se siente feliz, tiene ya preparada la sala y sus talleristas se acomodan en las sillas. Carlos Jesús es el moderador y Rey se lo ha pedido pues Carlos sabe de escrituras, sabe mucho, nadie como él en la aldea y él solamente sabe de negocios y asuntos económicos, aunque también trae un cuento que se titula: “Puerco bicitaxi”, y después de leerlo explica que se inspiró en un OVNI montado en un bicitaxi, que dijeron verlo en el tanque de la Conaca en la aldea.
—Aquí traje esta convocatoria literaria de cuentos que tenía en la casa para compartirlas con ustedes y es para el extranjero —dijo Rey.
–¡¡¡Al extranjero!!! —dice asombrado Acuña, el plomero—. Se imaginan que alguien de nosotros se gane el premio principal afuera.
—Si me lo gano yo caballero… compro bicitaxis todoterrenos que sean chinos para todo el mundo, ¡¡¡igualdad proletaria cojones… y en mi taller privado!!! —asegura Rey mirando a todos a su alrededor y pensando en el bien de los trabajadores.
—¿Cuánto pagan ahí en la cosa esa Rey? —pregunta rápidamente Pedro el fundidor de aluminio.
—Bueno es en España y pagan cinco mil euros al premio principal —dice Carlos con la convocatoria en la mano.
—¡¡¡Qué bueno…!!! ¿En euros? —exclaman todos al unísonos.
—Caballeros esto merece un brindis por nosotros, los próximos vencedores del concurso literario en el país ganador del Mundial de Fútbol —dice Rey vertiendo Ron Havana Club en los vasos de los talleristas—. A ver… ¿quién le va aquí al Real Madrid?
—Yo le voy a Messi —dice Mena levantando la mano al quitarse su gorra del equipo de New York y pidiéndole que le viertan un poco más de ron.
—¿Ese es marxista, Mena… como tú bicitaxi? —le pregunta risueño Acuña asegurándole, pues es amigo de Maradona, y le deja ver–: Acere cuál es tu lío si tú andas siempre con una gorra del enemigo.
—Acere suéltame, lo de la gorra es estratégico y déjame que no me gusta que jueguen con la gente de El Capital —responde Mena muy serio.
—Bueno allá tú con tu cuento que escribirás sobre Messi —comenta Acuña y sin tapujos define—: Aquí todos le vamos al Real Madrid, todos contra el Argentino del Barcelona, por si las moscas.
—Aquí hay que esmerarse mucho y trabajar fino… se imaginan, si nos publican un libro en el extranjero a alguno de nosotros con tremenda portada muy brillosa, páginas a full color, la fotico de uno sin píxeles, brillosita, bien chula, bien linda y en el extranjero —dice Gustavo el pintor de Rey.
—Tú siempre artista, con tu rollo de las publicaciones, deja la promoción que eso es bueno… pero es también malo —comenta Rey y aclara—: Siempre alguien lo ve todo y te siguen los pasos, cualquiera lo ve todo como un CVP.
—Lo que debemos ser inteligentes caballeros —dice Acuña interrumpiendo y explica seguido a sus colegas—: Debemos ponerles todos en su cuento individual, en la dedicatoria siempre por si las moscas, dedicados a todos nosotros… así cuando gane alguno salimos todos en el Yuma.
—Es en Europa, aquí en este taller… no hay nada del Yuma —aclara Rey seriamente mirando a su pintor y acentúa a todos—: Fíjense no quiero relatos irónicos, no quiero un cuento sobre velocípedos ni chivichanas, ni nada subliminal contra mi atención hacia ustedes, menos contra los bicitaxis que les doy para trabajar, aquí hay que escribir sobre bicitaxis… que yo tengo que salir como el héroe ahí y aparte yo les pago súper bien.
—¡¡¡Claro Rey qué pasa…!!! —dice Gustavo.
—Aquí nadie está para embarcarse y perder la pincha, menos ponerse la soga al cuello… y menos ahora con esta posibilidad magnífica, con este taller literario que creó para nosotros nuestro jefe, todos vamos hablar muy bien de las llantas, gomas, timones, cuadros, asientos y de las caja de bolas que nos dio para el rodamiento —explica Evaristo.
—¡¡¡Vamos a crear Rey un sindicato contra ti… contra los bicitaxis!!! —le dice Acuña dejándole ver un guiño con el ojo a Rey mientras todos ríen en la sala.
—¡¡¡Bicitaxistas de toda Esperanza uníos…!!! —grita sonriente Carlos Jesús.
—Bueno se quedarán sin comer caballeros —responde burlón Rey mirando a Carlos y le dice—: Y eso que eres el más serio aquí.
—¿A ver, qué saben de la literatura cubana? —pregunta Carlos Jesús.
—¿Pero de qué época Carlos… de cuál? —consulta Acuña rascándose el pecho con la uña sucia.
—Desde los indios muchachos, desde los taínos, desde el que se quemó en la hoguera, el Hatuey… mira que aquí todos sabemos de historia —dice Rey mirando a Carlos.
—Bueno acere yo te puedo hablar que no quedan testimonios de literaturas indígenas…esos indios eran brutos acere, de madre, lo único que hacían por ahí era hacer casabe acere… aquí las letras empiezan con el Cristóbal Colón ese que vino en los navíos de Isabel y Fernando… también está Bartolomé de Las Casas —responde el fisiculturista.
—¿Colón escribió narrativa, cuentos…? —pregunta ansioso el plomero Evaristo.
—Mijo claro… dejó un diario que está entoletao —le contesta el electricista.
—Pero caballeros la literatura cubana se puede considerar inaugurada con el poema épico-heroico de Silvestre de Balboa —acentúa Carlos Jesús.
—¿Cuál acere… cuál? —pregunta Rey.
—Espejo de paciencia… brother, escrito en 1608 —responde el fisiculturista, al tocarse un tríceps sobre la silla.
—Correcto amigo, te ganaste una estrellita dorada —le dice con risa el escritor y pregunta una vez más—: ¿Qué me dicen de la imprenta…y cuando se creó esta, cuándo?
—La imprenta, Carlos, acere son preguntas cheítas para preescolar, para principiantes… en el 1723 —responde el experto en relaciones internacionales.
—A ver, ya que saben tanto se las voy a poner dura, algo durita y bien difícil… la Universidad de La Habana… ¿cuándo? —pregunta Carlos.
—Acere eso está más fácil que un mosquito con fiebre amarilla en un tanque de petróleo navegando en balsa con huevos y recién parido… eso se funda acere en el 1721 —le contesta Acuña.
—Como saben… que bien, ahora díganme escritores importantes de esa época —dice Carlos parándose de la silla y sosteniendo la convocatoria en mano.
—Acere hay una pila, mira… entre ellos los más sobresalientes están… José Agustín Caballero, Francisco Arango Parreño y Tomás Rodríguez y los poetas neoclásicos Manuel de Zequeira y el otro, sí ese…. el Manuel de Rubalcava —explica Rey.
—¿Quién fue el que apareció a inicios de centuria como un poeta vigoroso, que anunció el romanticismo, de gran sentimiento y expresión clásica? —pregunta Carlos.
—Coño men ese es… José María Heredia —afirma Acuña.
—¿Quién era el del regionalismo americano?
—El Milanés…si ese José Jacinto Milanés —responde el fundidor.
—¿Y cuál es la figura más descollante del romanticismo hispanoamericano?
—La hembra esa… sí, la riquísima de Gertrudis Gómez de Avellaneda Carlitos… la Avellaneda —dice Rey traqueando los dedos en el aire.
—¿Díganme otros intelectuales?
—¡¡¡Yo, yo… yo… yo!!! —gritan al unísono todos, levantando la mano.
—Voy hacer preguntas… al que me responda le doy una estrellita que equivale a la convocatoria del concurso en España y la revisión del cuento gratis —dice Carlos al verlos al instante como todos levantan sus manos.
—Félix Varela, José Antonio Saco y José de la Luz y Caballero… ¿no? —dijo el abogado y continuó—: Ellos prepararon la generación de la independencia.
—Qué bien están mis alumnos… ¿y la novela antiesclavista?
—Coño Carlos, es Cirilo Villaverde y con Cecilia Valdés, con la Cecilia… —responde Rey ansioso.
—¿Y cuál aquí es el mejor de todos… el que murió en Dos Ríos, el que era de donde crecía la palma y deseaba echar sus versos del alma?
—Nuestro Héroe Nacional acere, el súper Martí, el vestido de negro, sí… hombres de negro —dice Rey nuevamente y mira a Carlos y sabe que el maestro en su casa, en su taller literario enseña bonito y aclara que en la crítica merece recordarse también a Enrique José Varona, como a José Fornaris en romanticismo tardío y entre los modernistas a Julián del Casal, a Carlos Pío, Federico Uhrbach, René López y Enrique Hernández Millares, junto con Juana Borrero.
—¡¡¡Mira, esa Juana pintó igual que tú, Gustavo… pintó retratos!!! —le dice Carlos al pintor.
—¿Quién, Juana de Arco? ¿La que pintó los negritos que están en Bellas Artes?—dijo risueño el plomero.
—Sí socio… esa lo que se jodió jovencita —comentó el electricista.
Carlos les explica también de frente a ellos que aquí también está Bonifacio Byrne, con el negrismo de Nicolás Guillén y el feminismo de la Dulce María Loynaz. Los mira como escuchan detenidamente y sigue contándoles de las novelas de Miguel de Carrión y Carlos Loveira, los cuentos de Luis Felipe Rodríguez, Enrique Labrador Ruiz y Lino Novás Calvo, el acento folclorizante de Lydia Cabrera y las obras del gran maestro Fernando Ortiz.
—¿Acere y la vanguardia para cuándo…? —pregunta Acuña.
—Es una época importantísima, de valores descomunales en el lenguaje literario —dice Carlos sobresaltado.
—La vanguardia se expresó en la relevante Revista de Avance, de 1927 hasta 1930 —dice Rey, mira a Carlos y le interroga—: ¿Ahí surgieron Juan Marinello, Mañach y el fundamental novelista Alejo Carpentier… tipos cojonantes con diversidad de lenguajes?
—Ahí mismo —contesta el abogado que se le adelanta y le pregunta a Carlos Jesús—: ¿Y Orígenes caballeros… los origenistas?
—En 1940 apareció el grupo, esa gente estaban aquí… en Esperanza muchachones… en Esperanza —dice Carlos y acentúa—: Sí… si eran de mucha inspiración católica y preocupaciones muy cubanistas, cuyo líder fue el gran José Lezama Lima, el de Paradiso y en el cual se integran Ángel Gaztelu después poco a poco, Gastón Baquero, Octavio Smith, Cintio Vitier, Fina García Marruz y Eliseo Diego.
—A ese grupo le gustaba el campo, Carlos, le encantaba la hierba húmeda de Esperanza… y no jodas que comían del americano ese de Mr. Hedges, que yo sí he visto pila de fotos de ellos juntos aquí en el parque junto con Gaztelu y hasta comiendo juntos —dice Gustavo.
—Tú siempre hablando de los americanos —dice Rey refiriéndose a su pintor y mira de reojo a Carlos y le comenta—: ¿Qué tú crees del monstruo este que estamos creando, Carlos? ¿Qué te parece el pintor del CDR como bicitaxista? ¡Dentro de poco quiere pilotear ya un avión aquí en Esperanza! O pasa tremendo susto.
—Buen muchacho —le dice Carlos al dueño de los bicitaxis tocándole al hombro—. Acuérdate Rey, amigo mío, como Marinello, Mañach y el Carpentier… diversidad de lenguaje, mucha diversidad en estos tiempos, que es necesaria.
—Acere pero llegó la Revolución… y mandó a parar —dijo el pintor Gustavo con una pequeña risa en la boca mirando de reojo a Rey.
—Claro, mandó a parar pero… pero caballeros también están aquí Virgilio Piñera y otros que levantaron la cultura de este país a niveles estratosféricos como Pablo Armando Fernández, Roberto Fernández Retamar y Lisandro Otero —enuncia Rey mirando a Gustavo y le dice muy serio—: Tú como siempre, no cambias poniendo el picao malo.
—¿Qué me dicen del cuento cubano y la novela? —pregunta Carlos al primero en la fila, que le da una vuelta a la sala con su mano derecha.
—Coño acere pila de gente… ¡pila de monstruos!… entre ellos están Dora Alonso, Félix Pita Rodríguez, Mirta Yáñez y Eduardo Heras León —dice Evaristo.
—También Carlitos… mira están ahí Reynaldo González con Sometidos al cielo y Aida Bahr —comenta contento el fisiculturista al levantar la mano y enfatiza—. Aida es de mi tierra coño y Reynaldo ahí en ese libro habló de los indios.
—Sacha, Ángel Santiesteban y Heras León —dice también Rey.
—Acere… ese de aquí del pueblo, acere ese está quemao… ¿no lo conocen? metió unos libros que se llaman, a ver, a ver…sí, ya. Qué quieren las mujeres, y el otro es Historia sexual de la nación. Este arrebatado metió a un guerrillero que baja de la Sierra a un pueblo ahí en un jeep con un mocho de tabaco… el tipo se deja ultrajar por una hembra caballeros… sí, una prostituta lo afeita, lo baña y después como el barbudo se la quería templar la tipa lo chantajeó y le mete el dedo así como así….y por el culo —dice Acuña—. ¡Qué tipo más asqueroso! Con la patria caballeros no se juega, tipos como esos no debieron bajar de la Sierra y menos tipos como esos que escriban así que existan en este pueblo. ¿Eso es literatura Carlos? ¡Maricón pervertido!
—Amigo mío, estas en el siglo quince aún y porque no has visto todavía a Pedro Juan Gutiérrez con Rey en La Habana y a Amir Valle con La Habana Babilonia —le responde Carlos.
—Pero que te metan el dedo en el culo acere… maricón y bien —le dice Rey.
—Ese que dices, Rey, es Francisco García González, es amigo mío y no te metas con él… ese cuento se titula “Con la Maruca”, yo lo leí y esta bueno —dice el pintor.
—Bueno, será tu amigo, pero si tú te dejas meter el dedo en el culo por una puta, eso va contra principios revolucionarios y menos dejarte afeitar por una bandolera que seguro se acostó con pila de casquitos y batistianos… so puta de mierda, la literatura de hoy está perdida —le dice Rey.
—¿Y eso lo hizo ese hombre? Acere, ese socio… hace yerros conmigo en el gimnasio y no parece escribir esas cosas tan vulgares así, es un tipo noble, se ve un tipo buena gente… eso es de un malvado —dice el fisiculturista tocándose la barbilla.
—Bajo una liebre se esconde un lobo, lo van a meter preso… allá él, aconséjalo que no siga comiendo pinga con los dedos esos —dice Acuña y sigue—: Que tipo más asqueroso, como le gusta escribir de maricones, prostitutas o que sí en el “Cuarto de Tula”, “Fahrenheit 68”, irónico cómo es… y metiendo siempre tremendas historias con pila de putas y relajos, conmigo no va eso.
—Acuña, bajo una liebre se esconde lo mejor de la cultura cubana y el arte bueno, así escriben los grandes, no te me pongas tradicionalista —le dice Carlos tocándole el hombro—. Lo puedo invitar al próximo encuentro Rey, él es muy amigo mío también.
—Carlos, aquí amigo mío no quiero maricones acere —dice Rey mirando a sus hombres.
—Un cuento es un cuento —le dice Carlos.
—Acere pero son pila de cuentos que escribe de maricones, lesbianas, putas y chulos por todos lados —comenta Rey y le aclara—: Bueno acere que venga, pero dile que aquí en mi taller debe escribir de bicitaxis nada más.
—Sí, seguro, si ya hasta escribió un cuento y se lo publicaron en la revista Crítica de México, titulado “Enfisema pulmonar”, de un bicitaxista que se engancha con una vendedora de croquetas y de clarias —le dice Carlos.
—¿Y se dejó también meter el dedo en el culo el bicitaxista? —preguntó Rey.
—No amigo mío, un bicitaxista con principios no puede dejarse meter el dedo, porque después cómo le da a los pedales por todas las calles de Esperanza —le responde Carlos.
—Acere ese tipo nos va a tumbar el negocio fundando un taller literario y jala así tremenda popularidad con sus escritos pornos, se riega el enemigo rumor y los talleristas se van a su casa y después no se escribe de bicitaxis en Esperanza… sino de putas pisando con tipos que se dejarán meter el dedo en el culo… ese tipo está escapado, te lo digo yo, lo de él es la templeta nada más en cada letra —delimita Acuña—. Y eso es lo que el pueblo cubano quiere, templar mucho.
—¡¡¡Bueno aquí no me lo traigas, Carlos, aquí no quiero relajo…. aquí todo debe ser sano, no que después toma ese Frank una iniciativa y aparece la competencia literaria en Esperanza!!! —grita Rey y enfatiza—: Además, que se me ponga a comer pinga, que hacemos una célula y le hacemos un sabotaje con petardos en las noches. Por escribir pornografía.
—¿Bueno y los de fuera de Cuba amigos míos…. los del exilio? —pregunta el pintor tomando la palabra seriamente.
—Acere a ti siempre te gusta hablar de esas cosas, tú no cambias, yéndome a la contraria a mí… tú vas a joder el taller literario este que hemos fundado, verás —dice Rey y sigue—: Yo no sé cuáles acere, no sé… pues yo no recibo revistas del exterior, además habla bajito.
—Coño caballeros, fuera de Cuba los exiliados, también escribieron una obra muy personal, entre ellos están Severo Sarduy, Norberto Fuentes, Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y Jesús Díaz —dice Gustavo.
—Espérate… ¿Jesús Díaz no fue el que escribió aquí Los años duros? —pregunta Acuña y confirma—: Yo lo leí hace años en la zafra del setenta.
—El mismitico acere… libro cojonú , además caballeros cual es el lío, cuál es… si hasta el poeta cubano José María Heredia estuvo en el exilio dentro del monstruo —dice Gustavo y apunta—: Hasta Juana Borrero, la pintora que murió hecha una niña y Martí también… y en New York.
—Ninguno amigo… ninguno, si su narrativa es de una técnica diáfana y muy sencilla, con influencias cinematográficas y tocó temas de la actualidad política y social cubana con tremendo alarde literario… tipo guapo, cojonú, como dicen ustedes Acuña, con pila de premios… sí, y desde el proceso revolucionario hasta la emigración —explica Carlos y sigue—: Publicó pila de libros.
—Sí… lo que después fundó esa cosa en España y se le manchó el expediente… la revista Encuentro —dijo Rey y aclaró—: Caballeros… vamos a cambiar este tema y comenzar hablar de El siglo de las luces de Carpentier, que es mejor.
—¿Eh y cómo sabes eso? —pregunta Gustavo.
—Caballero es que a mí siempre me gustó Tres tristes tigres y “En el gran Ecbó” —afirmó Rey.
—Gran Ecbó, ni gran Ecbó… ni tres tigrecitos tristes… eso me suena a 03T, eso me huele a mierda, en fin, allá tú —le dice el pintor en voz baja y le susurra en el oído—: Y eso es de Guillermo Cabrera Infante.
—Ah, mira qué bien, un escritor disidente, ¿te gusta?… mira qué bien, eso es una novedad, pero que tiene que ver los tigres publicados aquí con esa revista en España. ¿Qué crees Carlos…? —dice Acuña mirando de reojo los libros en el estante y le pregunta risueño a Rey—: ¿Seguro debes tener una revista de esas clavada bajo el colchón? Bueno tú eres el que tienes la familia en España y nos trajiste la convocatoria, para que todo el mundo escribiese y no fueses solamente tú… ¿eh?
—Eso Infante lo escribió estando aquí caballeros, no se pongan hablar cosas que no saben —contesta Carlos Jesús.
—Bueno, sin miedo caballeros, para que después no digan que aquí no se puede hablar… y exista diversidad. Sin miedo cojones ¿Qué me dicen de Guillermo Cabrera Infante? Sin miedo pinga, sin miedo que a mí me encanta Cabrera Infante —pregunta Gustavo en voz alta y ve la sala en silencio donde todos se miran entre sí; Rey lo mira muy seriamente y a los pocos minutos se oyen algunas voces.
—¡¡¡Yo, yo…y, yo… yo!!! —gritan al unísono todos, levantando las manos.
—¡Caballeros, por favor, no mencionen esos nombres tan altos! —les dice Rey haciendo señas de que bajen la voz.
–A ver tú, el fisiculturista… el escritor que hace yerros con el escritor ese morboso amigo mío —le señala entusiasmado Carlos al ver a sus alumnos y Rey mira con disimulo afuera de la puerta, de reojo, con miedo vigila.
—Acere su primer libro fue Así en la paz como en la guerra.
—Muy bien. ¿Y qué más?… Hay mucho más, muchísimo, aprovechen, hablen ahora… vamos —pregunta nuevamente Carlos, mientras sonríe mirando a Rey como vigila en la puerta.
—Caballeros por favor… por favor no sigan con eso… que se aparece por ahí Danielonidas, el jefe de sector —dice con temor Rey.
—Mira Carlos, también escribió su novela Tres tristes tigres que le confirmó como uno de los narradores en español más importantes del siglo… yo la tengo en casa, sí caballeros, no quiero intriga, la tengo en una urna de cristal, hay pocos ejemplares ya —responde el arquitecto al levantar la mano que no había hablado.
—Mira Carlos, yo tengo en mi casa La Habana para un infante difunto —le dice el experto en relaciones internacionales.
—¿Esa es de verdad del 79? —duda el dentista Paco, ansioso.
—¿Como tú tienes eso en casa… quién te lo dio? —preguntó el abogado mirando al de relaciones internacionales, al acercarse a su lado y tocarle el hombro con cariño.
—Coño amigo, usted no me va a meter preso, estamos en el siglo XXI, yo puedo leerme hasta la Torá o una biografía de Superman sentado en el malecón habanero —le contesta Paco al abogado y le comenta—: Una vez hice un trámite de viaje para un artista a Inglaterra y le pedí como obsequio que si regresaba me trajera un libro de Cabrera Infante.
—No se puede negar y menos dudar caballeros que Cabrera Infante es un gran estilista, ¿no creen?, y aquí tenemos una pila de fanáticos, aquí en nuestro taller literario —dice Carlos y señala a Gustavo—: Aficionado a los retruécanos y a los juegos esos de palabras que hacía, capaz de extraer del lenguaje todas sus posibilidades expresivas y llevarlas al infinito.
—Al infinito nos van a llevar a nosotros si oyen en que se ha convertido este taller literario, además, Carlos, este taller literario es mío… que yo fui el que sacó la licencia, esto no es del pueblo —dice en baja voz Rey y apunta—: Bueno, por si las moscas hemos hablado bastante ya de cultura literaria universal, caballeros el concurso literario, España y los euros, acuérdense.
—¿Trajeron sus cuentos como acordamos? —preguntó Carlos mirando a sus discípulos.
—Una cosita muy importante, no quiero que nadie me hable aquí de una chivichana y menos de una bicicleta Niágara, los cuentos deben hacerse aquí en mi taller literario de alegorías a los bicitaxis y solamente a los innovados, menos de relajo como el socio ese del cuento ese de la Maruca con el dedo dentro del guerrillero, que seguro se pone hablar también ahora mierda pues ayer se fue para Canadá —dice Rey y acota mirando a Carlos—: Pues yo me las se todas aunque sea el jefe y esté en casa sin manejar los bicitaxis en Esperanza.
—Coño, mi amigo Rey se sabe todos los chismes —le dice Gustavo risueño mirando a Carlos.
—Chisme no…. sino informado de la cultura local, aquí hay que estar siempre al tanto de todo —le responde Rey a Gustavo mirándolo muy serio.
—Oye qué pinga… eso es dictadura, que la gente hable lo que quiera —le comenta enfurecido Gustavo y le aclara—: Quieres ver cómo le digo a Da Vinci, el jefe de sector que sacaste una licencia para un taller literario donde dejaste que aquí se hablarán de los escritores esos disidentes, los que le llaman traidores… si se entera que aquí frente al retrato con los héroes impresos de la Patria sobre la pared y con el busto de Martí, dejaste que se cultivara eso… ¡¡¡Prepárate, prepárate!!! Además Frank es mi amigo y escribe porno y muy bien. Vaya tú con tu ridícula idea esa proletariada de los bicitaxistas literatos en Esperanza. Y si habla allá no me importa, yo sí no hablaré… él es mi amigo, mi amigo coño y lo seguirá siendo.
—Allá tú… allá tú con tu juntera de amigos en el exterior —le grita fuertemente Rey que se levanta de la silla y rueda esta por la sala.
Gustavo baja la cabeza y sale colérico por la puerta con ganas de lanzarle un puñetazo. Con la mano derecha y bien cerrada o con una cabilla corrugada, deja atrás los demás bicitaxistas, los literatos. Tiene ganas, piensa, de meterle una bofetada a Rey bien intensa, bien dolorosa, sobre él mentón derecho o el izquierdo, en fin, cualquiera, en su cabezota de jefe del barrio. Pinga. No, no puede, él es hombre, para qué buscar más líos. Para qué complicarse con la abominación esa local. Pero pinga, le habló mal del amigo, si el escritor porno que va al gimnasio. ¿Qué importa? Dale duro, una sola. No, no lo tomes a pecho Gustavo. Vuelven los pensamientos. El otro se fue, su amigo no está pero no va hablar mal como Infante. No, Franky no hace eso, él me dijo que no, que no haría esa mierda. Bueno. ¡Qué pinga! Que hable mal de Rey y bien, y de su ridículo taller literario privado que hizo y de los bicitaxis del dueño del barrio, sí, que hable. Total, Rey ya está hablando mal de él. Qué pinga le pasa a este. Piensa una vez tras otra. Vira métele, anda dale, bien duro. Singao e pinga criador de puercos. Interesado patrón de bicitaxis, putica vieja, métele duro Gustavo, dale bien rico en nombre del socio. Se detiene y vira. Lo mira, se miran, Rey lo observa y todos a su alrededor. Se voltea de nuevo y sigue caminando. Métele. Piensa. Singao, Rey. Especula, sí, singao, singao y bien cojones, vuelve a repasar dando pasos. Todos los miran con temor y en silencio ven cómo le ha ido a la contraria a Rey, el jefe del barrio.
Nadie habla y nadie ayuda en el taller literario. Gustavo sabe que en un campo de batalla como el concurso literario a España no hay amigos. Mena no habla y Gustavo se da cuenta que se ha quitado la gorra del equipo de los Yankees, solamente mantiene bajada su cabeza, al igual Evaristo y el profesor de fisiculturismo, el fundidor disimula, también el arquitecto, Acuña, Paco el dentista, todos silenciosos detrás de Rey. Protectores. Mirándolo a él con mala cara. Pinga, singaos de mierda, cabrones de porquería. Piensa. Los malos amigos cambian por los euros o por los dólares. Ahí te das cuenta de las amistades. Cabrón Rey con sus guardaespaldas bicitaxistas y malos literatos, proveedor de los treinta pesos diarios, cabrón dueño de la primera empresa de vehículos híbridos en la aldea y privada. Singao de mierda, maricón, hijo de puta, piensa. Gustavo mira a Carlos, ambos se miran y sale el pintor del Rey totalmente rojo. Carlos sale también detrás de sus pasos, apresuradamente, empujándolo todo. El pintor llega al bicitaxi, al Apolo 11 de Reynaldo y con la chapa marrón de NASABAUTA, y con el desnudo pintado con el blúmer rojo en la lata. Mira las llantas y el metal del cabrón Rey convertido en dios griego. Sabe que con él ya no conquistará el Satélite de la Tierra, al menos no como bicitaxista de Rey. ¡Qué importa! Para el carajo, la Luna ni la Luna, baja Gustavo… baja que allá arriba no se llega en bicicleta. Como si fuese el mismo Neil Armstrong en el cosmos sobre el polvo lunar y le da con toda su fuerza contra el vehículo, una patada, un empujón por los aires y no puede, pesa mucho, sí. Carlos le toca el hombro al llegar a su lado, Carlos es amigo, Carlos es socio pinga y del Frank también. Dos son bastante para Rey, buena entrada de pescozones. Piensa. Vamos a meterle por chivato, embúllate Gustavo, convence a Carlos, embúllate. Repasa sobre la lata y piensa en Yusnavy, su hembra del blúmer rojo. Al llegar a su lado Carlos le aclara en secreto, al oído, que trae la convocatoria en un bolsillo y que él le revisará el cuento gratis. ¡Ni una palabra del tema aquí! Que el concurso en España es de nosotros. Le comenta y mira entonces a Gustavo y ve la convocatoria en papel cromo, en el bolsillo, tan perfecta, está ahí coño, está ahí, sí y con el cuño de la Embajada de España y todo en él.
Coño el Franky siempre quiso que hiciera yerros con él en el gimnasio. ¡Coño Franky me hace falta los yerros ahora! Piensa. Maricón fisiculturista de parte de Rey, maricón y bien, seguro se hace el amigo del Franky entre los yerros oxidados del gimnasio. Singao. Piensa. Junto ahora con Carlos en ese instante estaban logrando el propósito contra el vehículo híbrido, el Apolo 11 sobre las llantas cubanas, chinas y con el cuadro ruso innovado. Empujando ambos, uníos y mucho como Frank lo hizo en el gimnasio con las pesas. Le pide que dé con todas sus fuerzas posibles, lo ayuda y Gustavo lo mira con una pequeña sonrisa enrojeciéndole los ojos por la Maruca, el Enfisema pulmonar, y por el Fahrenheit 68 y eso le da fuerzas. Muchas. Como contra su hembra y el blúmer rojo. Por el amigo en común en Canadá. Sí, contra la misma Luna y alzándose en armas contra el jefe del barrio.