El pecado original de la literatura cubana
Hace poco conocí a un escritor nacido en Cuba, residente en Texas y en tránsito por la Florida, adonde vino a presentar un libro. Un intelectual formado en la Universidad de La Habana que enseña literatura en Houston y publica una novela en Miami. Le comenté a un colega de trabajo y su respuesta me dejó pasmado: “Está bien”. Pero no estaba tan bien desde mi estrecha visión acostumbrada a los estrechos bordes de una Isla igual de estrecha. Se lo dije. “Es buena para él esa universalidad”, añadió el colega. Tal vez no fue “universalidad” lo que dijo sino “cosmovisión” o “ampliación de los horizontes” o cualquier otra cosa… Lo que importa es la idea. Lo que importa —desde su visión acostumbrada a los anchos bordes de un Continente todavía más ancho— es la riqueza que aporta al Individuo dotado de identidad cultural el injerto en tallo ajeno, con la subsiguiente diversificación de una Cultura por naturaleza híbrida. “¿Y el país?”, me dije. El País. El doloroso desmembramiento de una Nación dotada de identidad cultural que se reparte en miles de pequeñas piezas. Riqueza individual vs pobreza nacional… El pecado original, ¿quién lo comete? ¿La Serpiente o Eva?
Un grupo de jóvenes escritores cubanos recibe un curso gratuito de técnicas narrativas y resuelve cambiar el rostro a la literatura insular. Escriben uno, dos, tres cuadernos de narrativa o poesía (la mayoría en el límite de las 80 cuartillas) y los ponen a concursar. Algunos ganan. Al año siguiente los incluyen en el programa de actividades de la Feria Internacional del Libro. Los galardonados viajan a provincia. Los más afortunados irán al extranjero en representación de la “joven literatura cubana”. Los cuadernos se publicarán con cierto retraso, pero se publicarán al fin y los autores tendrán la opción de comprar cincuenta de ellos a precio de costo (unos cincuenta centavos menos que el precio de venta) y los regalarán a familiares, los presentarán en peñas, cosas así… Si el escritor tiene a su vez un buen amigo contará con una reseña laudatoria en la sección cultural de una revista. Fuera de su provincia no se entera nadie (si el escritor vive en provincia). Fuera de La Habana no se entera nadie (si el escritor vive en La Habana). Fuera de Cuba no existen (ni los de La Habana ni los de provincia).
Las razones que determinan la no-existencia de un escritor cubano vivo son varias: a) El escritor vive en un pueblito de Las Tunas y cuando al fin le publican sus cuentos, la tirada, que no rebasa los quinientos ejemplares, no sale de las librerías locales y los almacenes del Centro Provincial del Libro. b) El escritor vive (o no) en la capital y se alza con un premio más o menos importante que le garantiza su inclusión en el Plan de Publicaciones del Año. El resultado es un volumen digno (impreso probablemente en Colombia) que se añeja en los estantes o se esfuma incomprensiblemente para jamás volver a escena. c) El escritor no vive en Cuba, en cuyo caso el interés por su obra decae hasta desaparecer entre los editores del patio.
Un grupo de escritores cubanos se organiza en la Diáspora y funda una peña literaria que se reúne una vez por mes. Como no hay Centro Provincial del Libro ni Unión de Escritores y Artistas ni concursos ni premios, optan por publicarse a sí mismos, crean un sello editorial y echan mano a plataformas independientes en la web. Los escritores podrán comprar sus propios libros (con alguna rebaja en el caso de los autores) y revenderlos después durante presentaciones efímeras. Los amigos se encargarán de reseñar las obras en blogs también efímeros y no pocas veces hostiles a los motores de búsqueda. Para favorecer el desconocimiento los desconocidos se desconocen entre sí desde sus respectivos pedazos de costa y la literatura cubana (o escrita por cubanos, no importa si más allá o más acá) termina por desconocerse a sí misma.
Las razones que determinan el no-conocimiento de la literatura cubana actual varían: a) Se escribe en el batey de un antiguo ingenio matancero y a los vecinos del autor, a sus allegados, a los menguados lectores, a las autoridades del municipio, tanto el sujeto como su obra les importan un bledo. b) Se escribe en un suntuoso apartamento del Vedado y el autor conquista premios sucesivos y consigue llamar la atención de los colegas del gremio; comienzan a emplearlo como jurado en concursos similares a los que ganó unos meses antes, lo inscriben en la Unión de Escritores y lo dejan envejecer tranquilamente. c) Se escribe en cualquier ciudad del mundo desde la condición de inmigrante y se logra publicar un par de libros en editoriales mediocres o de limitado alcance que no mueven un dedo para mercadear sus productos. Escritores itinerantes tildados de “traidores” en la patria que los vio nacer (y partir). Escritores estacionarios tachados de “oficialistas” fuera de la patria que los vio quedarse (y tal vez morir). Parias literarios para los adalides de la orilla opuesta… El pecado original, ¿quién lo comete?
Leopoldo Luis. La Habana, 1961.
Periodista, fotógrafo y narrador. Licenciado en Derecho por la Universidad Central de Las Villas y Diplomado en Periodismo por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Ha publicado los libros de cuentos Adiós, Habana (Ediciones Holguín, 2009), con el que obtuvo el Premio de la Ciudad un año antes, y Extraño bajo un paraguas (Editorial Capiro, 2013). Poemas suyos aparecen en el volumen El ojo de la luz. Antología de poetas y artistas cubanos (Diana Edizioni, Italia, 2009). Sus relatos han sido incluidos en las antologías El martillo y la hoz y otros cuentos (Reina del Mar Editores, 2013) e Isla en negro. Cuentos de crimen y enigma (Casa Editora Abril, 2014). Fue editor y administrador del sitio web de la revista cultural El Caimán Barbudo. Actualmente trabaja como periodista de la televisión hispana en Estados Unidos.