El nuevo cuento policial cubano. ¿La aguja en el pajar?
Si exploramos los albores de la literatura policial cubana podremos ver cómo, después de la publicación en el año 1926 de la novela colectiva por entregas Fantoches, la más significativa producción de calidad estuvo en el relato breve; con autores como Gerardo del Valle, Leonel López-Nussa, Gregorio Ortega1 y Lino Novás Calvo2, que publicaron su obra en Cuba y México.
Sin embargo, en la eclosión de la literatura policial cubana ocurrida en el meridiano del llamado quinquenio gris, el cuento no tuvo la misma aceptación que la novela por parte de los autores, a pesar de haber sido beneficiado igualmente por las convocatorias de premios y publicaciones. Puede que sea esta la razón por la que se encuentran pocos libros de interés, escasas antologías o selecciones y apenas algún estudio del cuento policial cubano.
De cualquier manera no resulta aventurado señalar que el cuento policial cubano, desde la década de los 70 del siglo pasado hasta la actualidad, ha discurrido por derroteros estéticos e ideo-temáticos más o menos similares a los de su más robusta hermana: la novela.
Así, primeramente fue víctima del esquematismo que en desmedido intento de ideologización provocara la saturación de los cánones impuestos, haciéndose portador de una estética rígida y de tendencias extremistas, permeada, en muchos casos, por la incorrecta interpretación de la responsabilidad del escritor si no por la ignorancia de esta.
De la misma manera, coincidiendo con el proceso de rectificación de errores convocado por la nación a fines de la década de los 80, la narrativa cubana y por ende su zona policial, se suma a la perspectiva del cuestionamiento de tópicos tales como: las misiones internacionalistas y la guerra, lo marginal como fatalidad, la existencia primero y caída después del socialismo en Europa del Este, la homosexualidad, y otros fenómenos de particular repercusión en la sociedad cubana como el jineterismo y el éxodo3. Entonces el cuento policial cubano se incorpora a la estética naciente a partir del punto de giro que presupone para la literatura policial cubana la tetralogía Las cuatro estaciones de Leonardo Padura.
A partir de ese momento resultan notables relatos breves salidos de las plumas del propio Padura, Daniel Chavarría y los exiliados Justo Vasco4 y Rodolfo Pérez Valero.
Es partiendo de los tópicos establecidos por estas figuras, y en el contexto de un movimiento literario más heterodoxo, que otros autores asumen la escritura del relato policial breve. Esto ha propiciado que el cuento policial cubano de los últimos años exhiba un extenso diapasón de estilos, moviéndose desde el más crudo realismo hasta lo fantástico y el absurdo. Desplazándose desde lo puramente anecdótico hacia los mundos interiores y las reflexiones psicológicas de los personajes. De la escritura clásica del género hasta experimentaciones estilísticas postmodernas.
El nuevo cuento policial cubano exhibe hoy una serie de rasgos que lo insertan en el amplio concierto de nuestra nueva (y también novísima y postnovísima) narrativa y que a la vez lo identifican como un fenómeno literario independiente. Son estos:
1.) La desacralización del héroe.
Se observa en la mayoría de los autores la intención de alejarse de la imagen del policía perfecto (o casi perfecto) que proponía la literatura policial cubana de las décadas del 70 y 80. Algunos colocan a su personaje protagonista en un ambiente social y familiar desordenado y que en muchas ocasiones nos deja en el fondo el sabor a una caricatura construida a partir del prototipo de Leonardo Padura, Mario Conde. En otras sí se observa un trabajo de prospección psicológica más profundo que nos pone delante de un personaje totalmente verosímil como el teniente Nelson, de María del Carmen Muzio.
A la par de esto, y en contraste con la literatura criminal del resto del mundo contemporáneo, hay una tendencia a la búsqueda del héroe individual, quizás como tardía respuesta al dogma del héroe colectivo que se instaurara en la literatura policial cubana del período gris como “marca de calidad” obligatoria.
2.) La introducción de personajes novedosos en nuestra literatura y raros en la realidad cubana.
El nuevo cuento policial cubano no solo nos trae al héroe solitario, investigador por cuenta propia, sino que algunos autores nos sorprenden incorporando figuras inusuales en el imaginario de la cuentística nacional como son el asesino en serie o el tratante. Tal es el caso del relato “El viejo que se comía la suerte” de Mario Brito Fuentes.
En algunas ocasiones, lo consiguen narrando la historia desde la perspectiva del absurdo, como en algunos relatos de Félix Sánchez. Otras veces, consiguiendo un extrañamiento de la historia como lo hace Obdulio Fenelo en su cuento “Confesiones”.
3.) Exploración a diversos niveles de realidad.
El cuento (y también la novela) policial es realista por antonomasia. Esa afirmación ha determinado que en muchas ocasiones los autores del género se aferren a una narración puramente anecdótica, testimonial en el mejor de los casos.
Las historias del más reciente relato policial cubano tienen, en la mayoría de los casos, su referente en la realidad social inmediata. La prostitución, la emigración ilegal y el tráfico y consumo de drogas se supeditan en la anécdota a fenómenos sociales como el travestismo, la corrupción administrativa y el tráfico de personas. Así lo notamos en gran parte de la obra narrativa de autores como Ángel Santiesteban, Amir Valle o Nelton Pérez. Sin embargo, muchos de los autores que escriben el nuevo cuento policial cubano han explorado en sus relatos otras zonas de la realidad e incorporado figuras propias del relato fantástico (brujas, vampiros, exorcistas…) a la trama.
Desde la perspectiva de personajes alucinantes se narran algunos relatos de Reynaldo Cañizares. La mayoría de los personajes de Anisley Negrín se mueven en un mundo onírico y demencial, como ocurre en su cuento “La acera infinita”.
4.) El uso de recursos lúdicos.
Los juegos literarios son muy comunes en algunos cultores del nuevo cuento policial cubano. La intertextualidad, la parodia, la construcción y deconstrucción de la historia y la variación de puntos de vista, enriquecen la narración y resultan ya marcas de estilo de algunos de estos autores.
5.) El punto de vista del otro.
El nuevo cuento policial cubano no es narrado solamente desde el punto de vista del héroe. Además de la voz de la ley y la justicia se escucha la voz del criminal. El perdedor también cuenta su historia, con su propio lenguaje y desde su propia ética marginal; así se aprecia, entre otros ejemplos, en relatos como “Sinfonía para un crimen”,5 de la habanera residente en México Yamilet García o en la serie de cuentos hiperbreves “Música de fondo”, del santaclareño residente en Matanzas Daneris Fernández Fonseca.
6.) La libertad creativa.
La mayoría de los autores del nuevo relato policial cubano no están encasillados como autores del género policial. Si es cierto que algunos han llegado al género de manera involuntaria, también lo es que la mayoría se han acercado a este en busca de sus amplias posibilidades expresivas.
Se observa una ruptura con el concepto vergonzante del escritor policial y muchas de las más importantes voces de la vanguardia de la narrativa —incluso algunas que provienen de la poesía— cubana contemporánea asumen el género como una alternativa.
La ausencia de colecciones que divulguen en nuestro país el género ha traído como consecuencia que la narrativa policial cubana se encuentre desgranada en decenas de libros a lo largo y ancho de editoriales y revistas cubanas y extranjeras.
Valga que el relato policial nacional viaje por Cuba, y por el mundo, sin etiqueta distintiva y como parte del cuerpo mayor que es nuestra narrativa, sin exclusiones ni prejuicios.
Le correspondería así al aficionado a este género, tradicionalmente bien recibido por el lector cubano, buscar la aguja en el pajar. Un trabajo harto difícil para algunos. Sea entonces esta muestra propiciadora de ese añorado encuentro.
1 Más adelante, Gregorio Ortega se consagraría a la novela convirtiéndose en uno de los más importantes novelistas cubanos de las últimas décadas. En el año 2004, pocos meses antes de su muerte, recibió el premio de novela Plaza Mayor por su obra, policial, Cundo Macao.
2 Entre estas cuatro figuras resalta por su calidad literaria, no solo en lo policial sino en el amplio concierto de la narrativa nacional, Lino Novás Calvo. Su relato de corte negro y criminal “La última noche de Ramón Yendía” es un clásico de la cuentística cubana. A fines de la pasada década la Editorial Oriente publicó un volumen con todos los cuentos policiales de este autor.
3 Véase Amir Valle Ojeda: Brevísimas demencias, La Habana, Ediciones Extramuros, 2000, pp. 82-115.
4 Falleció en Gijón, España, en enero de 2006.
5 Premio Internacional de Relatos Justo Vasco 2006, de la Asociación Cultural NOVELPOL para la promoción de la literatura negra.
Lorenzo Lunar Cardedo. Santa Clara, 1958
Es una de las voces imprescindibles de la narrativa cubana contemporánea. Ha ganado dos veces el prestigioso concurso de relatos policiales Semana Negra de Gijón, en los años 1999 y 2001 respectivamente. Tiene publicadas varias novelas en Cuba y en el extranjero, entre las que descuellan Échame a mí la culpa, La vida es un tango, Cuesta abajo, Polvo en el viento, La casa de tu vida y Que en vez de infierno encuentres gloria, galardonada como “la mejor novela negra publicada en España durante el año 2003”.