I
El mar es la distancia entre dos puertos.
Karel Leyva
Entre dos puertos, el mar
con su salada distancia,
acuática redundancia,
fondo imposible de anclar.
Ni Jesús pudiese andar
tu planicie cristalina.
En un puerto, bailarina
me esperarás. ¿Medio muerto
llegaré al ignoto puerto
o me ahogaré? Adivina.
II
Este es el mar matutino.
Sobre piélagos de espuma
bracea, insomne, la bruma,
cabecea algún marino
a bordo. Algún remolino
lo salpica, lo despista,
lo zarandea, lo alista
y retoma el timonel,
pero el mar y su nivel
repiten: ¡Bruma a la vista!
III
Antipoético mar,
tu salitre me embobece,
por lo visto no parece
que Ulises va a regresar.
Mejor me pongo a pescar
o a pescarte a ti, sirena.
He olvidado ya la escena
en que Odiseo, perdón,
Ulises, ve a Poseidón
mucho antes de ver la arena.
IV
Yo soy un pez, aunque el mar
no se muestre cristalino.
Pez gamuza azul marino,
Pez apto para nadar.
Yo soy un pez ejemplar,
pez Olokum, en lo hondo,
pez perdido en un Macondo
lluvioso. En su desnudez
pez sin condiciones. Pez
agonizando, de fondo.
V
Mar tranquila. Menos mar.
Mar Caribe. Mar adentro.
Voces de agua. Epicentro.
Conrad quiso navegar
Y Robinson naufragar.
(Yo un pirata quise ser).
También quisiera tener
como Hemingway, agujas,
pero sólo unas burbujas
traviesas puedo leer.
VIII
¡Ah, mar inquieto, expansivo,
misterioso, sideral,
sin brújula ni final!
Eres el superarchivo.
Proteico, definitivo
espejismo para humanos,
oasis para las manos,
mástil, húmedo embeleso
de mi isla, mi isla en peso
llena de botes lejanos.