El Blado y yo (la despedida)
Ahora podría decir que los poetas no mueren y demás lugares comunes; escribir un obituario con todas las de la ley, resaltando los valores humanos del Blado, el tronco de periodista que fue, investigador de la música cubana, etc. Pero no tiene sentido. Otros que lo conocieron mucho antes que yo (lo que no significa que lo conocieran mejor) tendrán de seguro las palabras perfectas para despedir a Bladimir Zamora Céspedes, quien amenazó durante días con irse de este mundo y, no contento con amagar, cumplió su promesa anoche, mientras yo dormía (sin la esperanza de recibir una mejor noticia en la mañana).
Cuando desperté a El Caimán Bladimir estaba allí. Estuvo durante tanto tiempo que la revista era él y él era la revista. Una tarde me confesó que trabajar en El Caimán Barbudo era “lo mejor que le había pasado en su vida”. Lo conocí a mediados de los 80, cuando su foto era la de un tipo delgado, común y corriente, que escribía unos versos rarísimos que luego se negaba a enviar a los concursos. Se me apareció en unos pocos poemas compilados en Usted es la culpable, que a alguien se le ocurrió etiquetar como “Nueva Poesía Cubana” (tal vez inspirado en el entonces pujante “Movimiento de la Nueva Trova”). Pero lo vi “en persona” muchos años después; convertido en un sujeto pintoresco, barbado, pelirrojo y tan ancho como un escaparate que fumaba unos tabacos enormes.
Conversar con Bladimir en la redacción de El Caimán no es una de las mejores cosas que me pasaron a mí: es una de las mejores cosas que pueda pasarle a cualquiera. Entre tragos de ron (si había dinero para comprar ron), volutas de humo, y el frío de un aire acondicionado que roncaba como un tractor soviético. Escamoteábamos horas al trabajo para discutir tonterías como si se tratara de enigmas filosóficos.
El Blado podía sorprenderte con casi cualquier cosa. Al primer “ronazo” era capaz de recordar el día que estuvo a punto de ahogarse, porque su casa de Cauto del Paso se inundó cuando el ciclón Flora. Al segundo “ronazo” se emocionaba hasta las lágrimas escuchando una canción de Sindo. Al tercero disertaba sobre la futilidad de la “poesía pura”. Pero su plato fuerte era repetir la anécdota de la vez que se transformó en turista ruso, como parte de una delegación del “país amigo” que visitaba Pinar del Río… Un día voy a contar esa historia.
Yo me hice el poco periodista que soy junto a mis caimaneros entrañables. Daría lo que no tengo por estar junto a ellos el miércoles próximo, cuando se reúnan en la peña que el Blado tanto disfrutaba (y conducía de manera errática) en el patio de la EGREM. Desde la distancia no puedo sino evocar en solitario a un poeta que cantó “la soledad es una vieja loca/ tambaleante en mi casa/ trata continuamente de/ tirárseme encima/ le doy todos los golpes/ que puedo/ y me salgo a la calle/ después de trancar/ la puerta del tiempo/ por fuera.”
La vida toma rumbos impensados.
Nos despedimos en un paradero de “almendrones”, en Neptuno y Consulado. Había llovido. Me dio un abrazo frugal y se metió en el carro. Como quien te palmea la espalda y te dice “mañana seguimos hablando”. Ambos sabíamos que era la última vez.
No estás solo, Blado, te vas con tus “pertenencias indispensables”. Te llevan “apenas con los olores del cuerpo”. Con “un resoplido de caballo en trote”.
Un abrazo.
Leopoldo Luis. La Habana, 1961.
Periodista, fotógrafo y narrador. Licenciado en Derecho por la Universidad Central de Las Villas y Diplomado en Periodismo por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí. Ha publicado los libros de cuentos Adiós, Habana (Ediciones Holguín, 2009), con el que obtuvo el Premio de la Ciudad un año antes, y Extraño bajo un paraguas (Editorial Capiro, 2013). Poemas suyos aparecen en el volumen El ojo de la luz. Antología de poetas y artistas cubanos (Diana Edizioni, Italia, 2009). Sus relatos han sido incluidos en las antologías El martillo y la hoz y otros cuentos (Reina del Mar Editores, 2013) e Isla en negro. Cuentos de crimen y enigma (Casa Editora Abril, 2014). Fue editor y administrador del sitio web de la revista cultural El Caimán Barbudo. Actualmente trabaja como periodista de la televisión hispana en Estados Unidos.